Blog personal en el que...

Escribo sobre temas que me interesan, me afectan, me gustan, me intrigan: algo bastante sobre política, pero también hay de urbanismo, diseño y temas diversos.

4.12.13

Semejanza, Diferencia e Identidad

De acuerdo con J. Piaget, la capacidad que tenemos para distinguir semejanzas y diferencias es una de las bases fundamentales de nuestro sistema cognitivo. Entre los 0 y 2 años de edad el ser humano aprende a darse cuenta de si en dos experiencias perceptuales de algo, estas se parecen o se diferencian, con el agregado genial de poder identificar de si se trata de experiencias sobre un mismo objeto o sobre dos objetos. Es así como somos capaces, no sé bien cómo, de asignar identidad a un objeto (una persona, una cosa, una idea...) que puede o no permanecer igual al comparar dos de nuestras experiencias perceptuales del mismo.

Si es un mismo objeto y se parecen las dos experiencias perceptuales, reafirmaremos la identidad del mismo. Si no se parecen, advertiremos que ocurrió un cambio en el mismo objeto (una diferencia muy radical podría hacernos dudar de si se mantiene o no la identidad - una cirugía estética extrema, por ejemplo). Si son dos objetos que se parecen, estaremos percibiendo más semejanzas que diferencias. Si no se parecen, entonces nuestro énfasis estará en que estamos percibiendo más diferencias que semejanzas (ver cuadro).


Llevemos este análisis al campo de la comunicación política en Venezuela, tanto del gobierno como de la oposición, porque existe un juego interesante de manipulación de percepciones. La oposición, con la MUD, las primarias y Capriles, se presenta a sí misma como algo distinto a lo que fue durante la Coordinadora, el 11A y el paro petrolero. A la oposición le conviene que de esa comparación de las dos experiencias perceptuales, se concluya que son dos objetos distintos, llamémoslos Oposición 1 y Oposición 2. Sin embargo, el gobierno se empeña en que se perciba a la oposición de hoy como un solo y mismo objeto, es decir, los mismos fascistas, burgueses y escuálidos de siempre. El discurso opositor se ha empeñado en destacar cambios que dan a entender que si bien se trata de la misma oposición, ahora se encuentra en un formato evolucionado. Lamentablemente ese autoposicionamiento ayuda al gobierno en su empeño de atacarlos como más de lo mismo, y que por lo tanto intentarán otra vez hacer las mismas metidas de pata políticas que hicieron antes.

Por otra parte, el gobierno de Maduro busca ser percibido como otro gobierno distinto al de Chávez. Se presenta como sucesión del anterior, pero siendo otro. Honra al antecesor, pero critica problemas actuales como si fuese realmente otra gente que no tiene ninguna responsabilidad sobre el desastre de lo que está sucediendo en el país. Absurdamente, la oposición parece apoyar esta forma de autopresentarse que tiene el gobierno, con frases como Maduro no es Chávez. Lo que más le convendría a la oposición es mostrar al gobierno como una degradación, como algo decadente, del mismo gobierno que comenzó hace 14 años, cosa que evitan los del gobierno que se perciba de esa manera, hasta ahora, exitosamente.

Según este análisis, el gobierno muestra un mejor instinto comunicacional que la oposición. A pesar de ser el mismo gobierno (no otro), busca presentarse como algo diferente; y la actual oposición, siendo otra cosa muy distinta a la anterior oposición, pareciera empeñada en mostrarse como un cambio dentro de la misma identidad y no como lo que realmente es, una auténtica sustitución de lo anterior (a diferencia de la falsa sustitución que pretende vender el gobierno como auténtica).

Eso de auténtico y falso es lo que menos importa. Lo importante es lo que el electorado perciba y allí está la pelea comunicacional por conducir esas percepciones hacia donde sean más convenientes.

Un discurso que por un lado insista en la degradación del mismo gobierno de hace 14 años y que por el otro marque distancia con esa otra oposición anterior a 2007, contribuirá enormemente a construir la opción de triunfo que arrase definitivamente con la pesadilla autoritaria que ahoga al país.

24.11.13

Cadenas

Ayer culminó exitosamente "El Taller del Poeta" del poeta Rafael Cadenas, seminario de 4 sábados auspiciado por la Fundación Valle de San Francisco, al cual asistí. Gracias a este regalo que me hice, pude introducirme a la obra de los poetas Hugo Von Hofmannsthal, Ceslaw Milosz y Tadeusz Rozewicz, así como a abundantes referencias a figuras claves de la literatura como Robert Graves y D.H. Lawrence. Házte este tipo de regalos sin que ello signifique necesariamente una crítica al hacer cola para comprar electrodomésticos o cualquier otro artículo de primera, segunda o enésima necesidad.

Fragmentos del seminario (lista desordenada sin referencias a autores): La poesía es indefinible pero reconocible, en cualquier parte puede aparecer / Los poemas son formas que contienen la poesía / El camino de la poesía es hacia la objetividad, hacia lo externo / Siempre hay mucho misterio / En la poesía de jóvenes abundan reacciones subjetivas del yo / Hala hacia ti el universo sino serás arrastrado / Si el idioma se corrompe toda la sociedad se va al diablo / Un poeta es una persona enamorada del idioma / Feliz el que no insiste en tener razón / Urgencia por predicar es porque uno se cree más que los demás / Sólo el que humilla está humillado / La persona que no tiene poesía interior se convierte en un zombie / La ciencia dice CÓMO es el universo, no dice QUÉ es / En la poesía está lo individual sin anularlo en lo universal / El YO no puede hacer desaparecer al YO / La poesía, la literatura, es una segunda instancia. La primera es ESTO, la vida.

