Esta película alemana (Die Welle, 2008), cuyo título traducido es La Ola, nos muestra lo relativamente fácil que resulta desarrollar una autocracia. Un grupo de adolescentes es “fanatizado” por un profesor que tiene el “loable” propósito de explicarles pedagógicamente cómo operan las autocracias. La situación se complica, se torna fuera de control y termina en tragedia.
Al principio los estudiantes no creían que, luego de haber pasado por la autocracia hitleriana, en Alemania nadie volviera a comportarse fanáticamente. El profesor decide demostrarles, en vivo, cómo los autócratas utilizan fórmulas efectivas para lograr sus objetivos de control y dominación. Establece una nueva forma de estar en clase a través de aplicar normas disciplinarias y amonestar directamente a quienes no respeten esas normas, pero a la vez combinándolo con atender a los más tímidos o torpes de la clase, hasta lograr demostrarles lo beneficioso que resulta someterse a una autoridad única. Ese sometimiento crea una sensación de igualitarismo e identidad que los lleva a querer darle un nombre al grupo (entre distintas opciones votan y escogen “La Ola”), ponerse un uniforme y hasta hacer una especie de saludo moviendo un brazo en forma de ola.
Los estudiantes se sienten eufóricos por pertenecer a “algo” y deciden mostrarse ante el resto del liceo y en la ciudad como miembros de “La Ola”. Eso genera reacciones internas de “disidentes” quienes son discriminados o neutralizados, mientras que externamente entran en conflicto con otros grupos como los “anarquistas” tan fanáticos como ellos. En un partido de water-polo se arma una pelea y el profesor decide acabar el dia siguiente con el experimento. En esa última reunión decide dramatizar la expulsión o castigo a un “disidente” del grupo para ilustrar un punto extremo al que puede llevar el fanatismo y justo en ese momento, les pide que se den cuenta de lo locos que se han vuelto y que deben acabar con “La Ola” ya.
Pero es demasiado tarde. Un estudiante se siente tan defraudado que saca un arma y termina matando a un compañero para luego suicidarse. Al profesor lo apresa la policía y los estudiantes despiertan de la horrible (y alguna vez también agradable) pesadilla de haberse creido mejores, simplemente por haberse sentido parte de un grupo uniformado y disciplinado, conducido por un líder.
¿En qué pueden haberse convertido la Fuerza Armada, PDVSA, los distintos ministerios, los beneficiarios de las misiones y los seguidores del presidente, luego de tanto tiempo aplicándoles una fórmula autocrática tropicalizada que llaman “Socialismo del Siglo XXI”? ¿Cuánta violencia, muerte y discriminación ha ocurrido y seguirá ocurriendo en el país, gracias a la fanatización de un grupo tan numeroso de venezolanos? ¿No es violatorio de principios constitucionales y leyes nacionales ejercer autocráticamente el gobierno de la manera como ocurre en Venezuela?
Es estrictamente necesario ponerle límites a este gobierno antes de que sea demasiado tarde.
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