'Tiene facciones regulares, pero no se puede decir que sea bella. Es demasiado grande y demasiado fuerte. Sus facciones no son regulares, pero se puede decir que es muy bella. Es un poco excesivamente pequeña y delgada y profesora de canto.' Esas son líneas de la obra de teatro de Eugene Ionesco, La Cantante Calva, paradigma del género bautizado como teatro del absurdo.
Ese género teatral parece crecer aceleradamente en Venezuela como montaña de containers podridos. Cuando el movimiento Dadá, más tarde el Surrealismo y luego Ionesco, se dedicaron en el Siglo XX a desmontar el sentido común excesivamente racionalista que ahogaba a la cultura europea, el objetivo no era el caos en sí mismo, sino lograr una mayor libertad de creación. En el Siglo XXI en Venezuela ocurre, paradójicamente, todo lo contrario: más caos del que normalmente hemos tenido (nunca hemos sido 'excesivamente racionales') y con menos libertad para tener cualquier tipo de iniciativa.
Mientras no existe claridad sobre asesinatos vinculados a la política, ocurridos durante este siglo como los de los compatriotas que murieron en Abril de 2002, o el de un connotado fiscal del ambiente, se empeñan ahora en esclarecer un supuesto asesinato de Simón Bolívar que habría ocurrido hace aproximadamente 180 años. Mientras se lucen con operativos para inspeccionar denuncias de supuestos remarcajes y acaparamientos de unos cuantos productos en buen estado, hoy se niegan a procesar la denuncia de acaparamiento de millones de kilos de alimentos que terminaron pudriéndose. Mientras partido y gobierno se mimetizan compartiendo recursos propagandísticos a lo interno y financiando a grupetes ideológicamente afines en Argentina, Nicaragua o Perú, en la Asamblea se ponen roncos condenando a todo gañote a las ONGs venezolanas que puedan estar recibiendo apoyos financieros legales desde el exterior.
El mensaje de los poderosos estebanistas es muy claro: 'hacemos los que nos da la gana.' Ya la palabra pueblo en sus discursos no tiene otro significado que el de indicar la fracción cada vez más pequeña de venezolanos que continúan apoyando la destrucción del sentido común, la confianza, las instituciones, la convivencia, la libertad. Y, absurdamente, la mayoría de los venezolanos no parecen querer reaccionar.
Un país con una moneda y varias tasas de cambio, es un absurdo económico. Un país con una sociedad acosada por el hamponato, es un absurdo social. Un país con una empresota petrolera intocable que opera contaminando a diestra y siniestra, es un absurdo ecológico. Un país con los poderes públicos sometidos a la voluntad de una sola persona, es un absurdo político. Un país con libertad para darse cuenta de lo que sucede pero donde la mayoría permanece apática, es un absurdo ético.
Si exhumaran y revivieran a Ionesco reescribiría su obra con personajes de acá, tomando citas de la prensa o de las cadenas y podría ponerle como título La Cantante del Federal.
Excelente Moisés!
ResponderEliminarPD: En la reseña de absurdos es necesario incluir la media hora que nos distingue de la normalidad...
Excelente, Moisés. Te felicito de todo corazón, pana.
ResponderEliminar