Blog personal en el que...

Escribo sobre temas que me interesan, me afectan, me gustan, me intrigan: algo bastante sobre política, pero también hay de urbanismo, diseño y temas diversos.

11.10.18

Narcisismo, ornato público y política

El vínculo entre narcisismo y política pareciera darse por el lado de la vanidad, del querer verse bien, atractivo, y por esa vía realizar uno de los deseos más típicamente narcisistas: ser admirado. Si bien algo así no deja de ser cierto, el asunto tiene otros aspectos menos visibles aunque mucho más relevantes. Detrás de los gastos visibles, hay inversiones que se dejan de hacer, pero abordemos esto poco a poco.

"It's better to look good than to feel good" fue una frase famosa de Billy Crystal en el SNL (Saturday Night Life) de los 80s. Y esa como que es la directriz programática de muchas de las intervenciones que alcaldías, gobernaciones y gobierno nacional hacen desde hace décadas en las ciudades venezolanas. Por ejemplo, pintar de amarillo la totalidad de los bordes e islas de las vías no sólo es de mal gusto, sino innecesario, lo que lo convierte en un despilfarro de recursos. Así como esas intervenciones hay otras similares que, por cierto, Cheo Carvajal (@Caracasapie) ha reseñado en una muy equilibrada crítica al plan "Juntos todo es posible" con el que Maduro adelanta próximas campañas electorales dirigidas (y esto lo afirmo yo) a disfrazar de democracia una pestilente tiranía. (Post de Cheo en Facebook)

Ese empeño en el ornato de los espacios públicos indica una conexión superficial de muchos políticos con los rasgos vanidosos del narcisismo que encuentran eco (Eco forma parte del mito, casualmente) con sectores amplios de la población. Los políticos aparentan querer a la ciudad y los ciudadanos aplauden ese tipo de intervenciones, olvidando que sin agua, cloacas, trabajo, electricidad, aseo urbano, etc., esa manera de gastar recursos escasos es realmente absurda. Pero los especialistas en campañas políticas les recomiendan hacerlo "para que se vea que trabajan", así procuran más votos y puedan ser reelectos. Más votos, más poder. ¿Qué quiere usualmente un narcisista? Control y poder. Si además lo puede lograr con medidas exclusivamente estéticas y cosméticas, ¡qué coincidencia tan afortunada!

En ocasiones, hasta los especialistas en ciudades sobreestimamos el llamado urbanismo táctico o intervenciones/instalaciones efímeras que en otras latitudes buscan humanizar ciudades del primer mundo. Esas ciudades en lo básico funcionan bastante bien, pero las nuestras están sumergidas en un desastre humanitario de desempleo, basura, caos de transporte, etc., por lo que, más que lo táctico y lo efímero, acá requerimos lo estratégico. Hasta en las juntas de condominio se encuentran esas recomendaciones tácticas decorativas "para que los morosos se animen a pagar."

Lo que sucede con nuestra cultura es grave por el lamentable grado de narcisismo alcanzado y que, por su propia naturaleza, se hace difícil de revertir. El narcisista siempre está clarísimo en lo que que quiere y se siente especial. Hacerle observaciones, llamarle la atención, decirle que se aparte para hacer las cosas de otra manera va a encontrar todo tipo de resistencias y contrataques.

Son narcisistas muchos de los políticos y sus asesores, sean oficialistas u opositores. Son narcisistas vastos sectores de la población, que todavía estén acá o que ya hayan migrado. Son narcisistas muchas instituciones como la militar, las academias, los gremios, los grupos de interes y las ONGs. El principal rasgo narcisista es la falta de empatía: no importarle lo que le pase a los demás, o sea al país en general. De no colaborar para salir de los problemas comunes, los narcisistas pueden pasar a hacer daño deliberadamente, pasando así a la categoría de sociópatas, al cometer delitos horrorosos.

Las violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos son claras evidencias de la existencia de autoridades que son narcisistas sociópatas. Toda tiranía es delito de lesa humanidad. Para poder negociar exitosamente una transición con los principales voceros de un régimen así, es imprescindible que el más competente conocimiento psicológico disponible sea utilizado para seleccionar quiénes y cómo lo harán. Hasta el presente, los "diálogos" han sido reuniones narcisísticas en las que "verse bien era más importante que sentirse bien" con los resultados para el país (una clarísima falta de empatía con lo que le sucede a la mayoría de los venezolanos).

