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Escribo sobre temas que me interesan, me afectan, me gustan, me intrigan: algo bastante sobre política, pero también hay de urbanismo, diseño y temas diversos.

28.1.16

Llegar a la Modernidad

No sólo en 1936, con la muerte de Gómez, no se produjo un ingreso de Venezuela a la Modernidad. Tampoco ahora, 80 años después, podemos afirmar que haya ocurrido ese avance civilizatorio de manera inequívoca. En mi caso particular, como persona, creo que fue hoy cuando comprendí la diferencia entre llegar a, y aceptar la modernidad, con respecto a quedarme en la pre-modernidad, en el oscurantismo medieval o de allí hacia atrás en la historia.

Me dí cuenta que la Modernidad es una manera de relacionarme con mis compatriotas o con cualquier persona en el planeta, según la cual yo ubico las posibles coincidencias y diferencias entre otro y mi persona, en un plano discursivo, retórico (en el buen sentido de este término), como parte de un diálogo o, incluso, de un debate; pero no en el plano de un conflicto personal. Lo pre-moderno es justamente lo opuesto: la diferencia llevaría a la eliminación del otro (excluímos por supuesto el caso de defensa propia, en el que un uso proporcional de la fuerza contra quien nos ataque físicamente quedaría plenamente justificado).

También me dí cuenta de que normalmente confundimos Modernidad con actualidad o contemporaneidad. Modernidad es la evolución cultural que nace de la Ilustración, del desarrollo industrial, de la creación de gobiernos republicanos y democráticos, de la declaración universal de los Derechos Humanos, etc. Esas conquistas se mantienen, en mayor o menor medida, en la actualidad contemporánea pero en el presente, la Modernidad coexiste con formas culturales arcaicas que desconocen y en muchos casos la atacan directamente para eliminarla.

En otras palabras, ser moderno no consiste en haber vivido en el siglo pasado o en este siglo. Ser moderno es relacionarse con otros a través de la aceptación o el rechazo de sus creencias, conceptos o hábitos; y no a través de aceptarlos, o sobre todo de rechazarlos como individuos. Si nos imaginamos una hoguera en la Edad Media, eran los herejes directamente, no sus ideas, los que iban a parar al fuego. En la Modernidad, si uno es muy vehemente, sólo se lanzarían ciertas creencias inútiles o perjudiciales al fuego de la argumentación, tal como hace frecuentemente Richard Dawkins al atacar las religiones como instituciones que, según él, perjudican a la humanidad mucho más que lo que pudiesen estar beneficiándola.

A pesar de toda mi reflexión, de la educación universitaria que tengo o de mi experiencia como ciudadano de un país supuestamente moderno, me dí cuenta de que a la hora de reaccionar ante alguien que dice o hace algo con lo que no estoy de acuerdo, casi siempre emerge mi ser pre-moderno. A ver, eso me puede ocurrir cuando un vecino me reclama algo de manera destemplada y, de paso, utilizando argumentos desordenados o irracionales. O, casi siempre, cuando escucho o leo declaraciones de los actuales funcionarios del gobierno venezolano. Y ni hablar si ando por las calles y avenidas de Caracas, especialmente cerca de un semáforo al que casi nadie respeta.

Cuando rechazamos a personas por lo que digan o hagan, somos pre-modernos aunque estemos viviendo en el siglo XXI. Llegar a la Modernidad implica abandonar prácticas que tenemos "cableadas" en nuestro ser social y hasta en nuestros genes. Racismo, fascismo, sexismo, cualquier tipo de discriminación es evidencia de que la Modernidad no ha alcanzado todavía ser asumida y respetada permanentemente por todos.

Hoy me dí cuenta de que ser moderno es un reto y que espero vencerlo cada día, de ahora en adelante.

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