Viaje de cuatro sábados, 12 horas, con agradable compañía. Posibilidad de mirar otros paisajes, ciudades de dentro y fuera, ciudades o campos lejanos de las pantallas donde cotidianamente posamos la mirada. Contacto, conexión con la poesía.

No sé si los cuatro poemas que escribí en clase (aunque no era la idea del taller, en la segunda clase escribí tres y en la tercera uno) son poéticos, quizás sí, pero los transcribo de mi libreta para que queden como rastro adicional a esta nota que en clave de informe personal sobre algo personal, decidí colocar en mi blog.

Poema
Palabras exprimidas
líquido que nutre
canciones externas
mirada viscosa
sobre luces trémulas
con la esperanza
de obtener un sueño
una gota diferente
que saltando busca
caer en la palabra
                no exprimida.

Sinceridad
Puedo hablar, responder
desde el sitio donde no te veo
te oigo, no sé lo que preguntas
y entonces salen
palabras
como si estuvieran esperando
caer en una carta
que leí sin haberla escrito
y allí quedó
la verdad inventada

Misma
Sean tres las lanzas
que en tu pecho se entrelazan
y acaban encendidas
por el alma misma que las lanzó y quemó antes
antes de que nacieras

Energía
Otro nivel de energía
donde estoy
llevado por ti
al darme cuenta se me escapa
como la reacción de un animal
atacado por un hambre
de jugosos frutos de bosque
corriendo por dentro
descalzo
sobre mis párpados

16.10.13

Los ojos de la violencia

Para controlar dictatorialmente un pueblo es necesario amenazarlo con armas pero no es suficiente. La estrategia se hace completa cuando se incorpora la propaganda. No me refiero a información, sino al puro y simple Branding que, inevitablemente, pulsa profundos resortes psicológicos y morales para facilitar la impúdica "esclavitud voluntaria" que tan brillantemente describió Ettienne De La Boetie (ver texto) hace siglos.

En el caso venezolano, la Fuerza Armada se ha volcado en el siglo XXI hacia ocupar innumerables posiciones de gobierno a través de efectivos castrenses, tanto en ejercicio como retirados. Esa es la amenaza armada para los ciudadanos, de quienes se espera obediencia, subordinación y, no en pocos casos, la humillante adulancia. Como si eso fuera poco, delincuentes armados se sienten cada vez más a sus anchas para exigirle también algo parecido a la ciudadanía.

Pero blandir armas no es suficiente. Imágenes, estrategias de comunicación, completan el cuadro para que un régimen tan nefasto, que ha empobrecido el país tanto materialmente como moralmente, pretenda continuar sin complicarse mucho con resultados electorales adversos o protestas que los terminen obligando a renunciar. La imagen por excelencia y precisamente escogida para el tarjetón electoral, es la de los ojos del difunto líder.

Por mis malas juntas con diseñadores y semiólogos, he curioseado textos y conferencias para comprender los fascinantes bosques de variados tipos de signos que hacen posible la comunicación y que, fríamente utilizados, sirven para producir consecuencias favorables al logro de determinados objetivos estratégicos. Una primera reacción ante el uso propagandístico del rectángulo que contiene esos ojos del difunto es típicamente la asociación directa con el Gran Hermano descrito en la famosa novela 1984 de George Orwell (ver texto). Obviamente, seguidores del difunto lo interpretan como una especie de presencia numinosa, mientras que al resto nos queda el mal sabor de la presencia de quien abusó primero de las cadenas hablando hasta por los codos, que ahora se encadena visualmente cual fantasma mudo en cercas, edificios, vallas y hasta en el tarjetón electoral.

Eso es así si uno mira dentro del rectángulo. Pero quizás lo más importante, justamente por invisible, es lo que estaría fuera del rectángulo. Esto se me reveló ante una de las obras de la imperdible exposición ÉTICA-ESTÉTICA-POLÍTICA que curó recientemente María Elena Ramos en la Galería CBG Arts.

El rectángulo contiene entonces los ojos de alguien metido dentro de una capucha, un encapuchado. La capucha es, en nuestra sociedad, un símbolo de violencia. Esos ojos son por lo tanto los de un violento, los de una persona en plena ejecución de una acción delictiva.

Técnicamente hablando, una primera vista a los ojos del difunto revela una metáfora visual tipo SINÉCDOQUE en la que una parte representa al todo. Pero la segunda mirada revela otra metáfora visual, una ELIPSIS en la que el vacío, o lo invisible, comunica un significado relevante y quizás sea el estratégicamente más importante: no sólo alguien te vigila, sino que quien te vigila es alguien esencialmente violento en un Estado donde reina la impunidad.

Quizás no exista una mejor síntesis visual de la impunidad reinante en Venezuela, con un Estado que glorifica la violencia y lo muestra descaradamente. Es la psicología del PRAN: mientras más sepan lo violento, cruel, y desalmado que es, con más facilidad se someterán a su dominio (sin tener que gastar tanto esfuerzo o balas). Y ese mensaje es para todos, porque en un totalitarismo militarista se espera que todos obedezcan tranquilos, sí o sí (pregúntale a un cubano o a un coreano del norte).

2.9.13

Analistas declarando públicamente sobre política y economía

Salir declarando públicamente en medios de comunicación social (TV, radio, prensa, etc.), en medios sociales de comunicación (Twitter, Facebook, Blogs, etc.) o en libros, no es un acto espontáneo ni ingenuo. No es que "...iba pasando por enfrente de Globovisión y me llamaron para preguntarme algo y... no pude escaparme de la periodista...". Declarar públicamente tiene necesariamente un objetivo, la mayoría de las veces implícito, que se busca alcanzar con tal acción.

