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Escribo sobre temas que me interesan, me afectan, me gustan, me intrigan: algo bastante sobre política, pero también hay de urbanismo, diseño y temas diversos.

17.3.10

Falsas mentiras y la suerte del mensajero

En épocas ya remotas, la información era generalmente divulgada a través de personas. Si el mensaje era considerado una mala noticia, el mensajero podía en ocasiones terminar hasta muerto, a pesar de no ser sino un instrumento para hacer llegar una información referida a terceros, cumpliendo con una orden dada. El mensajero era sólo un canal y, absurdamente, se le llegaba a exigir responsabilidad previa sobre los contenidos.

La suerte del mensajero lamentablemente la corren hoy los medios de comunicación y hasta Internet, pero es algo tan absurdo que me cuesta aceptar que altas autoridades se refieran a eso de manera tan irresponsable en Venezuela o Cuba. Si usted es una de esas personas que cree honestamente (sin segundas intenciones) que se justifica dispararle al mensajero, visualice lo siguiente: Se inauguran en la Estación Capitolio del Metro de Caracas unos baños públicos super-modernos y comienzan a entrar allí miles de usuarios diariamente. Ocurre que un día alguien escribe, en una de las paredes, o en una división entre pocetas, un mensaje que no resulta agradable para el gobierno. En lugar de mandar a limpiar, ¿Se le ocurrirá al presidente del Metro tumbar las divisiones, las paredes o simplemente cerrar los baños públicos por esa razón?

¿Es importante que un mensaje anónimo escrito en una pared pública sea falso o verdadero? ¿Qué sucedería si se descubre que el sindicato del Metro no estaba de acuerdo con la apertura al público de esas facilidades y entonces encarga a unos tipos para que escriban una falsa mentira, como estrategia para provocar la reacción de la Dirección del Metro que conduzca al cierre de esas instalaciones?

Cerrar canales de TV, radios o racionar el uso de Internet son medidas absurdas si las vemos desde el punto de vista de ciudadanos de un país libre, plural y democrático. Medidas así sólo pueden parecerle lógicas y normales a un fascista, a un nacional-socialista que se crea éticamente superior a todos nosotros y pretenda imponernos un control absoluto sobre lo que digamos o hagamos. Ningún demócrata podría encontrar razones que justifiquen restringir las libertades.

Lo ético es aquello que decidimos hacer libremente y respetando nuestros valores más preciados, no lo que obliguemos a hacer a los demás, independientemente de que nos inspiremos con hermosas intenciones. La libertad da la oportunidad a cada quien de ser ético en lo que diga o haga. Por eso, sin libertad no es posible hablar de ética. Paradójicamente, los socialistas invocan la ética como argumento para restringir libertades. El tema de fondo para los socialistas es la sumisión y el control de las iniciativas individuales, para perpetuarse como casta militarista y dominante.

La visión polarizada y etiquetada del mundo que pregonan los socialistas termina convirtiéndolos en los más recalcitrantes conservadores. Una vez en el poder no quieren abandonarlo pero en el fondo se trata de un gran miedo (típicamente conservador) a la libertad y al cambio. En Venezuela va a haber un gran cambio. Prepárense.

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