Blog personal en el que...

Escribo sobre temas que me interesan, me afectan, me gustan, me intrigan: algo bastante sobre política, pero también hay de urbanismo, diseño y temas diversos.

11.10.18

Narcisismo, ornato público y política

El vínculo entre narcisismo y política pareciera darse por el lado de la vanidad, del querer verse bien, atractivo, y por esa vía realizar uno de los deseos más típicamente narcisistas: ser admirado. Si bien algo así no deja de ser cierto, el asunto tiene otros aspectos menos visibles aunque mucho más relevantes. Detrás de los gastos visibles, hay inversiones que se dejan de hacer, pero abordemos esto poco a poco.

"It's better to look good than to feel good" fue una frase famosa de Billy Crystal en el SNL (Saturday Night Life) de los 80s. Y esa como que es la directriz programática de muchas de las intervenciones que alcaldías, gobernaciones y gobierno nacional hacen desde hace décadas en las ciudades venezolanas. Por ejemplo, pintar de amarillo la totalidad de los bordes e islas de las vías no sólo es de mal gusto, sino innecesario, lo que lo convierte en un despilfarro de recursos. Así como esas intervenciones hay otras similares que, por cierto, Cheo Carvajal (@Caracasapie) ha reseñado en una muy equilibrada crítica al plan "Juntos todo es posible" con el que Maduro adelanta próximas campañas electorales dirigidas (y esto lo afirmo yo) a disfrazar de democracia una pestilente tiranía. (Post de Cheo en Facebook)

Ese empeño en el ornato de los espacios públicos indica una conexión superficial de muchos políticos con los rasgos vanidosos del narcisismo que encuentran eco (Eco forma parte del mito, casualmente) con sectores amplios de la población. Los políticos aparentan querer a la ciudad y los ciudadanos aplauden ese tipo de intervenciones, olvidando que sin agua, cloacas, trabajo, electricidad, aseo urbano, etc., esa manera de gastar recursos escasos es realmente absurda. Pero los especialistas en campañas políticas les recomiendan hacerlo "para que se vea que trabajan", así procuran más votos y puedan ser reelectos. Más votos, más poder. ¿Qué quiere usualmente un narcisista? Control y poder. Si además lo puede lograr con medidas exclusivamente estéticas y cosméticas, ¡qué coincidencia tan afortunada!

En ocasiones, hasta los especialistas en ciudades sobreestimamos el llamado urbanismo táctico o intervenciones/instalaciones efímeras que en otras latitudes buscan humanizar ciudades del primer mundo. Esas ciudades en lo básico funcionan bastante bien, pero las nuestras están sumergidas en un desastre humanitario de desempleo, basura, caos de transporte, etc., por lo que, más que lo táctico y lo efímero, acá requerimos lo estratégico. Hasta en las juntas de condominio se encuentran esas recomendaciones tácticas decorativas "para que los morosos se animen a pagar."

Lo que sucede con nuestra cultura es grave por el lamentable grado de narcisismo alcanzado y que, por su propia naturaleza, se hace difícil de revertir. El narcisista siempre está clarísimo en lo que que quiere y se siente especial. Hacerle observaciones, llamarle la atención, decirle que se aparte para hacer las cosas de otra manera va a encontrar todo tipo de resistencias y contrataques.

Son narcisistas muchos de los políticos y sus asesores, sean oficialistas u opositores. Son narcisistas vastos sectores de la población, que todavía estén acá o que ya hayan migrado. Son narcisistas muchas instituciones como la militar, las academias, los gremios, los grupos de interes y las ONGs. El principal rasgo narcisista es la falta de empatía: no importarle lo que le pase a los demás, o sea al país en general. De no colaborar para salir de los problemas comunes, los narcisistas pueden pasar a hacer daño deliberadamente, pasando así a la categoría de sociópatas, al cometer delitos horrorosos.

Las violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos son claras evidencias de la existencia de autoridades que son narcisistas sociópatas. Toda tiranía es delito de lesa humanidad. Para poder negociar exitosamente una transición con los principales voceros de un régimen así, es imprescindible que el más competente conocimiento psicológico disponible sea utilizado para seleccionar quiénes y cómo lo harán. Hasta el presente, los "diálogos" han sido reuniones narcisísticas en las que "verse bien era más importante que sentirse bien" con los resultados para el país (una clarísima falta de empatía con lo que le sucede a la mayoría de los venezolanos).

