Los Infinitos Problemas de Tres Cuerpos
Patrones, caos y la música del
universo
Moisés P.
Ramírez (ideas esenciales, estructura y ajustes editoriales)
Claude Opus 4.1 (textos y referencias bibliográficas)
Hace unos
días recibí un largo email de mi amigo Benjamin S., matemático que vive en
Londres desde hace tiempo. El asunto decía simplemente: "Leí algo que me
hizo pensar en todo". Lo que seguía era el texto que comparto aquí con su
permiso. Él tiene esa rara habilidad de ver matemáticas donde otros ven
cotidianidad, y de explicar lo complejo como si fuera una conversación en un
pub. Me pareció demasiado bueno para quedarse en mi bandeja de entrada. Aquí
está, tal como me lo envió, solo con ligeras ediciones de formato.
Querido
Moshe, necesito contarte algo que me ha estado dando vueltas desde la semana
pasada. Todo empezó con un libro de ciencia ficción china, pero terminó siendo
mucho más. Déjame explicarte...
Uno
Uno
pensaría que a estas alturas ya conocería de memoria la Northern Line. Era
martes por la tarde cuando subí al vagón en Golders Green, ese tramo donde la
línea todavía corre sobre la superficie antes de hundirse en los túneles de
Londres. Abrí El problema de los tres cuerpos de Liu Cixin justo cuando
el tren arrancaba. La premisa me pareció elegantemente cruel: una civilización
extraterrestre, los Trisolarianos, vive en un sistema con tres soles. Su
planeta danza caóticamente entre estas tres estrellas, creando eras estables
que pueden durar días o siglos, interrumpidas por eras caóticas donde la
civilización se colapsa una y otra vez. Desesperados, deciden invadir la
Tierra, nuestro predecible planeta de un solo sol.
Levanté la
vista del libro justo cuando el tren se detenía entre Camden Town y Euston. El
conductor anunciaba un retraso por "coordinación de trenes" - tres
líneas convergiendo en una estación, cada una afectando el tiempo de las otras.
Sonreí ante la ironía.
Dos
Dos cuerpos
en el espacio, aprendí mientras esperaba en el andén repleto de King's Cross,
crean un problema elegante y resoluble. Si tienes solo la Tierra y el Sol,
puedes calcular con precisión dónde estarán en mil años. Es lo que Newton nos
enseñó, y funcionó tan bien que pudimos enviar sondas a Plutón con precisión
milimétrica. Pero agrega un tercer cuerpo, incluso uno pequeño como la Luna, y
las ecuaciones se vuelven irresolubles. No es que sean difíciles; son imposibles.
Henri Poincaré lo demostró en 1887: no existe una fórmula general que prediga
el futuro de tres cuerpos gravitándose mutuamente.
Esta imposibilidad me persiguió mientras caminaba hacia la biblioteca. En la esquina observé el semáforo: rojo, amarillo, verde. Dos estados - rojo y verde - serían predecibles, binarios, manejables. Pero ese tercer estado, el amarillo, crea el caos. ¿Acelerar o frenar? Cada conductor londinense toma una decisión diferente, impredecible, a veces catastrófica.
Tres
Tres
poderes, reflexioné esa noche viendo BBC News: Otra crisis en Westminster: el
ejecutivo había tomado una decisión, el Parlamento la bloqueaba, y ahora la
Corte Suprema debía intervenir. Recordé cuando nos enseñaban sobre la
separación de poderes como algo estable y predecible. Pero ahí estaba: tres
poderes, cada uno tirando de los otros, creando un baile tan caótico como el de
los tres soles de Trisolararis.
Montesquieu diseñó la separación de poderes para evitar la tiranía, pero sin saberlo, había creado un problema de tres cuerpos político. Ningún politólogo puede predecir exactamente cómo interactuarán estos poderes en una crisis futura. Pequeños cambios - un juez que se retira, una elección reñida en un distrito marginal, un escándalo menor- pueden desencadenar cascadas impredecibles de consecuencias.
Cuatro
Cuatro de
la madrugada, incapaz de dormir, me encontré mirándome en el espejo. Un
pensamiento extraño me asaltó: mi consciencia también es un problema de tres
cuerpos. Está el "yo" que observa, está lo que observo (mi reflejo,
mis pensamientos), y está el acto mismo de observar. Intento atrapar mi
consciencia completa, pero es como los Trisolarianos tratando de predecir sus
soles - cada intento de observación cambia lo observado, que cambia al
observador, en un bucle infinito e irresoluble.
