Modernidad con una "gota" de postmodernidad
La modernidad como conjunto de valores nacidos
esencialmente en la Ilustración (libertad, dignidad individual, igualdad,
etc.), expresados inequívocamente en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos de 1948, ha sido confundida con una etapa histórica y atacada desde
distintos flancos por detractores inspirados en uno o más conjuntos de valores
pre-modernos, basados en concepciones militaristas, religiosas o simplemente
naturalistas que tramposamente buscan su justificación en una supuesta alineación
con postulados evolucionistas.
La postmodernidad ha sido
también feroz en su ataque a la modernidad como estrategia para abrirle paso a
una "nueva etapa histórica." Afirmaciones como "la verdad no
existe, se inventa" se han interpretado como "todo vale" y
grupos de cínicos llegan a ejercer poder en distintos ámbitos (político,
económico-financiero, académico, etc.) de las mismas sociedades modernas, a
través de artimañas de cualquier índole, con la intención de debilitar los
valores de la modernidad y lograr así permanecer ejerciendo ese poder
circunstancial de manera indefinida.
La fortaleza de los grupos
anti-modernidad (sean pre o post) puede derivarse de un concepto o capacidad
que cultivan de manera práctica y que los modernos hemos tendido a rechazar por
ser contraria a los valores que defendemos: la tribu. Las tribus
anti-modernidad han cultivado la idea de identidad y pertenencia a su grupo,
sea éste religioso, político, académico o económico. Por el contrario, los
individuos modernos no queremos, típicamente, sentirnos parte de ninguna tribu
porque eso en sí mismo lo vemos como una traición a la esencia de los valores
de la modernidad.
La consecuencia de sentir que
se cuenta con el apoyo de una tribu es que el individuo expande su capacidad de
influencia, de lucha, de conexión y así tiene más posibilidades de éxito en sus
acciones. Los países y grupos anti-modernidad han avanzado peligrosamente en su
propósito de debilitar las sociedades de rasgos más modernos. Mientras tanto,
los individuos modernos y sus instituciones no logramos repeler eficazmente
esos ataques, que llegan tanto desde fuera como de dentro de nuestras
sociedades.
Una posibilidad es movernos,
como individuos modernos, hacia una mirada un tanto ecléctica (hasta cierto
punto post-moderna en sí misma) de nosotros mismos y de nuestras sociedades. Un
toque de post-modernidad, una gota de tribalismo agregada a la modernidad,
puede ayudar a recuperar terreno y defender los valores en los que creemos. Ese
vigor híbrido es necesario porque la tendencia actual en Occidente es a
sucumbir ante las incesantes amenazas anti-modernas.
Es como regresar a la idea de
Elenor Roosevelt cuando en 1948 propone la Declaración Universal, pero sin esa
pretensión de hacerla necesariamente "universal". Por supuesto, no
tenemos que llamarla Declaración Tribal, pero sí corresponde unirnos con la
fortaleza que produce la identidad y la unión típicas de las tribus. Una
Organización de Naciones Unidas a la que asisten tiranos y sus representantes
sin la menor vergüenza, es la trampa que ha debilitado a la modernidad. Toda
tiranía debe ser considerada por las sociedades modernas (las que son
democráticas, libres y respetuosas de los derechos humanos), un delito de lesa
humanidad.
Suscribo la voz de alerta que
Steven Pinker ha lanzado con su reciente libro sobre las amenazas a las
conquistas de la Ilustración
(https://www.amazon.com/Enlightenment-Now-Science-Humanism-Progress/dp/0525427570).
Pero no sólo hay que recordarle a la gente que ese conjunto de valores de la
modernidad es muy conveniente para todos. Nos corresponde organizarnos como
tribu, para defendernos de los ataques sistemáticos que vienen de tribus
enemigas, tribus que usan cínicamente los valores de la modernidad para
destruirlos y que proyectan sus propios demonios en las sociedades modernas
para poder así justificar sus ataques.
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