Como los objetivos de los analistas permanecen por lo general tan ocultos como la intencionalidad de su acción de declarar, muchos de ellos disimulan la alevosía con que declaran desde una supuesta objetividad de lo que están diciendo, tildándolo de "análisis", "resultados de estudios", etc. No pierda energía preguntándole por el objetivo que persiguen, ni investigando para quién "trabajan". Existe una manera más directa de darse cuenta de qué se traen entre manos.

Escúchelos con atención. Si en una situación tan inevitablemente polarizada como la venezolana, lo dicho por cualquier analista tiene consecuencias negativas para una parte y, naturalmente, positivas para la otra... ése analista "trabaja" para quien se beneficia de su declaración. Aunque no reciba (o no haya manera de constatar que recibe) dinero de la parte beneficiada, en ese sector de la política están sus jefes, o sus preferencias. Algunos de esos analistas insistirán en que sólo "alertan" con la verdad "duélale a quien le duela" pero si esa "alerta" se hace pública y afecta a una de las partes, ése analista definitivamente "trabaja" para la otra parte que se beneficia de su declaración.

Muchísima cantidad y calidad de análisis es estrictamente indispensable, para profundizar en el conocimiento de lo que nos sucede en Venezuela. No critico la actividad del analista, sino la irresponsabilidad o la cruel alevosía de hacer pública una información cuyas consecuencias afectan la lucha de un país por zafarse de una tiranía que lo está volviendo trizas. Sea veraz o no lo que se declare, lo importante es detectar las consecuencias de lo que se declara públicamente y mirar a quién beneficia.

Esto lo tengo presente cuando escucho o leo, por ejemplo, a Luis Vicente León de Datanalisis.

11.7.13

Vicariedades

"Como si" es una muletilla perfecta para introducirse en el mundo de lo vicario. Anoche escuchaba a una persona joven en radio que usaba "como si" de una manera exagerada, como si (jejeje) reconociera que vivimos sumergidos en un océano de experiencias vicarias. Así es, un océano, y me sentí tan perplejo como cuando me leí "Metaphors We Live By" de Lakoff and Johnson, libro en el que uno puede enterarse de que vivimos en un océano de metáforas (ésa es una metáfora), pero ahora me doy cuenta de que se trata del mismo océano en el que nos procuramos estar bajo recurrentes olas o tsunamis de experiencias vicarias.

Una experiencia vicaria es aquella en la cual sentimos (o vivimos) lo que observamos, leemos o escuchamos que vive otro, alguien más, distinto a nosotros. De hecho, hasta nosotros mismos podemos resultar ser como si fuéramos otros, en determinados momentos, sobre todo al fantasear soñando despiertos o al soñar mientras dormimos. No sé si ser actores, la profesión en la que se trata de ser otros, literalmente, lo podamos calificar también como vicario.

En todo caso, el mundo de lo vicario obliga a observar el procesamiento paralelo que ocurre cuando, sin dejar de sentir que seguimos siendo nosotros mismos, podemos sentir algo que percibimos que siente alguien más. Asignemos el signo negativo (-) a lo vicario y el positivo (+) a lo no-vicario, siendo este último lo que nos sucede directamente a cada uno de nosotros, sin carga vicaria. Consideremos que todo resultado positivo de un cálculo algebraico de experiencias (vicarias y no-vicarias) significa un aprendizaje; mientras que un resultado negativo, significa un desaprendizaje. No siempre será el aprendizaje algo deseable y el desaprendizaje algo despreciable. Así que la carga moral lineal de asociar positivo con bueno y negativo con malo, podemos apartarla a un lado.

Veamos un ejemplo. Si solamente leemos una receta de cocina (experiencia vicaria o "-") que alguien escribió (experiencia no vicaria o "+"), o vemos en TV (experiencia vicaria o "-") a un chef cocinando algún delicioso plato (experiencia no vicaria o "+"), y no compramos los ingredientes ni cocinamos ese delicioso plato nosotros mismos, tenemos: 1 * -1 = -1. O sea, un desaprendizaje. Si cocinamos el plato (experiencia no vicaria o "+") es un +1 que incluido en la ecuación (multiplicado), obtenemos: (1 * -1) * 1 = -1. Todavía no es suficiente para lograr un aprendizaje. Pero imaginemos que nuestra pareja o hijo prueba el delicioso plato (experiencia no vicaria o "+") y lo observamos sintiendo lo que siente (experiencia vicaria o "-"), entonces: ((1 * -1) * 1) * (1 * -1) = 1. Entonces, ¡algo aprendimos!

Esta matemática, esta álgebra de la experiencia, nos indica que si incorporamos a alguien que nos de feedback, a manera de experiencia vicaria, podemos lograr realmente aprender algo. Por el contrario, si solo consumimos experiencias vicarias, aunque pongamos en práctica lo vivido vicariamente, pero no incorporamos al otro (nuestra familia, nuestra comunidad, nuestro país...), entonces no estaremos aprovechando la oportunidad de aprender. Sólo cuando nos arriesgamos a hacer algo, desde cero, sin apoyo vicario, obtendremos un 1 positivo como aprendizaje directamente.

Podemos aprender tanto lo que nos convenga, como lo que no. Pero esa parte del álgebra no la he desarrollado todavía. Aunque aprender puede convenir siempre, siempre que podamos decidir libremente entre lo que vamos a poner en práctica o no.


