Tanta cadena hace que el 4 de febrero de 1992 esté como más cerca de lo que debería. Han transcurrido largos 19 años de ese controversial día rechazado por unos y admirado por otros. Habiendo sido claramente un intento de golpe de estado, sus propios protagonistas se empeñan en negar ese 'pequeño detalle' al tiempo que nos piden, desesperadamente, que veamos los sucesos de ese día como fiesta patriótica digna de respeto y admiración.
Ese intento de golpe, igual que otro que surgiría a finales de ese mismo año, fracasó. Sus objetivos no fueron alcanzados pero sólo 'por ahora' porque, proféticamente, nos convirtieron ese día en futuros testigos de que después sí lo iban a lograr. Objetivos como militarizar al gobierno civil, reducir al Poder Legislativo a un circo de focas o manejar la Justicia y el resto de los poderes públicos al antojo de un militar golpista parecen haber sido logrados con creces. Ha sido entonces un fracaso golpista convertido en éxito militarista, para vergüenza de tanto venezolano civil que locamente se entusiasmó con la idea de llevar al poder a un ayatolah uniformado, a todo un predicador fanático convertido en presidente gracias a millones de votos.
A las élites venezolanas no les importó que valientes soldados hubiesen muerto ese día defendiendo al sistema democrático y cínicamente decidieron seguir apoyando a los golpistas para que más adelante accedieran al poder por la vía electoral. Los tristemente célebres 'notables' junto a muchos colaboradores provenientes de sectores tan variados como medios de comunicación, gremios, universidades y dirigentes vecinales pusieron sus respectivos granitos de arena para que ese fracaso se transformara en un rotundo éxito. Leer el libro 'La Rebelión de los Náufragos' de Mirtha Rivero sirve para tomar conciencia de como las élites política, económica y académica valoraron tan poco al sistema democrático que prefirieron sacrificarlo antes de hacer la profunda tarea pendiente de cambiar hábitos y superar resentimientos que nos han mantenido a los venezolanos alejados de desarrollar nuestro máximo potencial como país.
El país se encuentra hoy ante un situación aún más difícil que la de 1992. Después del exitoso fracaso de los golpistas tenemos ahora el fracasado éxito que muestra el balance de 12 años de revolución: terrible descomposición social y ausencia de valores esenciales para la convivencia; economía cada vez más dependiente de una industria petrolera deteriorada; infraestructura eléctrica, vial, sanitaria y educativa en estado crítico; más corrupción que nunca, etc. En fin, un país mucho peor que el que los golpistas y las cínicas élites que los apoyaron juzgaban inviable hace 19 años.
Lo peor que podría suceder es que nuevamente las élites y mucho incauto apoyador de soluciones inmediatistas, vuelvan a querer sacrificar lo poco que queda de sistema democrático para salir de un gobierno revolucionario comprobadamente incapaz de echar el país hacia adelante. Otro escenario igualmente terrible es que la mayoría que alguna vez sintió que tenía sentido el actual régimen se decepcione de tal manera que entre en una depresión colectiva que los vuelva apáticos ante el mejor de los planteamientos para superar el estancamiento actual. Haití está, por ahora, más cerca de Venezuela que antes.
Sin embargo, tengo la esperanza de que podremos, a partir de 2012, superar la situación actual, reunificados como ciudadanos de un mismo país. Producir mucho para exportar, educarnos de la manera más avanzada e integral posible, hacer de nuestras ciudadades hermosos jardines plenos de calidad de vida para todos... lograr todo éso nos demostrará que hicimos las tarea, que modificamos nuestros hábitos de despreciarnos y de odiar a quienes alguna vez nos despreciaron. Así quedarán atrás los fracasados fracasos y comenzaremos a cultivar juntos una era de exitosos éxitos.
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