6.10.18

Narcisos anónimos (*)

Hay temas que me llaman la atención y como consecuencia lógica de ello, comienzo a leer y a buscar en Google casi febrilmente, como obsesionado. Como si eso fuese poco, esos demonios temáticos también invaden mis comentarios en Twitter y mis conversaciones en casa, con amigos y hasta con desconocidos. Hace un tiempo la modernidad y su relación con los derechos humanos me atraparon. Desde hace pocas semanas, el narcisismo me llegó por alguna razón que todavía no sé con precisión cuál sería, pero aquí está.

El mito
El mito de Narciso nunca me llamó demasiado la atención, en cambio el narcisismo como desorden de la conducta humana recientemente sí. Lo poco atractivo que me resultaba ese mito probablemente hizo que tampoco le hiciese caso, por décadas, a ese particular desorden de la personalidad. Tenía una noción vaga del mito: Narciso era tan bello que cuando se vió en un pozo de agua cristalina, le gustó tanto la imagen, que quiso estar más cerca y se ahogó; luego, después de morir, se convirtió en flor.


No tomé en cuenta a Eco, su ninfa enamorada, ni a las demás personas que interactuaron con este joven particularmente atractivo. Simplemente pensaba que el mito se refería a las consecuencias que la vanidad puede ocasionar en personas intensamente vanidosas, al deslumbrarse por ser dueños de una extraordinaria belleza externa o alguna otra característica superlativa. Pero el mito también hace referencia a la rudeza y a la falta absoluta de empatía que Narciso desplegó hacia todos con quienes se relacionaba. Es este último aspecto y no la vanidad, lo que aparentemente se toma más en cuenta en el campo psicológico, para considerarlo un desorden de la personalidad.

El desorden
Es curioso que al narcisismo no se le considere una enfermedad mental, sino un desorden. La razón que algunos especialistas esgrimen es que quien es narcisista no sufre por ello, sino que hace sufrir a aquellos con quienes se relaciona. Aceptando esto, de todos modos mi curiosidad se mantenía en cuanto a por qué se le etiqueta como desorden. Si se define como desorden, es porque existe un orden contra el cual es comparado. Más adelante tocaré este punto. Por ahora, definamos un poco más en detalle este tipo de desorden.

Según el DSM-V personas con trastorno narcisista de la personalidad se caracterizan así:

  1. Sienten un excesivo sentido de grandiosidad.
  2. Están permanentemente preocupados por fantasías de poder, éxito, belleza o amor.
  3. Son personas que se creen especiales y que intentan que su estatus sea reconocido.
  4. Exigen una admiración excesiva por parte de los demás.
  5. Manifiestan su sensación de "estar en su derecho". Esto es, tienen expectativas irracionales sobre el trato que merecen.
  6. Sacan provecho de las demás personas para sus propios fines (maquiavelismo).
  7. Falta de empatía, es decir, son incapaces de identificarse o reconocer los sentimientos y emociones de las demás personas.
  8. Sienten envidia de los demás, o creen que los demás sienten envidia.
  9. Tienden a ser arrogantes.

Digamos que de estos 9 rasgos, 7 de ellos tienen más relación con la vanidad y 2 con el trato que dan a otras personas. Este segundo grupo corresponde a los puntos 6 y 7. Este par de rasgos es lo que realmente define el desorden de manera relevante porque son los que tienen consecuencias perjudiciales hacia las personas que se relacionen con narcisistas. De hecho, los otros rasgos podrían hasta ser tomados como positivos en tanto aspiracionales: querer ser el "mejor"; exigir "derechos"; esforzarse por ser "admirado", etc. En conclusión, la característica clave del narcisismo es la falta total de empatía que lleva a la persona con este desorden a usar (y hasta maltratar) a los demás.