3.7.13

Marcel Duchamp: Diseñador de la Postburguesía

Situémonos a una distancia de 100 años del presente, momento en el que la burguesía (entendiendo por burguesía la cultura y valores dominantes surgidos como causa/consecuencia de la revolución industrial) se encuentra si se quiere en la cúspide de su poder, pero también en un importante momento de transición. La Primera Guerra Mundial estallaba, enterrando unas de las últimas pretensiones de parte de la realeza de continuar dominando políticamente a Europa y así impedir el dominio generalizado de la burguesía.

A principios del siglo XX, científicos como Poincare, Einstein, Planck y Heisenberg, cuestionaban los modelos positivistas y excesivamente rígidos que la academia veneraba ante imágenes cuasi-religiosas de Newton, Euler, Bernoulli o Lavoisier. Artistas como Cezanne, Matisse, Gaugin, Van Goh, Braque o Picasso cuestionaban igualmente al arte como representación. De allí que impresionistas, fauvistas, cubistas se despedían de la imagen representacionista y se atrevían a explorar la otra imagen, la intervenida, la que casi habla y dificulta el simple ejercicio automático de contemplar. Igualmente ocurría en música con Stravinsky, o en danza con Nijinsky. También políticamente, Lenin hacía realidad el sueño marxista con su Revolución de Octubre y se comenzaba a asomar la posibilidad de que surgiera una nueva cultura que terminara sustituyendo a la burguesa dominante.

Dada la fortaleza de la cultura burguesa, el surgimiento de una nueva cultura quizás requería no sólo de diferentes ataques, sino también de un diseño que integrara congruentemente los nuevos valores, un diseño que resultara de la participación de uno o más diseñadores.

Quizás por esa necesidad Marcel Duchamp irrumpió en la escena.

Duchamp nace en Francia en 1887 y 81 años más tarde muere también en ese país. Su hogar fue el típico núcleo familiar tradicional burgués. Con padre oficinista, citadino y madre ama de casa, contó con las facilidades para crecer y educarse sin obstáculos. Era el tercero de los varones de la familia. Los mayores, Jacques y Raymond, a pesar de haber cursado estudios universitarios, decidieron ser artistas: el primero plástico y el segundo escultor. Son referencia para el menor, quien siguió sus pasos y comenzó también a pintar.

Se fue a Paris sin separarse radicalmente de su familia. Visitaba a sus hermanos regularmente, que ya vivían en esa ciudad, y también a sus padres que permanecían en Ruan, una pequeña ciudad de la provincia. Pero esto no le impidió comenzar su cuestionamiento radical del Arte. Se planteó ir más allá de la pintura retiniana e incluso más allá de la pintura en sí misma. Buscó incorporar ideas con, entre otras cosas, una especial dedicación a escoger temas y títulos para sus obras. Un tema recurrente fue el de la mujer y el sexo. Entre algunos ejemplos de títulos, tenemos: “Tránsito de virgen a novia”; “Desnudo bajando una escalera”; “La novia desnudada por su solteros, aún (El Gran Vidrio)”; “Dados: 1. La Cascada. 2. La Lámpara a Gas”. Duchamp hizo un viaje propio de un diseñador: fusionó pasión y razón, adentro y afuera, función y forma, máquina y ser vivo; emprendió así el viaje con destino a un cambio cultural profundo. Un cambio que implicaba rupturas, pero también continuidades. Un cambio diferente a otros que paralelamente competían para sustituir los valores culturales burgueses.

“Mucho mejor que cambiar de religión sería cambiar de sexo” dijo alguna vez y creó una personalidad femenina de sí mismo a quien llamó Rrose Selavy. Regresaba de Nueva York y Buenos Aires a Paris, para reencontrarse con sus amigos y artistas. Nunca se planteó divulgar cuestionamientos directos, como típicamente los miembros de las vanguardias (Cubismo, Dada, Surrealismo, etc.) acostumbraban a hacer con manifiestos altisonantes.
Su estrategia comunicacional descansaba sobre movimientos oblicuos e indirectos expresados a través de sus obras y de su propia apariencia personal. Cuestionaba al esquema patriarcal, a la familia nuclear, a los dogmatismos, a la artificial separación entre ciencia y arte, a la innecesaria división entre texto e imagen, entre imaginación y contemplación, entre lo que quedaba dentro y lo que permanecía fuera de museos y galerías. Ya hacía tiempo que se había preguntado a sí mismo: “¿Podemos hacer obras que no sean obras de arte?”

Duchamp alcanzó un reconocimiento incuestionable como intelectual y artista al haber culminado lo que consideró su gran obra, El Gran Vidrio, declarándola “definitivamente inacabada.” Reconoció entonces que su principal y casi única necesidad sería entonces “dedicarse a jugar ajedrez divinamente.” Sus obras por desarrollar, muy pocas por cierto, serían una especie de lo que hoy día llamamos instalaciones, esa combinación de arte y diseño de experiencias, propia también de los performances. El cambio cultural que planteaba paralelamente la Revolución Soviética terminaba triturado en las fauces del totalitarismo de Stalin que, junto al fascismo alemán, arremetía contra la cultura burguesa para impregnarla con un colectivismo de masas cosificado y utilitario que se adosaría a la producción industrial. Estallaba entonces la Segunda Guerra Mundial y la cultura burguesa triunfaría ante esos poderosos enemigos, pero comenzaría a sucumbir ante los cambios que Duchamp, entre otros, habían desatado treinta años antes. El Arte, la Música, la Ciencia y la Filosofía, habían comenzado a ser otra cosa. La cultura burguesa dominante fue desde entonces cambiando hasta alcanzar hoy día el modo postburgues de ver la vida, con valores más tolerantes, desapegados e integradores.