6.10.18

Narcisos anónimos (*)

Hay temas que me llaman la atención y como consecuencia lógica de ello, comienzo a leer y a buscar en Google casi febrilmente, como obsesionado. Como si eso fuese poco, esos demonios temáticos también invaden mis comentarios en Twitter y mis conversaciones en casa, con amigos y hasta con desconocidos. Hace un tiempo la modernidad y su relación con los derechos humanos me atraparon. Desde hace pocas semanas, el narcisismo me llegó por alguna razón que todavía no sé con precisión cuál sería, pero aquí está.

El mito
El mito de Narciso nunca me llamó demasiado la atención, en cambio el narcisismo como desorden de la conducta humana recientemente sí. Lo poco atractivo que me resultaba ese mito probablemente hizo que tampoco le hiciese caso, por décadas, a ese particular desorden de la personalidad. Tenía una noción vaga del mito: Narciso era tan bello que cuando se vió en un pozo de agua cristalina, le gustó tanto la imagen, que quiso estar más cerca y se ahogó; luego, después de morir, se convirtió en flor.


No tomé en cuenta a Eco, su ninfa enamorada, ni a las demás personas que interactuaron con este joven particularmente atractivo. Simplemente pensaba que el mito se refería a las consecuencias que la vanidad puede ocasionar en personas intensamente vanidosas, al deslumbrarse por ser dueños de una extraordinaria belleza externa o alguna otra característica superlativa. Pero el mito también hace referencia a la rudeza y a la falta absoluta de empatía que Narciso desplegó hacia todos con quienes se relacionaba. Es este último aspecto y no la vanidad, lo que aparentemente se toma más en cuenta en el campo psicológico, para considerarlo un desorden de la personalidad.

El desorden
Es curioso que al narcisismo no se le considere una enfermedad mental, sino un desorden. La razón que algunos especialistas esgrimen es que quien es narcisista no sufre por ello, sino que hace sufrir a aquellos con quienes se relaciona. Aceptando esto, de todos modos mi curiosidad se mantenía en cuanto a por qué se le etiqueta como desorden. Si se define como desorden, es porque existe un orden contra el cual es comparado. Más adelante tocaré este punto. Por ahora, definamos un poco más en detalle este tipo de desorden.

Según el DSM-V personas con trastorno narcisista de la personalidad se caracterizan así:

  1. Sienten un excesivo sentido de grandiosidad.
  2. Están permanentemente preocupados por fantasías de poder, éxito, belleza o amor.
  3. Son personas que se creen especiales y que intentan que su estatus sea reconocido.
  4. Exigen una admiración excesiva por parte de los demás.
  5. Manifiestan su sensación de "estar en su derecho". Esto es, tienen expectativas irracionales sobre el trato que merecen.
  6. Sacan provecho de las demás personas para sus propios fines (maquiavelismo).
  7. Falta de empatía, es decir, son incapaces de identificarse o reconocer los sentimientos y emociones de las demás personas.
  8. Sienten envidia de los demás, o creen que los demás sienten envidia.
  9. Tienden a ser arrogantes.

Digamos que de estos 9 rasgos, 7 de ellos tienen más relación con la vanidad y 2 con el trato que dan a otras personas. Este segundo grupo corresponde a los puntos 6 y 7. Este par de rasgos es lo que realmente define el desorden de manera relevante porque son los que tienen consecuencias perjudiciales hacia las personas que se relacionen con narcisistas. De hecho, los otros rasgos podrían hasta ser tomados como positivos en tanto aspiracionales: querer ser el "mejor"; exigir "derechos"; esforzarse por ser "admirado", etc. En conclusión, la característica clave del narcisismo es la falta total de empatía que lleva a la persona con este desorden a usar (y hasta maltratar) a los demás.

Retomando el asunto del orden, si el desorden consiste principalmente en la falta de empatía, el orden estaría en la presencia de empatía. Al respecto, mi hipótesis es que la empatía y con ella el altruismo, la solidaridad y el trabajo en equipo, son parte de un orden natural: esto es que la especie humana no habría llegado evolutivamente a ser lo que es, si no hubiese habido empatía y altruismo entre los miembros de esta especie. En consecuencia, quienes carecen de empatía pueden perjudicar los logros de la humanidad, tanto los ya alcanzados como los posibles logros humanos a futuro.

Cultura narcisista
Dados los 9 rasgos arriba mencionados, es muy fácil que los narcisistas sean confundidos con personas que no lo son: personas con alta autoestima no necesariamente son narcisistas; personas extremadamente hermosas no necesariamente son narcisistas; personas increíblemente inteligentes no necesariamente son narcisistas; personas muy capaces y exitosas no necesariamente son narcisistas; personas extrovertidas e histriónicas no necesariamente son narcisistas. En fin, es la falta de empatía la que definitivamente caracteriza el desorden y, por lo tanto, lo que se debe intentar corregir.