Retomando el asunto del orden, si el desorden consiste principalmente en la falta de empatía, el orden estaría en la presencia de empatía. Al respecto, mi hipótesis es que la empatía y con ella el altruismo, la solidaridad y el trabajo en equipo, son parte de un orden natural: esto es que la especie humana no habría llegado evolutivamente a ser lo que es, si no hubiese habido empatía y altruismo entre los miembros de esta especie. En consecuencia, quienes carecen de empatía pueden perjudicar los logros de la humanidad, tanto los ya alcanzados como los posibles logros humanos a futuro.

Cultura narcisista
Dados los 9 rasgos arriba mencionados, es muy fácil que los narcisistas sean confundidos con personas que no lo son: personas con alta autoestima no necesariamente son narcisistas; personas extremadamente hermosas no necesariamente son narcisistas; personas increíblemente inteligentes no necesariamente son narcisistas; personas muy capaces y exitosas no necesariamente son narcisistas; personas extrovertidas e histriónicas no necesariamente son narcisistas. En fin, es la falta de empatía la que definitivamente caracteriza el desorden y, por lo tanto, lo que se debe intentar corregir.

Ser empático puede resumirse en esa máxima ética de "no hagas a otro lo que no te gustaría que te hicieran a tí." Como dice Chambao en la canción "Lo verás" de hace unos cuantos años:

Que quien no engaña, no le engañan
Que quien no miente, no le mienten
Y el que perdona, le perdonan
El que respeta, le respetan
El que comprende, le comprenden
Y a quien escucha, se le escucha
A quien pide se le da, si sabe lo que pide y cómo llamar

Video en youtube de "Lo verás"

Sin embargo, el narcisismo como falta de empatía ha sido demasiado normalizado. En buena medida se debe a que muchas personas en posiciones importantes se han comportado de esa manera y el resto los ha copiado. De hecho, especialistas dividen a los narcisistas en 3 tipos: los grandiosos (muy extrovertidos y llamativos); los encubiertos (introvertidos y resentidos, pero igualmente faltos de empatía); y los comunitarios (sean extrovertidos o introvertidos, aparentan empatía para ser admirados, pero no porque realmente les importe la gente).

Desde posiciones importantes se lanzan excusas para justificar la poca o ninguna empatía hacia la gente, utilizando argumentos como: eficiencia, prioridades o falta de tiempo, diferencias en cuanto a quién merece qué o discriminación, etc. El machismo podría verse como una variante del narcisismo, ya que culturalmente autorizaría a los de sexo masculino a tener ciertas conductas y prerrogativas que las de sexo femenino no tendrían. Y así, cualquier forma de tribalismo identitario podría tener conexión con la normalización del narcisismo socialmente aceptado que divide a la gente en nosotros vs ellos, sin que exista la menor culpa ante los abusos que puedan emerger. Esto por supuesto es premoderno y se conecta con mi tesis de que lo más esencialmente moderno no son los rascacielos en las ciudades, el uso de tecnología avanzada o el que se decidan asuntos a través de votaciones; lo moderno es el respeto a los derechos humanos y para que ocurra de manera sostenible, la empatía es una condición indispensable. Los narcisistas no entienden la importancia de los derechos humanos y mucho menos que sean globales, universales.

Narcisos anónimos (*)
Tener rasgos narcisistas es algo que todos en algún momento de nuestras vidas, tenemos inevitablemente. Los casos más graves y, sobre todo, los relacionados con personas en posiciones de liderazgo, requerirían de un tratamiento parecido al de los AA (alcohólicos anónimos): el dejar de beber equivaldría a comenzar a ser empático. Y así como en las sociedades se busca controlar el consumo de alcohol con educación y restricciones etarias, horarias, espaciales y protocolares; así mismo se debe buscar promover la empatía como un rasgo fundamental de la vida en sociedad.

La falta de empatía en instituciones y empresas, tanto públicas como privadas, causa enormes daños a todos. Culturalmente hemos llegado a un punto en el que personas con agudos niveles de narcisismo están ocupando altas posiciones de poder y desde allí hacen grandes daños. Dado lo confuso que me resultaba el mito y la caracterización psicológica de ese desorden, no me extrañó que no haya tenido suficientes "anticuerpos" para detectar en mí y en otros esos rasgos. No detectarlos como desorden implica que se consideran parte de lo normal y mientras eso ocurre no se hace nada.