Duchamp se mudaría nuevamente a Estados Unidos. Allí continuó su actividad editorial, curatorial, comercial, como mercader del arte, y, tangencialmente, su actividad artística sin que, por supuesto, abandonara el ajedrez. La inversión de energía de cambio que hizo, le aportaba una creciente rentabilidad cultural. Como se atrevió a vivir una nueva cultura en carne propia, y además producir obras (que no eran lo que se consideraba tradicionalmente obras de arte) que sirvieron para comunicar socialmente ese gran cambio cultural, podemos afirmar que participó directamente en el diseño de esa nueva cultura que comenzaba a despuntar. Era un cambio que no se enfocaba en lo que moría, sino en lo que comenzaba a vivir. Un cambio más parecido a una evolución, que a una revolución. Tal como ocurría, por ejemplo, con la gradual incorporación del jazz en los 40s que luego desataba al rock & roll de los 50s y 60s.

Muy distinto a lo que hizo Mao y la Banda de los 4, quienes pretendieron transformar China con la perversa Revolución Cultural pero, afortunadamente, sin éxito.

Duchamp se hizo finalmente ciudadano norteamericano. Su influencia cultural fue creciendo haciéndose cada vez más extendida y variada. Sin embargo, él mismo había advertido desde hace tiempo, que se había ido quedando sin nuevas ideas. Su caso se me antoja como el de un delantero que mete varios goles en los primeros 15 minutos del primer tiempo y continúa en la cancha pero sin la urgencia de hacer subir el marcador. En otras palabras, el mandado ya estaba hecho. Como agravante, nunca tuvo el propósito de tener que ser proselitista. Recordemos que no vociferaba ni escribía manifiestos, como lo hicieron Tzara y Breton. Quizás el rasgo hipermediatico que la cultura postburguesa parece ir desarrollando hasta hoy día, no fue parte de su propuesta caracterizada por mayores grados de libertad e integración de saberes y experiencias, pero sin estridencias.

Duchamp recorre su última década en el siglo XX, la de los 60s, como toda una celebridad. Un sector del Museo de Arte de Filadelfia dedicado a su obra, reuniones con personajes como Andy Warhol, entrevistas a cada rato, explosión de tesis académicas y libros escritos sobre su vida y obra corroboraban la profundidad de la huella que estaba por dejar. Todo indica que en el tablero cultural Duchamp logró darle jaque mate a la cultura burguesa. El Rey Marcel y la Reina Rrose Selavy, con sus caballos, alfiles, torres y peones ready-made, lograron mover la sociedad burguesa hacia algo que hoy podríamos calificar culturalmente de postburguesía: las ciudades imponen su modo de vida urbano hasta en el campo; Internet conecta todo con todo y la opinión pública mundial considera como lo más avanzado son las sociedades más libres, más tolerantes, menos discriminantes, menos dogmáticas. No sé cómo plantear estas afirmaciones dentro del dipolo universalismo vs multiculturalismo, porque lo que percibo de Duchamp no parece moverse entre esos extremos. Quizás Duchamp propuso simplemente una burguesía 2.0 sin pretender que otras culturas con costumbres muy distintas adoptaran su hiperliberalismo. En todo caso, el diseño de sociedad que puede extraerse de sus planteamientos parece responder sólo a necesidades pertenecientes al contexto occidental.

Podría decirse que lo burgués entra en conflicto con lo postburgues (cosa que todavía ocurre porque subsiste una importante presencia de esa cultura, así como están presentes culturas anteriores como las feudales y tribales, aunque en menor medida), pero no sucede al revés. Los valores postburgueses son más una evolución de lo burgués que un enfrentamiento. Veamos de qué manera:



El mundo postburgues ha ido evolucionando entonces bajo un esquema participativo y totalmente voluntario. Autor y espectador, o creador y usuario de una obra, hacen equipo. Las separaciones se disuelven ante la posibilidad de recorrer juntos un camino que se hace al andar, explorando, sin equivocarse excepto por rechazar aprender o desaprender de cada experiencia. Duchamp superó, quizás inadvertidamente, no sólo al diseño egocéntrico, sino también al diseño empático, abriéndole la puerta al codiseño.

Lo sutil y su observación es otro rasgo importante que Duchamp intuye como parte del mundo postindustrial. No puede avanzar la sociedad del conocimiento si se desprecia lo más delicado, lo microscópico y hasta invisible. En un artículo que laí muy recientemente, se coloca una lista de las “10 ideas más grandiosas en la Historia de la Ciencia” muchas de las cuales se refieren a mecanismos sutiles, algunas obviamente más que otras, como por ejemplo: el ADN, los Átomos, la Simetría, la Mecánica Cuántica, los Límites de las Matemáticas, entre otras.

Duchamp hasta creó el concepto de Inframince (o Infraleve), neologismo que indica aquello “por debajo de lo leve” apuntando a situaciones o eventos como:
  • …calor de un asiento que se acaba de dejar
  • …un movimiento, una mirada, el paso previo a una acción, una pérdida
  • …lo que queda en el espejo cuando se deja de mirar

Decenas de libros han sido escritos sobre Duchamp. Fue declarado el artista más influyente del siglo XX, incluso por encima de Picasso. Pero tanto afán, tanta admiración podría dejarnos sin lo Infraleve. Duchamp nos propuso más libertad, más integración, más atención para darnos cuenta de lo maravilloso que cotidianamente nos rodea y no vemos, o no queremos ver. He ahí el paso para abrazar a la cultura postburguesa: comenzar a vivir el presente de acuerdo a lo que nos dicte el corazón y la mente, contradiciéndonos, desapegados, sin repetirnos.

9.6.13

Inflación: ¿Quieres entender?

