El principal criterio para escoger por quien votar en las primarias, luego en las presidenciales y también en prácticamente cualquier elección, es el de identificar al candidato que sea el mejor facilitador. Facilitar es una práctica que se cultiva cada vez más en los campos gerencial y docente, entre otros. Facilitar es el estilo de liderazgo que mejor se adapta al contexto de sobrecarga de información, hiperdensidad de relaciones y altas velocidades de interacción que caracterizan socialmente al siglo XXI.
Miquilena diría: ¿Y cómo se come éso? Según la Asociación Internacional de Facilitadores la facilitación de un grupo es “...un proceso en el que una persona, cuya selección es aceptable para todos los miembros del grupo, quien es además sustancialmente neutral y no tiene autoridad para imponer decisiones, diagnostica e interviene para ayudar al grupo a mejorar cómo identificar y resolver problemas, y cómo tomar decisiones, de tal manera que se aumente la efectividad del grupo en cuestión.” (traducción nuestra / http://www.iaf-world.org ).
12 años de Esteban en el poder se pueden definir perfectamente como lo contrario a la facilitación, o sea, el sometimiento del Estado y de buena parte de la sociedad venezolana al ejercicio de la dificultación. El dificultador se dedicó sistemáticamente a convertirse en quien monopoliza la toma de decisiones, imponiendo acciones caprichosas que no son fruto de diagnósticos ni de intervenciones para apoyar a toda la sociedad. Por cierto, este dificultador no ha sido para nada neutral en su interacción, con la consecuente pérdida de la efectividad de los venezolanos para identificar y resolver problemas o tomar decisiones conjuntamente. Las pocas decisiones que se toman las hacen quienes lo rechazan... y son las de irse del país (como lo han hecho ya muchos ingenieros, médicos y demás profesionales jóvenes y capacitados) o la de declararse en huelga de hambre ante tanta sordera mezclada con verborrea de este dificultador.
Para los propios estebanistas la participación protagónica ha sido uno de los fraudes más profundos. Basta ver cómo el PSUV sumisamente acoge la decisión del dificultador de proclamarse su candidato presidencial, sin que nadie se atreviera ni siquiera en voz baja a comentar que no debería ser el único posible candidato. Esa sumisión se ha expandido al Estado y explica la lentitud (o la rapidez exagerada) de las respuestas de los distintos poderes y ramas del ejecutivo ante un país que colapsa con conflictos y problemas que se agravan cada día.
El nuevo presidente de los venezolanos, que comenzará su período en 2013, debe ir más allá de un simple cambio de discurso o de ideología. Comenzando por el hecho de que debe sentirse lo más neutral posible para que pueda ser el presidente de todos, tanto de quienes votemos por él como de quienes votasen por el dificultador o por otros. Su capacidad para observar y diagnosticar no debe llevarlo a imponer un plan de ajuste o un nuevo gran viraje que, a pesar de que esté correctamente formulado y bien intencionado, generaría un rechazo esperable de ciertos sectores. Esa capacidad debe por el contrario llevarlo a incorporarnos a todos a ejercer la libertad de crear soluciones y comprometernos a llevarlas eficazmente y eficientemente a la práctica.
Propongo a la MUD que a los candidatos a las primarias los hagan tomar obligatoriamente un curso completo de facilitación y los sometan a una evaluación que muestre el ranking de cuán capaz de facilitar es cada uno de ellos. Esa característica, creo yo, es la que debe recibir el mayor peso a la hora de decidir nuestro voto. Ante un dificultador, el facilitador.
Esa será la propuesta de valor más significativa, por su contraste. La condición de facilitador del nuevo presidente es lo que nos permitirá superar a todos, estebanistas y opositores, la terrible división que padecemos. Es lo que hará posible la entrada de Venezuela en el siglo XXI, el siglo de las tecnologías de información, de las redes sociales y de la participación libre de los ciudadanos en la construcción de un futuro colectivo e individual mejor para todos.
Me encanta! Porque ser facilitador es algo muy distinto a ser tolerante, lo que me suena a pasivo...
ResponderEliminarUn abrazo Moisés!
Gracias Glenda!
ResponderEliminarEfectivamente, ser facilitador implica ser lo más activo posible porque de lo que se trata es de activar las capacidades individuales y colectivas de un grupo y eso es... todo un reto. Por el contrario, ser tolerante no solamente es algo intrínsicamente pasivo sino que es hasta irrespetuoso. Como dice Maturana, al "tolerar" lo que hacemos es postergar el conflicto, pero no tenemos un verdadero respeto por el otro.
Un abrazo!