Los budistas lo saben desde hace milenios. Por eso la meditación no busca "resolver" la consciencia sino simplemente observar el caos sin intentar predecirlo. Los Trisolarianos nunca aprendieron esta lección; seguían intentando calcular, predecir, controlar. Como nosotros los matemáticos, obsesionados con encontrar soluciones cerradas a sistemas abiertos.
Cinco
Cinco
minutos después de sentarme el sábado en The Breakfast Club en Soho, mi amigo
Chucho G. llegó con su guitarra a cuestas. Había tocado hasta las tres de la
madrugada en Ronnie Scott's. Mientras esperábamos nuestros English muffins, la
radio del local tocaba una fuga de Bach. Él, músico, pero también matemático
como yo, levantó la vista y sonrió: "¿Sabes? Esto es un problema de tres
cuerpos que funciona."
Me dio la siguiente explicación: "Piensa en un acorde disonante, como un diminished - séptima, segunda, cuarta y raíz - o un half diminished. Son acordes que crean tensión, inestabilidad armónica. Las frecuencias vibran juntas, pero no en proporciones simples. El atractivo está precisamente en cómo los armónicos de cada nota, siendo casi idénticos, son en verdad diferentes. Crean batimientos, interferencias. La discordancia no es más que una concordancia rara, como demostró Stravinski con La Consagración de la Primavera. Es exactamente como los Trisolarianos: viviendo en la tensión perpetua entre estabilidad y caos."
Continuó:
"Bach entendía esto, pero también los modernos como Stravinski. No
intentaban resolver el problema de tres cuerpos musical; lo celebraban.
Cada fuga, cada composición serial, es un ejercicio en complejidad controlada,
donde las voces melódicas se persiguen, se encuentran, se separan, creando
patrones que son imposibles de predecir, pero hermosos de experimentar."
Seis
Seis tazas
de café después (Chucho y yo tendemos a alargar los desayunos cuando hablamos
de matemáticas), llegamos a los números primos. "Es otro problema de tres
cuerpos disfrazado", dije yo dibujando en una servilleta del Breakfast
Club. "Cada número primo emerge de la interacción entre él mismo, sus
posibles divisores, y toda la estructura de números que lo preceden. No podemos
predecir dónde aparecerá el siguiente primo, aunque las reglas son
completamente deterministas."
Él agregó
mientras yo sacaba la cartera para pagar la cuenta: "Nuestra seguridad
digital depende de esta impredecibilidad. Los códigos RSA[1]
funcionan porque factorizar números grandes es un problema de tres cuerpos
matemático: el número compuesto, sus factores primos, y el tiempo computacional
necesario para encontrarlos."
Siete
Siete días
habían pasado desde que empecé el libro cuando Chucho me dijo algo que me dejó
pensando. Caminábamos por Hyde Park después del desayuno. "¿Sabes qué es
lo más irónico?", dijo. "La palabra 'revolución' viene de la
astronomía - significa volver al punto de partida. Pero Copérnico usó ese
término cíclico para describir un cambio lineal e irreversible en nuestro
entendimiento."
Esto me hizo pensar en los Trisolarianos de manera diferente. Ellos experimentaban el tiempo como nosotros - como una flecha unidireccional hacia el caos. Pero ¿y si el tiempo fuera más bien una espiral? ¿Y si los patrones regresan, no idénticos, pero sí similares, como temas en una sinfonía?
Ante este
comentario, Chucho amplió su referencia: “Los mayas lo entendían así. Su
calendario no medía duración sino cualidades vibratorias del tiempo. Cada día
tenía un tono, como las notas musicales. El tiempo no era un contenedor vacío
sino música cósmica - predecible en sus ritmos, aunque impredecible en sus
melodías específicas.”
Ocho
Ocho
páginas llevaba escritas cuando me di cuenta del problema. Sentado otra vez en
la British Library, intentando escribir sobre todo esto, me encontré con otro
problema de tres cuerpos: para explicar algo necesitas el fenómeno, el modelo
explicativo, y el acto de explicar. Estos tres elementos se interfieren
mutuamente. Toda explicación simplifica forzosamente la realidad a relaciones
binarias de causa-efecto, escondiendo siempre un tercer elemento: el contexto,
el observador, o las consecuencias no anticipadas.
Recordé
entonces algo que me había obsesionado en mis años de estudiante: el teorema de
indefinibilidad de Tarski. Alfred Tarski demostró en 1936 algo devastador:
ningún lenguaje puede contener su propio predicado de verdad. Es decir, no
puedes tener un sistema que determine si sus propias afirmaciones son
verdaderas sin caer en paradojas. Es como si intentaras levantarte a ti mismo
tirando de tus propios cordones.
