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Escribo sobre temas que me interesan, me afectan, me gustan, me intrigan: algo bastante sobre política, pero también hay de urbanismo, diseño y temas diversos.

24.10.07

¿Economía Socialista?

Juntar dos términos que no ligan, opuestos, casi enemigos, se le conoce en inglés como crear un oxymoron. “Economía Socialista” es un oxymoron, o para decirlo poéticamente en español... una línea dentro de un verso paradójico (como por ejemplo, “tu silencio me ensordece“).

Admitir la unión entre Economía y Socialismo viene del uso de nociones colectivamente formadas pero no por ello claras, ni útiles y, al contrario que la poesía, puede acarriar consecuencias perjudiciales a todo un pueblo. El término Economía en su origen etimológico griego refiere al manejo o gerencia de los recursos en una casa u hogar (oikos: casa + nemein: manejar, gerenciar, administrar). Dentro del manejo de una casa, como dentro de una empresa, lo típico es que no existan mercados y que la gerencia o manejo de la “casa” se limite a la administración de recursos. Si nos apegamos estrictamente a su origen etimológico, es perfectamente congruente adjetivar el término Economía con el término Socialista, porque precisamente la experiencia más clásica del Socialismo es la que se fundamenta en la eliminación de los mercados: la U.R.S.S., Europa del Este, China, Cuba, etc. hicieron de todo por reprimir el libre encuentro entre oferta y demanda en cada uno de sus respectivos territorios. Los socialistas promueven la visión de un país como si fuese una “gran casa” y a su líder como un severo y celoso “padre” que la cuida. Es como si quisieran que exista un Señor Feudal que cambie el muro del castillo para colocarlo en las fronteras de su comarca y así construir un “feudalismo endógeno” para hacer que los siervos se sientan incluídos como parte del castillo o de la gran casa y, en todo caso, que utilicen mecanismos de trueque para un intercambio básico entre ellos.

Pero habiendo dejado el Feudalismo atrás, hace ya tantos siglos, no tiene sentido en el Siglo XXI hablar de la Economía de un país sin que signifique referirse a la existencia de mercados, o sea, a la posibilidad de intercambios comerciales entre compradores (demanda) y vendedores (oferta) de bienes o servicios. Desde el extremo liberal en el que se cree en los poderes mágicos de una mano invisible, hasta los extremos más heterodoxos en los que se desea intervenir frecuentemente de distintas maneras, los países cuidan sus Economías a través de cuidar los mercados… nunca eliminándolos.

Por eso encontrar en el Siglo XXI la idea de una “Economía Socialista” dentro de la Constitución de un país, más allá de lanzar al aire un oxymoron, es repartir boletos para que emprendamos vuelo hacia una Edad Media, que podrán disfrazarla de Cibernética, pero que inevitablemente colocará en riesgo conquistas sociales importantísimas dentro de la cultura occidental como son la libre empresa, la libertad sindical, la libertad de pensamiento y asociación, el respeto a la dignidad individual, a la diversidad, al medio ambiente, etc. Nuestros valores pasan a estar en situación de riesgo por lo siguiente: un país no es una “gran casa”, es algo más complejo de lo que parece (parafraseando a Jorge Drexler). Si nos dejamos llevar por la tentación de vivir el cuento de hadas de que un “padre benemérito” tenga todo el poder para resolver los problemas de la “gran casa”, estaremos autorizándolo para simplificar la sociedad a través de la eliminación de nuestros valores. Por ejemplo, si la gestión de la macroeconomía es algo complejo y tener un Banco Central autónomo lo hace aún más complejo, entonces el “Gran Padre” simplificará las cosas tomando él solito ese tipo de decisiones (que de paso como buen socialista se las imaginará como decisiones administrativas o gerenciales sin pensar en mercados… ¡pero para el dinero hay un mercado! – por cierto éso es algo que no me había dado cuenta claramente que existía hasta que estudié mi postgrado y fue uno de los hallazgos más extraordinarios que encontré…).

Pero lo peor del Socialismo no es que se busque simplificar arbitrariamente algo que en sí mismo sea complejo, sino que se hace con sentido moralista. La tendencia típica del Socialismo de todos los tiempos es atribuirle a los mercados un carácter diabólico, por lo que sus acciones de gobierno en el ámbito económico (y en otros ámbitos) las conciben más como exorcismos que como la implementación de políticas públicas dirigidas a alcanzar determinados resultados. Es precisamente el dogmatismo lo que hace a los socialistas rechazar la idea de que existan mercados y por eso terminan condenando a sus países a largos y oscuros períodos de miseria.

El dogmatismo también puede causar estragos en la orilla liberal, pero de esto podemos conversar en otra oportunidad.

En todo caso, llevando esta reflexión a lo que nos ocupa actualmente en Venezuela, una Constitución que incluya el oxymoron “Economía Socialista” es, más que ridícula, inconveniente.

Por eso voto NO.

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