En un próximo artículo, intentaré hacer conexiones entre narcicismo y política en Venezuela. Ya esa conexión se ha comenzado a tomar muy en serio en Estados Unidos a partir de la presidencia de Donald Trump, de quien parece no haber duda de que se trata de una persona muy narcisista. También el grupo inglés Behavioural Insight Team, que hace análisis, diseño e implementación de políticas públicas, ha incursionado en promover la empatía para lograr mejores resultados en iniciativas gubernamentales de distintos países.

Es importante este asunto. El narcisismo quizás sea útil tanto para explicar el establecimiento de una tiranía en Venezuela (y la diversidad y profundidad de los daños que produce), así como para entender por qué la oposición no ha logrado atajarla y superarla (ni atraer un apoyo internacional más contundente). Y cierro con esta frase de los especialistas en ontología del lenguaje: no hablamos de lo que vemos; vemos aquello de lo que comenzamos a hablar. Hablemos de narcisismo para detectarlo y hacer algo al respecto.


(*) Este título se lo debo a mi hija Sarah. Esta nota sirve para reconocerle su crédito, tal como se lo prometí hacer.

15.8.18

Modernidad con una "gota" de postmodernidad

Modernidad con una "gota" de postmodernidad

La modernidad como conjunto de valores nacidos esencialmente en la Ilustración (libertad, dignidad individual, igualdad, etc.), expresados inequívocamente en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, ha sido confundida con una etapa histórica y atacada desde distintos flancos por detractores inspirados en uno o más conjuntos de valores pre-modernos, basados en concepciones militaristas, religiosas o simplemente naturalistas que tramposamente buscan su justificación en una supuesta alineación con postulados evolucionistas.

La postmodernidad ha sido también feroz en su ataque a la modernidad como estrategia para abrirle paso a una "nueva etapa histórica." Afirmaciones como "la verdad no existe, se inventa" se han interpretado como "todo vale" y grupos de cínicos llegan a ejercer poder en distintos ámbitos (político, económico-financiero, académico, etc.) de las mismas sociedades modernas, a través de artimañas de cualquier índole, con la intención de debilitar los valores de la modernidad y lograr así permanecer ejerciendo ese poder circunstancial de manera indefinida.

La fortaleza de los grupos anti-modernidad (sean pre o post) puede derivarse de un concepto o capacidad que cultivan de manera práctica y que los modernos hemos tendido a rechazar por ser contraria a los valores que defendemos: la tribu. Las tribus anti-modernidad han cultivado la idea de identidad y pertenencia a su grupo, sea éste religioso, político, académico o económico. Por el contrario, los individuos modernos no queremos, típicamente, sentirnos parte de ninguna tribu porque eso en sí mismo lo vemos como una traición a la esencia de los valores de la modernidad.

La consecuencia de sentir que se cuenta con el apoyo de una tribu es que el individuo expande su capacidad de influencia, de lucha, de conexión y así tiene más posibilidades de éxito en sus acciones. Los países y grupos anti-modernidad han avanzado peligrosamente en su propósito de debilitar las sociedades de rasgos más modernos. Mientras tanto, los individuos modernos y sus instituciones no logramos repeler eficazmente esos ataques, que llegan tanto desde fuera como de dentro de nuestras sociedades.

Una posibilidad es movernos, como individuos modernos, hacia una mirada un tanto ecléctica (hasta cierto punto post-moderna en sí misma) de nosotros mismos y de nuestras sociedades. Un toque de post-modernidad, una gota de tribalismo agregada a la modernidad, puede ayudar a recuperar terreno y defender los valores en los que creemos. Ese vigor híbrido es necesario porque la tendencia actual en Occidente es a sucumbir ante las incesantes amenazas anti-modernas.

Es como regresar a la idea de Elenor Roosevelt cuando en 1948 propone la Declaración Universal, pero sin esa pretensión de hacerla necesariamente "universal". Por supuesto, no tenemos que llamarla Declaración Tribal, pero sí corresponde unirnos con la fortaleza que produce la identidad y la unión típicas de las tribus. Una Organización de Naciones Unidas a la que asisten tiranos y sus representantes sin la menor vergüenza, es la trampa que ha debilitado a la modernidad. Toda tiranía debe ser considerada por las sociedades modernas (las que son democráticas, libres y respetuosas de los derechos humanos), un delito de lesa humanidad.