Ser empático puede resumirse en esa máxima ética de "no hagas a otro lo que no te gustaría que te hicieran a tí." Como dice Chambao en la canción "Lo verás" de hace unos cuantos años:

Que quien no engaña, no le engañan
Que quien no miente, no le mienten
Y el que perdona, le perdonan
El que respeta, le respetan
El que comprende, le comprenden
Y a quien escucha, se le escucha
A quien pide se le da, si sabe lo que pide y cómo llamar

Video en youtube de "Lo verás"

Sin embargo, el narcisismo como falta de empatía ha sido demasiado normalizado. En buena medida se debe a que muchas personas en posiciones importantes se han comportado de esa manera y el resto los ha copiado. De hecho, especialistas dividen a los narcisistas en 3 tipos: los grandiosos (muy extrovertidos y llamativos); los encubiertos (introvertidos y resentidos, pero igualmente faltos de empatía); y los comunitarios (sean extrovertidos o introvertidos, aparentan empatía para ser admirados, pero no porque realmente les importe la gente).

Desde posiciones importantes se lanzan excusas para justificar la poca o ninguna empatía hacia la gente, utilizando argumentos como: eficiencia, prioridades o falta de tiempo, diferencias en cuanto a quién merece qué o discriminación, etc. El machismo podría verse como una variante del narcisismo, ya que culturalmente autorizaría a los de sexo masculino a tener ciertas conductas y prerrogativas que las de sexo femenino no tendrían. Y así, cualquier forma de tribalismo identitario podría tener conexión con la normalización del narcisismo socialmente aceptado que divide a la gente en nosotros vs ellos, sin que exista la menor culpa ante los abusos que puedan emerger. Esto por supuesto es premoderno y se conecta con mi tesis de que lo más esencialmente moderno no son los rascacielos en las ciudades, el uso de tecnología avanzada o el que se decidan asuntos a través de votaciones; lo moderno es el respeto a los derechos humanos y para que ocurra de manera sostenible, la empatía es una condición indispensable. Los narcisistas no entienden la importancia de los derechos humanos y mucho menos que sean globales, universales.

Narcisos anónimos (*)
Tener rasgos narcisistas es algo que todos en algún momento de nuestras vidas, tenemos inevitablemente. Los casos más graves y, sobre todo, los relacionados con personas en posiciones de liderazgo, requerirían de un tratamiento parecido al de los AA (alcohólicos anónimos): el dejar de beber equivaldría a comenzar a ser empático. Y así como en las sociedades se busca controlar el consumo de alcohol con educación y restricciones etarias, horarias, espaciales y protocolares; así mismo se debe buscar promover la empatía como un rasgo fundamental de la vida en sociedad.

La falta de empatía en instituciones y empresas, tanto públicas como privadas, causa enormes daños a todos. Culturalmente hemos llegado a un punto en el que personas con agudos niveles de narcisismo están ocupando altas posiciones de poder y desde allí hacen grandes daños. Dado lo confuso que me resultaba el mito y la caracterización psicológica de ese desorden, no me extrañó que no haya tenido suficientes "anticuerpos" para detectar en mí y en otros esos rasgos. No detectarlos como desorden implica que se consideran parte de lo normal y mientras eso ocurre no se hace nada.

En un próximo artículo, intentaré hacer conexiones entre narcicismo y política en Venezuela. Ya esa conexión se ha comenzado a tomar muy en serio en Estados Unidos a partir de la presidencia de Donald Trump, de quien parece no haber duda de que se trata de una persona muy narcisista. También el grupo inglés Behavioural Insight Team, que hace análisis, diseño e implementación de políticas públicas, ha incursionado en promover la empatía para lograr mejores resultados en iniciativas gubernamentales de distintos países.

Es importante este asunto. El narcisismo quizás sea útil tanto para explicar el establecimiento de una tiranía en Venezuela (y la diversidad y profundidad de los daños que produce), así como para entender por qué la oposición no ha logrado atajarla y superarla (ni atraer un apoyo internacional más contundente). Y cierro con esta frase de los especialistas en ontología del lenguaje: no hablamos de lo que vemos; vemos aquello de lo que comenzamos a hablar. Hablemos de narcisismo para detectarlo y hacer algo al respecto.


(*) Este título se lo debo a mi hija Sarah. Esta nota sirve para reconocerle su crédito, tal como se lo prometí hacer.