Existe una escasez muy importante en Venezuela: la de explicaciones claras sobre la inflación. Es absurdo que economistas destacados sean tan poco útiles, al ser entrevistados por medios de comunicación masiva, en contribuir a que el gran público comprenda este fenómeno. Por un lado, son imprecisos al referirse a las causas; por el otro, utilizan términos tan técnicos que complican la transmisión de un mensaje claro y contundente.

En cuanto a causas, la situación es la siguiente: solamente el gobierno, incluyendo por supuesto al banco central como autoridad monetaria, es el responsable de la inflación. La inflación no es la consecuencia de conductas especulativas o de otras formas de irresponsabilidad ciudadana. La inflación ocurre porque las autoridades monetarias de un país no hacen bien su trabajo y porque el alto gobierno se comporta de manera irresponsable. La mayor manifestación de esa irresponsabilidad es que esas mismas autoridades pretendan hacernos creer a los ciudadanos que la culpa es nuestra. Si tenemos alguna culpa es la de haber votado por presidentes que escogen a tales autoridades. Pero difícilmente las campañas electorales tocan claramente este punto y en consecuencia ningún elector estaría en la posibilidad de defenderse de tal oferta engañosa.

Técnicamente la inflación es sin duda un fenómeno producido por quienes conducen las políticas económicas. ¿Cómo lo hacen? No es fácil visualizar cómo logran tal fechoría, pero todo lo que hacen tiene un fundamento, una motivación, que es el gran desprecio por la moneda nacional junto al exagerado respeto por la extranjera. La inflación es entonces una de las peores ofensas a la patria, a su soberanía, a sus valores.

Pero ¿Qué es la inflación?

No quiero dar explicaciones económicas. Voy a transcribir una serie de tuits que escribí hace unos días con la intención de dar claves para identificar este fenómeno y tomar consciencia de que debemos hacer algo como ciudadanos.

peor que AH1N1, tuberculosis y dengue juntas en ascensor dañado con millones de personas adentro...

cuando la mentalidad socialista contamina a las autoridades monetarias si es que toman algún tipo de decisión por sí mismas...

cuando hay abundancia de papel moneda que sirve para comprar cada vez menos cosas

cuando un gobierno crea un nuevo signo monetario dividiendo entre mil al anterior

otra cosa distinta a un barril de petróleo a $100 porque $100 es lo que están dispuestos a pagar compradores

distinta a subidas estacionales o accidentales de precios en mercados...

perverso engaño a quienes dependen del sueldo

darle palos a una piñata de la que solamente salen hojas secas, mientras dueño de la fiesta se queda con los regalos.

quitarle sentido común a la economía

una invitación al individualismo extremo de desconfiar de cualquier acuerdo de mediano-largo plazo.

despreciar luchas sindicales por la extrema caducidad de conquistas salariales...

magia que nos hace creer que estamos a diario jugando monopolio

cuando el gobierno se fortalece haciendo que los ciudadanos se debiliten

cuando ahorrar se vuelve un vintage.

cuando no hay alarma por billete que se quedo en el bluyin y salio percudío de la lavadora

cuando un viaje de vacaciones se parece a una complicada partida de ajedrez con riesgo de jaquemate

cuando para poder vivir tienes que buscar ingresos adicionales al sueldo

cuando usas billetes de Bs 100 a diario,que es el tope de la escala monetaria y no eres millonario.

Bajar la inflación es restarle poder a un gobierno irresponsable. La etapa superior de una alta inflación no es la hiperinflación sino la escasez profunda y extendida. Cuba en su precariedad económica es un país que fué más allá de la inflación, no por eliminarla, sino por hacerle perder sentido real a su moneda. No existe país socialista que tenga respeto por su propia moneda.

No me refiero al valor simbólico que el signo monetario pueda tener, sino a su eficiencia como servicio clave que regula el intercambio de bienes y servicios.

Socialismo es inflación. Inflación es deterioro. Socialismo es deterioro.

8.5.13

Un país en el aire, mientras tanto

Después de las elecciones del 14 de Abril, Venezuela está como si pasó una encrucijada a la que le fueron cambiadas las señales luego de pasar. La mayoría tomó el camino que correspondía al aviso que decía "cambio". Sin embargo, ese aviso fue inmediatamente modificado y dice otra cosa, dice algo como "siga con lo mismo".

Pero estamos recorriendo inevitablemente el camino del cambio, conducidos por alguien que insiste en convencernos de que no estamos donde estamos, sino en el camino de más de lo mismo. Esa mentira de la señal y del conductor no va a poder sostenerse porque el paisaje va a ser otro a medida que nos vayamos alejando de la encrucijada.

No importa que nos muestren fotos de la señal cambiada. No importa que el conductor designado insista en que no estamos en este, sino en el otro camino que no escogimos mayoritariamente. El recorrido lo irá diciendo por sí mismo, las máscaras caerán y la necesidad de cambiar de conductor se hará inevitable porque este vehículo no tiene retroceso.

Mientras tanto quizás nos sintamos como en el aire. Nos pedirán que miremos hacia el cielo o que nos limitemos a observarnos dentro del vehículo. Podrán tapar las ventanas y sólo conducirnos mientras esté oscuro.

Pero el camino ya es otro. El territorio es otro. Somos otros.

Mentirosos y engañadores pueden bajarse e ir a pie a donde quieran. O pueden quedarse porque en este viaje cabemos todos. Menos la mentira.

21.3.13

Estupidez tamaño oficio

Llego temprano a la Av. Francisco Solano con Pascual Navarro. Entre muchos papeles y calcomanías pegadas a los vidrios de la oficina pública a donde voy, dice en una hoja carta desteñida: "Horario: Lun-Vie 8am-4pm. Otorgamientos: 8:30am-2:30pm." Como a las 8:25, retrasado casi media hora, el portero abre la puerta, también de vidrio, y dice: "Pasen y siéntense."