Suscribo la voz de alerta que Steven Pinker ha lanzado con su reciente libro sobre las amenazas a las conquistas de la Ilustración (https://www.amazon.com/Enlightenment-Now-Science-Humanism-Progress/dp/0525427570). Pero no sólo hay que recordarle a la gente que ese conjunto de valores de la modernidad es muy conveniente para todos. Nos corresponde organizarnos como tribu, para defendernos de los ataques sistemáticos que vienen de tribus enemigas, tribus que usan cínicamente los valores de la modernidad para destruirlos y que proyectan sus propios demonios en las sociedades modernas para poder así justificar sus ataques.

23.7.18

Niveles de transgresión

Salir a la calle en Caracas, como peatón o como conductor, es encontrarse en un ambiente rudo, hostil, de una obscena impunidad ante la ignorancia o la flagrante transgresión de las normas más básicas.

Consideremos el caso de los semáforos. La transgresión de desobedecer al semáforo como instrumento de una norma de ceder el paso de forma ordenada, no es tan simple como acatar o no la norma. Hay niveles de transgresión:

Nivel 1:
El transgresor llega a la intersección, tiene la luz roja y pasa. "Se comió la luz" solemos decir en Venezuela cuando eso ocurre.

Nivel 2:
El transgresor llega a la intersección, tiene la luz roja y va a pasar otro carro que tiene la verde pero este se adelanta y hace que quien tiene el derecho a pasar, se detenga.

Nivel 3:
Igual al nivel 2 pero el transgresor le agrega un insulto a quien pretendía pasar con la luz verde.

Nivel 4:
El transgresor llega a la intersección, tiene la luz roja, pero un carro está delante de él. Le toca corneta para que se coma la luz. No solamente quiere transgredir la norma sino que el que está delante lo haga también para que no le impida hacerlo a él.

Nivel 5:
Igual al nivel 4 pero el transgresor le agrega un "toquesito" con su parachoques delantero, al parachoques trasero del carro que tiene adelante para que se mueva.

Esto último me sucedió hace poco en el semáforo que queda al principio de la Principal de Mariperez, en la esquina de la sinagoga. No me moví y se me planteó el dilema de si bajarme a reclamar o no. Opté por lo segundo y me prometí a mi mismo escribir algo al respecto. Claro que pensé en la cantidad de neuróticos y sociópatas en circulación, con el riesgo que implica tratar con esas personas que asumen la irracionalidad como su modo preferido para operar.

Esa irracionalidad es contagiosa. Por instinto de cardumen, muchos terminan adaptándose a lo que una aparente mayoría considera como "default". Y la pregunta es si eso se limita solamente a las calles o se presenta en otros ámbitos. ¿Serán semáforos las normas de licitación para no asignar contratos a dedo y las de contratación de personal para no llenar de familiares los cargos más importantes? ¿Serán semáforos las normas ambientales y de mantenimiento que impidan un deterioro irreversible de los recursos y sistemas de soporte para una vida sana? ¿Será la Constitución el gran semáforo que impida choques entre poderes y garantice un desarrollo armónico de toda la sociedad?

Las calles son un reflejo, un síntoma que indica cómo se está conduciendo el país. Cuando veo a un taxista transgresor en cualquiera de los "niveles de transgresión" arriba mencionados que, de paso, es alguien que cuando está en la calle está en su sitio de trabajo, pienso que sería como ver a un médico entrar al quirófano luego de ir al baño, sin lavarse las manos, ni ponerse guantes, dispuesto a "operar". ¿Tiene un taxista así idea de lo que significan las vías y sus normas de uso? ¿Es ese taxista alguien que sabe mínimamente lo que está haciendo?

No parece coincidencia que el Estado haya terminado a cargo de un chofer. Obviamente un chofer transgresor. Un chofer cuyas prácticas se contagian aceleradamente a toda la sociedad venezolana. En los semáforos las normas no las transgreden solamente los enchufados (que son los más vistosos ejemplos de la actual camionetotacracia), lo hace casi todo el mundo.

Las calles son una oportunidad para mostrar quién es realmente de oposición, de oposición al caos representado por los valores del actual régimen.


