Varios científicos sociales con quienes he conversado del tema político, me han acusado de tener una posición moralista, la cual según todos ellos empaña cualquier análisis que yo pretenda hacer. Ayer veía un video de Ricardo Hausmann en el evento GEM 2018, The Sense of Us and Agenda for Development, y me sorprendí al ver cuando este brillante economista planteaba que más allá del homo economicus está el homo moralis. Decía Ricardo que son las preferencias de la gente (muchas de ellas morales, según lo que consideran socialmente como bueno o malo), las que terminan inclinando sus decisiones, no los cálculos de mera conveniencia.
Seguramente cualquiera de mis amigos analistas políticos afirmaría que efectivamente es así. Que la gente no vota simplemente porque saca una cuenta y se apunta con la oferta electoral más beneficiosa. Que la gente toma en cuenta el asunto de la identidad, de la pertenencia a un grupo y desde allí decide, a veces incluso optando por una decisión peor para ellos, pero que la sienten como su decisión.
La magnitud de la crisis en Venezuela me tienta por un lado a simplificar y reducir mi mirada a un asunto de malos (inmorales) contra buenos (gente mínimamente decente); pero, por otro lado, se me presenta con un grado tal de complejidad que siento no disponer de las herramientas conceptuales necesarias para comprender a cabalidad lo que sucede. El pragmatismo, entendido en el sentido planteado por sus creadores (no en su acepción coloquial), es una herramienta conceptual para uno guiarse a través de un enredado berengenal. Los pragmatistas Pierce, James y Dewey plantearon hacia finales del siglo XIX, que el significado de una idea es lo que resulta de la aplicación de la misma, es decir, sus consecuencias. Las consecuencias de las ideas del chavismo (militarismo, dadivismo y personalismo) están a la vista.
No le encuentro ningún sentido a que alguien plantee que está descontento con el chavismo de Maduro y que simplemente quiere un chavismo distinto, uno que funcione bien. ¿Es admisible entonces que analistas discutan hoy 15M en los medios, los "escenarios electorales" del 20M como si se tratase de un evento normal y constitucional? Actualmente en el siglo XXI ¿es una dictadura (la que sea, del proletariado, de la burguesía, o de alguna religión) un hecho no repudiable? ¿Será que tenemos que desarrollar un sexto sentido político que suspenda los juicios, para poder concentrarnos en teoría de juegos y dilucidar el logro de nuevas correlaciones de fuerzas?
No entiendo cómo analistas políticos podrían hablar del chavismo como una opción válida luego de 2 décadas de destrucción, despilfarro, corrupción y violación de derechos humanos. Me pregunto si quienes pretendemos hacer algún tipo de análisis político podemos realmente escapar del molde que impone el homo moralis, o terminamos siendo meros cómplices de una monstruosa inmoralidad. El panorama político en Venezuela tiene demasiada complejidad.
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