Estoy allí para notariar un permiso de viaje corto para mi hijo adolescente. Ya exigir que "el escrito" vaya firmado por un abogado me parecía un exceso. "¿Qué complicación legal encierra esta gestión?" me preguntaba. En todo caso accedí y el día anterior pedí el favor a una vecina quien, amablemente, buscó su sello y lo estampó junto con su firma, por supuesto, luego de leer mi "opus legalae" (lo que escribí, humildemente, que pareciera que me quedó bien).

Carlo Cipolla escribió un genial Tratado sobre la Estupidez Humana que recordé luego de encontrarme ante lo que resultó ser una infructuosa gestión de papeleo. En ese tratado, Cipolla define la estupidez más o menos como lo que hacen personas que perjudican a los demás sin obtener ningún beneficio, o incluso incurriendo en perjuicios contra sí mismos.

Una gestión como la de sacar ese simple permiso me fue rechazada porque llevé "el escrito" en una hoja tamaño carta. "Ese escrito hay que entregarlo en hoja tamaño oficio" me indicó sádicamente el portero sin terminar de chequear todos los recaudos que había llevado (copias ampliadas de cédulas, partida de nacimiento, etc.). Una señora irrumpió para secundarlo, agregando que "todo abogado lo sabe, le han debido imprimir éso en una hoja oficio."

Intento argumentar que "el escrito" tiene tan pocas líneas que no hace falta un papel más grande. El portero, chorreando sarcasmo, me interrumpe para decir "si quiere se lo recibo, pero va a perder una hora, porque cuando salga de la revisión habrá sido de todos modos rechazado."

Tomo mi paquete de hojas. Salgo y camino por el Boulevard de Sabana Grande confirmando que Cipolla tiene también razón en otra de sus "leyes" que dice más o menos así: uno siempre subestima la cantidad de estúpidos en circulación. Quizás ese tipo de empleados no son exactamente los autores intelectuales de la "norma" que nos obliga a los ciudadanos a utilizar un tamaño de papel que, obviamente, no hacía falta para un escrito tan corto.

Es una estupidez tamaño oficio la que quizás se contagie por aire y también afecte a muchas oficinas en asuntos mucho más complejos como Control de Cambio, Compra de Armas, Sistema Eléctrico, etc., condenándonos a los venezolanos a una decreciente calidad de vida, pero sobre todo a una decreciente capacidad de diálogo, a un conformismo, a una fatalidad de tener que aceptar que se conduzca al país de una manera tan abusiva y eficientemente inútil.

Modificar las "normas" estúpidas podría incidir en un cambio de conducta de ese tipo de empleado que está para atendernos a los ciudadanos. Éso podría ocurrir, creemos, si presionamos a las autoridades para que cambien las normas. Y de pronto nos sacude Cipolla con otra ley que dice más o menos así: uno siempre sobre-estima su capacidad de lidiar con estúpidos.

Parece entonces que el camino será la lucha democrática por cambiar las actuales autoridades, pero asegurándonos de inocularles la lectura de Cipolla a las nuevas, para que les sirva como "vacuna" que impida que terminen haciendo lo mismo que le estamos criticando a quienes nos gobiernan hoy.

26.2.13

Estrés, Filosofía y viajes en Metro

Si abordo un buque sabiendo que el viaje durará una semana hasta llegar al próximo puerto, no tendría mucho sentido (si todo está bien) que atropelle a otros pasajeros en las rampas para entrar o salir antes que ellos.

Un viaje es un proceso que tiene un comienzo, un desarrollo y un final, y, como tal, tiene una duración. Esa duración puede estimarse con anticipación y aceptarla. No tendría sentido el apuro en la rampa de acceso al buque, si ya sabemos que eso no va a reducir la duración de nuestro viaje.

Pero viajar en Metro pareciese diferente. De alguna manera nos parece que podemos reducir la duración de nuestro viaje, pero probablemente a expensas del viaje de alguien más. Y lo hacemos, por lo general, no por perjudicar a nadie sino porque creemos que al reducir la duración de nuestro viaje, vamos a "ahorrar" tiempo.

Los veinte minutos que nos "ganamos" se convierten en el inicio más temprano de otra actividad posterior al viaje, pero estrictamente hablando esos minutos no quedan "depositados" en ninguna "cuenta de tiempo" para un uso ulterior. Si la actividad que teníamos pautada tiene una hora precisa de inicio (por ejemplo, ver una película en un cine) entonces la conducta atropellante para llegar a tiempo tiene, no una justificación, pero sí una explicación. Caso contrario, si no había tal condición de iniciar la siguiente actividad a una hora precisa o, peor, no tener nada planeado qué hacer al llegar a nuestro destino, entonces esa conducta atropellante sólo podría ser consecuencia de esa idea tan común, como tan ilusa, que tenemos de poder "ahorrar" tiempo.

Si uno es quien se queda en el andén esperando el próximo tren y la duración del viaje se nos alarga, emerge ese estrés de que estamos "perdiendo" tiempo y, para colmo, por culpa de otro. La idea del tiempo como sustancia (que se puede ahorrar o perder) nos coloca, sin darnos cuenta, en el filo del barranco del estrés. ¿Será posible sacudirnos esa creencia?

Saber que abordamos un Metro colapsado por mala administración y en horas pico, es muy similar a abordar un trasatlántico. La duración de ese largo viaje la podemos anticipar y si tenemos, al final del viaje, un encuentro (con alguien, con una película, etc.) es necesario salir antes.

