El vínculo entre narcisismo y política pareciera darse por el lado de la vanidad, del querer verse bien, atractivo, y por esa vía realizar uno de los deseos más típicamente narcisistas: ser admirado. Si bien algo así no deja de ser cierto, el asunto tiene otros aspectos menos visibles aunque mucho más relevantes. Detrás de los gastos visibles, hay inversiones que se dejan de hacer, pero abordemos esto poco a poco.
"It's better to look good than to feel good" fue una frase famosa de Billy Crystal en el SNL (Saturday Night Life) de los 80s. Y esa como que es la directriz programática de muchas de las intervenciones que alcaldías, gobernaciones y gobierno nacional hacen desde hace décadas en las ciudades venezolanas. Por ejemplo, pintar de amarillo la totalidad de los bordes e islas de las vías no sólo es de mal gusto, sino innecesario, lo que lo convierte en un despilfarro de recursos. Así como esas intervenciones hay otras similares que, por cierto, Cheo Carvajal (@Caracasapie) ha reseñado en una muy equilibrada crítica al plan "Juntos todo es posible" con el que Maduro adelanta próximas campañas electorales dirigidas (y esto lo afirmo yo) a disfrazar de democracia una pestilente tiranía. (Post de Cheo en Facebook)
Ese empeño en el ornato de los espacios públicos indica una conexión superficial de muchos políticos con los rasgos vanidosos del narcisismo que encuentran eco (Eco forma parte del mito, casualmente) con sectores amplios de la población. Los políticos aparentan querer a la ciudad y los ciudadanos aplauden ese tipo de intervenciones, olvidando que sin agua, cloacas, trabajo, electricidad, aseo urbano, etc., esa manera de gastar recursos escasos es realmente absurda. Pero los especialistas en campañas políticas les recomiendan hacerlo "para que se vea que trabajan", así procuran más votos y puedan ser reelectos. Más votos, más poder. ¿Qué quiere usualmente un narcisista? Control y poder. Si además lo puede lograr con medidas exclusivamente estéticas y cosméticas, ¡qué coincidencia tan afortunada!
En ocasiones, hasta los especialistas en ciudades sobreestimamos el llamado urbanismo táctico o intervenciones/instalaciones efímeras que en otras latitudes buscan humanizar ciudades del primer mundo. Esas ciudades en lo básico funcionan bastante bien, pero las nuestras están sumergidas en un desastre humanitario de desempleo, basura, caos de transporte, etc., por lo que, más que lo táctico y lo efímero, acá requerimos lo estratégico. Hasta en las juntas de condominio se encuentran esas recomendaciones tácticas decorativas "para que los morosos se animen a pagar."
Lo que sucede con nuestra cultura es grave por el lamentable grado de narcisismo alcanzado y que, por su propia naturaleza, se hace difícil de revertir. El narcisista siempre está clarísimo en lo que que quiere y se siente especial. Hacerle observaciones, llamarle la atención, decirle que se aparte para hacer las cosas de otra manera va a encontrar todo tipo de resistencias y contrataques.
Son narcisistas muchos de los políticos y sus asesores, sean oficialistas u opositores. Son narcisistas vastos sectores de la población, que todavía estén acá o que ya hayan migrado. Son narcisistas muchas instituciones como la militar, las academias, los gremios, los grupos de interes y las ONGs. El principal rasgo narcisista es la falta de empatía: no importarle lo que le pase a los demás, o sea al país en general. De no colaborar para salir de los problemas comunes, los narcisistas pueden pasar a hacer daño deliberadamente, pasando así a la categoría de sociópatas, al cometer delitos horrorosos.
Las violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos son claras evidencias de la existencia de autoridades que son narcisistas sociópatas. Toda tiranía es delito de lesa humanidad. Para poder negociar exitosamente una transición con los principales voceros de un régimen así, es imprescindible que el más competente conocimiento psicológico disponible sea utilizado para seleccionar quiénes y cómo lo harán. Hasta el presente, los "diálogos" han sido reuniones narcisísticas en las que "verse bien era más importante que sentirse bien" con los resultados para el país (una clarísima falta de empatía con lo que le sucede a la mayoría de los venezolanos).
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