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Escribo sobre temas que me interesan, me afectan, me gustan, me intrigan: algo bastante sobre política, pero también hay de urbanismo, diseño y temas diversos.

14.1.24

¿Eliminar la suerte para tener un mundo más "justo"?

 

Imagen creada con Dall-E, vía ChatGPT-4

La suerte, buena o mala, es un hecho inevitable de la vida que juega un rol importante en la disparidad existente entre personas en el mundo. Es inocultable el contraste entre quienes gozan de privilegios y quienes simultáneamente se encuentran sumidos en la miseria. ¿Tiene sentido intentar reducir las disparidades eliminando que el "factor suerte" intervenga libremente?

Juego suma-cero, dobles estándares y la Regla de Oro
Un intento obvio es el de redistribuir oportunidades quitándoselas a unos para dárselas a otros, lo cual se conoce como juego suma cero. Este tipo de intervención no incide directamente en la suerte como causa, sino solamente afecta a personas en una situación circunstancial dada. Al no tocar a la suerte como tal, nuevas disparidades pueden surgir con ese tipo de intervenciones. Por ejemplo, los programas de Affirmative Action en EEUU que buscan reducir las injusticias creadas históricamente a ciertos grupos de la población, asignan cupos a individuos que tienen determinadas características de raza, sexo, estatus socio-económico, etc., a costa de cupos que meritocráticamente le corresponderían a personas de otros grupos. Se argumenta que usar solamente la meritocracia es injusto porque hay individuos que tuvieron la buena suerte de tener mejores condiciones y las aprovecharon para estar más preparados que otros que tuvieron condiciones menos favorables, lo cual no les permite competir en igualdad de condiciones.

Esa búsqueda redistributiva de justicia se basa en crear nuevos privilegiados que sustituyan a otros. Si un color de piel influyó para obtener ventajas, ahora otro color sería el que las de. Eso elimina la aplicación universal de criterios meritocráticos, pero mantiene la disparidad que supuestamente se intentaba reducir. Igualmente sucede con otras medidas coercitivas como los impuestos confiscatorios hacia quienes sean más productivos. El reducir desigualdades crea, paradójicamente, nuevas élites que terminan amasando por esa vía enorme poder y ventajas que hacen que desigualdades permanezcan o incluso se acrecienten.

Se podría decir que quienes ahora controlan la redistribución de privilegios tuvieron la buena suerte de haber convencido a la mayoría de que se apliquen las ideas con las que se están beneficiando. Pero la aplicación de un doble estándar en el que hay exigencias meritocráticas para algunos y no para todos, hace que se incumpla con la Regla de Oro atribuida a Confucio: No hagas a otros lo que no te gustaría que te hagan.

Multiculturalismo y desprecio a la reciprocidad
Reglas simples y claras son fáciles de hacerse cumplir. En las sociedades donde hay libertades, todas las personas pueden reclamar su derecho a tenerlas. Por ejemplo, la libertad de culto permite, en los países donde existe, que las distintas religiones construyan sus iglesias; sin embargo algunas de las religiones como el Islam provienen de países donde no existe libertad de culto y, por lo tanto, a cualquiera no se le permite que profese libremente otros cultos. El argumento multiculturalista es que cada sociedad tiene una visión del mundo que debe ser respetada y de nuevo nos encontramos ante algo paradójico: la exigencia de un respeto universal pero que, a la vez, no es aplicado recíprocamente. La Regla de Oro es nuevamente ignorada porque unos exigen algo para ellos que no están dispuestos a darlo para otros.

Algo similar sucede con ideologías políticas que compiten libremente en elecciones democráticas para que, luego de convencer a una mayoría circunstancial, desde el poder intentan eliminar la democracia misma. Un ejemplo muy trillado es el de Hitler y su ascenso democrático al poder para luego implantar una dictadura fascista. Cuando la conquista del poder se hace por la vía armada, como son los casos de Rusia, Cuba, China o Corea del Norte no solamente no se respeta la Regla de Oro, sino que cínicamente se termina argumentando que esos militarismos son unas "verdaderas" democracias.

De nuevo, se podría decir que quienes forman parte del poder en esos países tuvieron la buena suerte de haber triunfado en sus guerras. Pero la falta de reciprocidad que impide la alternabilidad en el poder muestra la intención ilegítima de aplicar dobles estándares para impedir que haya cambios que les reduzcan sus privilegios.

La suerte es contingente, aleatoria o super-aleatoria pero no mecanística
Recientemente publiqué un artículo que explica esos cuatro tipos de fenómenos: lo contingente es no predecible, pero explicable; lo aleatorio es predecible probabilísticamente, pero no explicable totalmente; lo super-aleatorio es no predicible ni explicable (los milagros); y lo mecanístico es predecible y explicable (determinístico).

Políticas redistributivas no voluntarias y la imposición de exigencias no recíprocas buscan en el fondo lidiar con disparidades que son producto de procesos donde la suerte interviene. Son intentos de volver mecanístico (predecible y explicable) a algo que no puede serlo. Reglas simples y claras como la Regla de Oro, la aplicación de criterios meritocráticos objetivos, o el respeto a principios básicos como la alternabilidad en el poder en la democracia, son formas mecanísticas que producen contextos donde si bien las disparidades no van a desaparecer, porque la suerte continuará teniendo sus incontrolables efectos, estas pueden reducirse sustancialmente en el tiempo. Reglas, criterios, principios son conjuntamente partes de un Estado de Derecho, el Imperio de la Ley donde ninguna persona o grupo de personas se impone sobre los demás por alguna condición o característica particular que tenga: raza, sexo, estatus, credo, afiliación política, etc. 

La Juventus ganó muchos campeonatos, fue sancionada y rebajada de categoría, regresó a la Liga y volvió a ganar, luego ha dejado de ganar... etc. En definitiva, su trayectoria muestra la mezcla de trabajo y suerte que es su propia y única historia. En el fútbol no se penaliza a quien gane muchos campeonatos, escudetos, o clásicos. Se penaliza a quien incumpla reglas claras, pero a la vez se respetan los méritos. ¿Es un privilegio pertenecer a un equipo ganador, luchador, trabajador? Sí que lo es. Pero nada debe impedirle a nadie pertenecer a otros equipos que pueden llegar a ser tan ganadores, luchadores y trabajadores como la Juventus.

En cada gol hay una mezcla de trabajo y suerte. Así es con cada descubrimiento científico, cada emprendimiento exitoso, cada felicidad personal y colectiva. La libertad es también paradójica porque no es la falta de reglas lo que la produce, sino la aplicación de reglas claras, universales y recíprocamente aplicadas, lo que crea esa mezcla de trabajo, suerte y aceptación de resultados (que algunos podrían parecer más justos o injustos que otros), que hacen de la vida en libertad una experiencia maravillosa.

¡Viva la libertad carajo!