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Escribo sobre temas que me interesan, me afectan, me gustan, me intrigan: algo bastante sobre política, pero también hay de urbanismo, diseño y temas diversos.

26.2.13

Estrés, Filosofía y viajes en Metro

Si abordo un buque sabiendo que el viaje durará una semana hasta llegar al próximo puerto, no tendría mucho sentido (si todo está bien) que atropelle a otros pasajeros en las rampas para entrar o salir antes que ellos.

Un viaje es un proceso que tiene un comienzo, un desarrollo y un final, y, como tal, tiene una duración. Esa duración puede estimarse con anticipación y aceptarla. No tendría sentido el apuro en la rampa de acceso al buque, si ya sabemos que eso no va a reducir la duración de nuestro viaje.

Pero viajar en Metro pareciese diferente. De alguna manera nos parece que podemos reducir la duración de nuestro viaje, pero probablemente a expensas del viaje de alguien más. Y lo hacemos, por lo general, no por perjudicar a nadie sino porque creemos que al reducir la duración de nuestro viaje, vamos a "ahorrar" tiempo.

Los veinte minutos que nos "ganamos" se convierten en el inicio más temprano de otra actividad posterior al viaje, pero estrictamente hablando esos minutos no quedan "depositados" en ninguna "cuenta de tiempo" para un uso ulterior. Si la actividad que teníamos pautada tiene una hora precisa de inicio (por ejemplo, ver una película en un cine) entonces la conducta atropellante para llegar a tiempo tiene, no una justificación, pero sí una explicación. Caso contrario, si no había tal condición de iniciar la siguiente actividad a una hora precisa o, peor, no tener nada planeado qué hacer al llegar a nuestro destino, entonces esa conducta atropellante sólo podría ser consecuencia de esa idea tan común, como tan ilusa, que tenemos de poder "ahorrar" tiempo.

Si uno es quien se queda en el andén esperando el próximo tren y la duración del viaje se nos alarga, emerge ese estrés de que estamos "perdiendo" tiempo y, para colmo, por culpa de otro. La idea del tiempo como sustancia (que se puede ahorrar o perder) nos coloca, sin darnos cuenta, en el filo del barranco del estrés. ¿Será posible sacudirnos esa creencia?

Saber que abordamos un Metro colapsado por mala administración y en horas pico, es muy similar a abordar un trasatlántico. La duración de ese largo viaje la podemos anticipar y si tenemos, al final del viaje, un encuentro (con alguien, con una película, etc.) es necesario salir antes.

O escoger mejores administradores de ese servicio público.. pero ese es otro asunto.

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