14.6.18

¿Se pueden reconciliar las posiciones políticas de la oposición ante un régimen forajido?

Intentar entender el panorama político actual en Venezuela es una tarea necesaria, pero en extremo difícil (al menos para mí). He buscado orientarme escuchando y leyendo a diferentes analistas. En resumen encontré que existen dos enfoques aparentemente irreconciliables: por un lado, quienes proponen ser estratégicos y no plantearse la lucha como del bien contra el mal; y, por otro lado, quienes aseguran que se trata efectivamente de una lucha del bien contra el mal, en la que toda estrategia que no tome en cuenta esa naturaleza de la lucha, no podrá triunfar.

El enfoque estratégico
Analistas muy preparados invitan a apartar de las consideraciones políticas el tema moral. "Nadie es 100% puro o decente, si depende de eso jamás podrá haber cambio" me decía mi amigo @ferinconccs recientemente. "La política trata del poder, y se juega sobre distintas concepciones del bien y de cómo distribuir el poder" me respondió via DM mi respetada @cocap hace unos días. Si bien son irrefutables estas frases, me quedaba la duda de si son aplicables en casos de regímenes dictatoriales o, aún peor, en casos de estados forajidos y fallidos.

Una manera de ubicarme en algún punto del eje estratégico fue definiendo los extremos: por un lado estaría la antítesis de lo estratégico que sería el principismo. Es lo que sucede cuando se está dispuesto a asumir el máximo sacrificio antes que ceder. Es como la frase "patria socialista o muerte" que alenta la lucha de los más radicales. Por otro lado, en el otro extremo estaría la resiliencia. Es la actitud para lograr sobrevivir, condición necesaria para alcanzar la victoria o el éxito en lo que nos propongamos. Es como la frase "hay que buscarle la vuelta" que nos lleva a identificar con claridad las fortalezas/debilidades que tenemos y las oportunidades/amenazas que toda situación contiene. Ser estratégico es necesario, pero me luce insuficiente.

Si un analista plantea solamente lo estratégico, en exceso o en defecto, creo que corre importantes riesgos. Por exceso podría terminar "durmiendo con el enemigo" en una actitud de servidumbre voluntaria o colaboracionismo. Por defecto, por principista, podría convertirse en el peor de los azotes, en permanente cacerías de brujas, impidiendo un cambio hacia mejor.

El enfoque moral
Aunque haya distintas concepciones del bien, me luce indispensable partir de alguna de ellas. Sin una referencia de lo que es bien y mal, las estrategias no superarían el nivel táctico y se convertirían en juegos desgastantes y rutinarios. El profesor Erick Del Búffalo plantea distinciones como la siguiente: "Aquello que acertadamente se suele denominar como falsa oposición no es simplemente un grupo de cómplices, corruptos, pusilánimes e ingenuos. Es un bloque político que tiene intereses históricos.  Ellos tumbaron a CAP II y abrieron las puertas del infierno." Si bien no comparto totalmente la manera como el profesor plantea esa distinción moral (menciona al infierno), es interesante preguntarse si existe una falsa oposición. Más allá de la referencia a CAP II, la falsa oposición podría ser el conjunto de personas y organizaciones que rechazan al régimen actual porque no es un verdadero chavismo y no está, por lo tanto, funcionando bien. Considerar aliados para un cambio político a quienes quisieran resucitar a Chávez es un error estratégico enorme que impide construir el cambio político, porque la idea de bien que los guía es incompatible con nuestra idea del bien. Mucho peor es agregar a ese grupo como una fracción más en la división de la oposición. Es el chavismo el que está dividido en enchufados (que quieren conservar el status quo) y descontentos (que quieren un cambio pero hacia un chavismo que funcione bien). De allí que el lema de Maduro es "Juntos todo es posible" dirigido obviamente a un chavismo dividido.

Los extremos de un eje moral son obviamente el del bien y el del mal. Si solamente nos movemos sobre ese eje, con nuestra idea que tengamos sobre el bien y el mal, no lograremos abandonar una visión principista y, aunque tengamos claro qué es para nosotros el bien, solamente retardaríamos los cambios por no ser suficientemente resilientes y flexibles.

