Existe el mito de una excelente capacidad logística y organizativa que tienen los militares, sobre el cual se apoyan muchas decisiones (erradas) en materia de gobierno. Hay militares dirigiendo ministerios de todo tipo (finanzas, relaciones interiores, seguridad alimentaria, energía eléctrica, etc.); en sus equipos colocan subordinados o familiares; y, por si esto fuese poco, hay militares gobernadores y diputados que muestran como pavo reales la impúdicamente inconstitucional práctica de politizar la Fuerza Armada, presentándola como brazo derecho armado del PSUV (porque el izquierdo está también armado... por los colectivos).
El mito oculta la vigencia, en Venezuela, de la segunda enmienda de la Constitución de los Estados Unidos de America, pero con exclusividad para los "patriotas" oficialistas. Esa enmienda se refiere a lo siguiente:
"Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del Pueblo a poseer y portar armas no será infringido."
Como los de oposición no somos "Pueblo", ese derecho es solamente válido para el PSUV con sus tres brazos armados: los dos ya mencionados y un tercero que sería el de la delincuencia (precisión algo redundante porque es como inútil distinguir a los pranes como algo aparte de los otros dos contingentes pueblerinos).
Es un mito lo de la brillante capacidad logística y organizativa de los militares. El desorden, el caos y la miseria que padece el país tienen como protagonista a ese "Pueblo" en armas. Las armas sólo sirven para matar y amenazar y es estúpido creer que sirvan para construir un país próspero y justo. Las armas de la nación, en lugar de servir para defender a los venezolanos de agresiones externas, son usadas por una parte de la sociedad que intenta infructuosamente someter al resto. Esa parte de la sociedad se siente amenazada. Siente que pueden perder sus privilegios actuales de saquear al país. Pero ya no son mayoría. Ya nadie cree en ellos. Van a tener que entregar sus armas y el poder a la mayoría.
Este 1° de Septiembre los venezolanos, desarmados y pacíficamente, van a exigirle a los gringos-armados disfrazados de supuestos compatriotas, que ya no los quieren más gobernando el país, que no les creen más sus promesas mentirosas y que tienen que fijarle fecha al Revocatorio 2016, el cual no significa otra cosa sino la inescapable carta de despido para funcionarios públicos que no reúnen las condiciones para continuar como tales, que son Nicolás Maduro y todo su equipo.
Es patético que por sus ambiciones de poder económico y político, esos supuestos compatriotas se rijan por una constitución extranjera (y no por cualquier constitución, sino la de su supuesto encarnizado imperio enemigo, en donde, por cierto, muchos de ellos deciden invertir fortunas amasadas a cambio de la miseria que han creado en su supuesto país). La segunda enmienda gringa es objeto de culto entre los revolucionarios. Pero más poder existe del lado de los venezolanos desarmados, que mayoritariamente desean un cambio de modelo y de rumbo en beneficio de todos.
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