O escoger mejores administradores de ese servicio público.. pero ese es otro asunto.

18.2.13

Imaginarios imaginados

Hace un tiempo recurrí al libro del antropólogo colombiano Armando Silva, Imaginarios Urbanos, como apoyo para dictar un seminario sobre Espacio y Cultura en América Latina. Me extrañó el uso del término imaginario porque, según creo entender, se refiere a grupos de imágenes que la gente, y en el caso particular del libro antes indicado, los ciudadanos, tiene en relación con algo como una ciudad, con la Historia, la Cultura o con lo que sea. Desde entonces me acecha la pregunta: ¿Cómo carrizo se hace para acceder a imágenes que otros tienen en sus mentes?

Como buen científico social, Silva utiliza instrumentos de observación y registro para (intentar) acceder a tales imágenes. Hace observaciones de la epidermis urbana tatuada con graffittis. Hace encuestas. Observa etnográficamente a comunidades específicas. Pero me vuelvo a preguntar: ¿Está de esa manera logrando acceder a las imágenes mentales que conforman los imaginarios?

No solamente Silva trabaja con tan elusivo asunto. Otros estudiosos utilizan esa categoría y con algo de impudicia (según creo) también tienen el atrevimiento de referirse "científicamente" a los contenidos de esa caja negra que es la mente y el alma de cada uno de nosotros, como si se tratase de una pecera transparente de agua cristalina. Por éso, creo que en todo caso quienes observan deberían referirse a imaginarios imaginados, a menos que reconozcan que se refieren a sus propias imágenes y que las expresan de la manera más genuina posible.

Si se quiere observar, está la conducta, o sea, lo que cualquiera de nosotros hace. Si un ciudadano desobedece un semáforo, no podemos saber lo que ese dispositivo de control del tránsito es en su imaginario, pero sí podemos registrar que con él no está funcionando bien en esa oportunidad. Quizás era de noche, no había tráfico y por lo tanto, no le quitó a nadie la oportunidad de pasar y además actuó preventivamente para evitar algún posible incidente de inseguridad. O quizás, era de día y fue un acto destempladamente violatorio de una mínima convivencia ciudadana.

Explicar conductas a través de imaginarios que nos imaginemos en otros no es descartable, pero luce condenadamente difícil y sólo posible a través del uso de capacidades extrasensoriales. Científicos sociales pueden imaginarse otro tipo de explicaciones, en clave de abducción, sin dejar de ser científicos. El problema lo encuentro cuando el científico social afirma, de manera tajante, que accedió en su investigación al imaginario de unos ciudadanos y se nos aproxima como si se encontró en la calle una colección de barajitas, para describirnoslas así, tranquilamente, sin el menor pudor.

8.1.13

Consecuencias de entender el tiempo como duración, coordenada y orden

En el post anterior, Tres relojes, propongo tácitamente prescindir de la noción de tiempo como dimensión. Esa idea de creer que existe el tiempo independientemente de lo que hagamos, nos perjudica de distintas maneras. Aunque algún beneficio traerá o, de lo contrario, la habríamos descartado "hace tiempo".

Es perjudicial creer que el tiempo "pasa" porque nos parece que es como agua de un río y que entonces podemos tanto "perderlo" como también "ganarlo o acumularlo." De allí que la metáfora "tiempo es dinero" resulte tan natural y tan angustiante. A todos (al menos en Occidente) nos ha embargado la típica desazón de que estamos "perdiendo" el tiempo en el tráfico, en algún cine o sala de conciertos, en alguna oficina pública o privada o, incluso, en nuestra propia casa.

¿Qué pasaría si comenzamos a sentir el tiempo como duración de algo que hacemos y nos ocupamos de cómo hacer mejor éso que estemos haciendo, en lugar de preocuparnos porque "se nos está yendo" el tiempo sin aprovecharlo?

Sentir que lo perdemos es culturalmente fácil de percibir, sin embargo, ganar o ahorrar tiempo no lo es tanto. Decimos que lo ahorramos cuando sentimos que no lo perdimos, pero difícilmente podemos afirmar que disponemos de una cuenta de ahorro de días para gastarlos en cualquier momento que los necesitemos. Los días no existen como tales, son sólo maneras de hablar sobre vueltas que da la Tierra sobre su eje.

Por el contrario, sí podemos ahorrar espacio. Cuando decidimos botar cachivaches (cosas viejas), áreas completas de nuestra casa se liberan para utilizarlas de distintas formas. Al igual que cuando compramos el terreno de al lado, podemos ampliar la vivienda o construir la piscina que siempre quisimos tener.

Por eso la dimensión espacial es, para mí, clara y no es comparable a la temporal. Quizás me exceda con lo que voy a decir pero creo que tampoco deberíamos usar el término que Einstein acuñó para ayudar a comprender la teoría de la relatividad: "espacio-tiempo." Creo que usó ese nombre compuesto para no causar un escándalo diciendo que lo que realmente existe como dimensión es el espacio y el tiempo es sólo una amalgama de conceptos útiles (duración, coordenadas temporales y conjugación de verbos) que está mezclada con creencias no tan útiles.

Pero alguna utilidad debe haber tenido la creencia en el tiempo como dimensión. Lanzo como primera hipótesis la utilidad filosófica. Las grandes preguntas como ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué somos? implican la búsqueda de un origen y con ella tanto el viaje hacia "atrás" en el tiempo, y si podemos plantearnos ese viaje, entonces también existe la posibilidad de viajar hacia "adelante."

Así quedó construído un eje que fuimos elevando a la categoría de dimensión, sin percatarnos de que sólo teníamos la necesidad de contarnos una historia y que el lenguaje nos lo facilitaba.