Si combinamos ambos ejes o enfoques podemos ver mejor lo dicho hasta ahora, en el siguiente gráfico:



Esta combinación de lo estratégico y lo moral nos abre la posibilidad de superar esas discusiones sobre si el asunto político es solamente estratégico o solamente moral. Es posible que la discusión migre hacia quién se ubicaría en cada uno de los cuadrantes. Quizás sea complicado ponerse de acuerdo en una distribución por cuadrantes, pero en todo caso sería una discusión un poco más interesante.

A riesgo de herir algunas suceptibilidades, me atrevo a hacer un ensayo de distribución por cuadrantes que por supuesto espero lo tomen cum grano salis como solamente una primera aproximación al asunto:



A manera de conclusión provisional, quiero afirmar que la mayor parte de la oposición está unida pero no se siente unida. Quienes por exceso principista, o por exceso de tácticas oportunistas quieran terminarse de unir a quienes conforman el corazón de la oposición deben ser bienvenidos sobre una clara determinación de lo que significa el bien para todo el que se opone a la dictadura. Los principistas me han hecho valorar lo importante de las definiciones claras. Los estratégicos me han hecho valorar lo importante de avanzar ganando terreno. Nos toca reconocer y combinar ambas fortalezas. Direccionalidad y flexibilidad para ser estratégicos por el bien de todos los venezolanos (no el de unos pocos enchufados).

15.5.18

Complejo panorama político en Venezuela

Varios científicos sociales con quienes he conversado del tema político, me han acusado de tener una posición moralista, la cual según todos ellos empaña cualquier análisis que yo pretenda hacer. Ayer veía un video de Ricardo Hausmann en el evento GEM 2018, The Sense of Us and Agenda for Development, y me sorprendí al ver cuando este brillante economista planteaba que más allá del homo economicus está el homo moralis. Decía Ricardo que son las preferencias de la gente (muchas de ellas morales, según lo que consideran socialmente como bueno o malo), las que terminan inclinando sus decisiones, no los cálculos de mera conveniencia.

Seguramente cualquiera de mis amigos analistas políticos afirmaría que efectivamente es así. Que la gente no vota simplemente porque saca una cuenta y se apunta con la oferta electoral más beneficiosa. Que la gente toma en cuenta el asunto de la identidad, de la pertenencia a un grupo y desde allí decide, a veces incluso optando por una decisión peor para ellos, pero que la sienten como su decisión.

La magnitud de la crisis en Venezuela me tienta por un lado a simplificar y reducir mi mirada a un asunto de malos (inmorales) contra buenos (gente mínimamente decente); pero, por otro lado, se me presenta con un grado tal de complejidad que siento no disponer de las herramientas conceptuales necesarias para comprender a cabalidad lo que sucede. El pragmatismo, entendido en el sentido planteado por sus creadores (no en su acepción coloquial), es una herramienta conceptual para uno guiarse a través de un enredado berengenal. Los pragmatistas Pierce, James y Dewey plantearon hacia finales del siglo XIX, que el significado de una idea es lo que resulta de la aplicación de la misma, es decir, sus consecuencias. Las consecuencias de las ideas del chavismo (militarismo, dadivismo y personalismo) están a la vista.

No le encuentro ningún sentido a que alguien plantee que está descontento con el chavismo de Maduro y que simplemente quiere un chavismo distinto, uno que funcione bien. ¿Es admisible entonces que analistas discutan hoy 15M en los medios, los "escenarios electorales" del 20M como si se tratase de un evento normal y constitucional? Actualmente en el siglo XXI ¿es una dictadura (la que sea, del proletariado, de la burguesía, o de alguna religión) un hecho no repudiable? ¿Será que tenemos que desarrollar un sexto sentido político que suspenda los juicios, para poder concentrarnos en teoría de juegos y dilucidar el logro de nuevas correlaciones de fuerzas?

No entiendo cómo analistas políticos podrían hablar del chavismo como una opción válida luego de 2 décadas de destrucción, despilfarro, corrupción y violación de derechos humanos. Me pregunto si quienes pretendemos hacer algún tipo de análisis político podemos realmente escapar del molde que impone el homo moralis, o terminamos siendo meros cómplices de una monstruosa inmoralidad. El panorama político en Venezuela tiene demasiada complejidad.