El teorema
de Tarski es, me di cuenta mientras miraba las estanterías infinitas de la
biblioteca, otro problema de tres cuerpos disfrazado. Tienes: 1) el lenguaje
que usas, 2) las afirmaciones sobre la realidad, y 3) el intento de determinar
la verdad dentro del mismo sistema. Cuando estos tres elementos interactúan,
surge la imposibilidad. No puedes estar dentro y fuera al mismo tiempo. No
puedes ser juez y parte. No puedes usar el lenguaje para definir completamente
la verdad del lenguaje mismo.
Es irónico:
uso lógica binaria para explicar por qué tres elementos crean complejidad
irreducible. Mi explicación traiciona su propio contenido. Este mismo texto que
escribo no puede validar su propia verdad. Los Trisolarianos, con su ciencia
avanzada, seguramente enfrentaban la misma paradoja. ¿Cómo describir el caos
usando un lenguaje que busca orden? ¿Cómo explicar la imposibilidad de
explicar?
Tarski,
como Poincaré con los tres cuerpos, no encontró una solución - encontró un
límite fundamental. La verdad siempre requiere un metalenguaje, un punto de
vista exterior. Pero ese metalenguaje necesitará su propio meta-metalenguaje, y
así hasta el infinito. Tres cuerpos lógicos orbitando eternamente sin
resolución.
Nueve
Nueve de la
noche, siguiente lunes, en el Ronnie Scott escuchando un Jazz Jam. El trío -
piano, bajo, batería - improvisaba algo de free jazz. Mientras los escuchábamos,
todo cobró sentido. El jazz es la solución al problema de tres cuerpos.
No intenta predecir o controlar; navega el caos con gracia. Cada músico
responde a los otros dos en tiempo real, creando patrones emergentes que
ninguno podría producir solo.
Tal vez eso es lo que los Trisolarianos nunca entendieron. Pasaron su historia tratando de resolver su problema de tres soles cuando podrían haberlo danzado. En lugar de huir a la Tierra, podrían haber aprendido a improvisar con el cosmos, como estos músicos en Soho.
Diez
Diez días
después de empezar, terminé el libro de Liu Cixin en el mismo vagón de la
Northern Line, volviendo del trabajo. Los Trisolarianos tardarán 400 años en
llegar a la Tierra. Vienen buscando la estabilidad de nuestro único sol, la
predictibilidad de nuestras órbitas simples.
Pero pienso en lo que encontrarán: democracias tambaleándose entre tres poderes, mentes humanas atrapadas en bucles de auto-observación, economías oscilando caóticamente entre producción, consumo y especulación. Cada familia es un problema de tres cuerpos generacional: padres, hijos y el tiempo que los transforma. Cada conversación significativa involucra al hablante, al oyente y el silencio entre ellos. Cada decisión moral equilibra el deseo, el deber y las consecuencias imprevistas.
Los
Trisolarianos huyen de tres soles para encontrarse con billones de problemas de
tres cuerpos, cada uno anidado dentro de otros, fractales de complejidad que
ninguna civilización, por avanzada que sea, podría resolver.
Once
Once de la
noche. Desde mi ventana en Hendon puedo ver el cielo de Londres extendiéndose
hasta el horizonte. No veo puntos de luz fijos sino una sinfonía en desarrollo.
Cada sistema de tres cuerpos - desde los quarks hasta las galaxias, desde los
semáforos de Oxford Circus hasta los debates en Westminster - es un instrumento
en esta orquesta cósmica. La impredecibilidad no es un fallo del universo; es
su método de composición.
Los
antiguos hablaban de la "música de las esferas", pero la imaginaban
como armonía perfecta y predecible. Estaban equivocados. Es jazz. Es
improvisación cósmica sobre estructuras que emergen y se disuelven, temas que
retornan transformados, disonancias que a veces se resuelven en concordancias
efímeras, a veces en nuevas disonancias..
Y nosotros,
lectores de novelas en el Tube, observadores de semáforos caóticos, habitantes
de democracias impredecibles, somos notas conscientes en esta partitura
imposible. No podemos predecir el siguiente compás, pero podemos aprender a
escuchar el ritmo, a encontrar nuestro tiempo, a improvisar nuestra parte en el
eterno e irresoluble problema de tres cuerpos que llamamos existencia.
Doce
Doce
minutos de retraso anuncia el altavoz en Baker Street. Otra convergencia de
tres líneas creando caos en los horarios del Underground. Pero ahora sonrío. No
es un fallo del sistema; es su naturaleza. Otros pasajeros murmuran en
múltiples idiomas, consultan sus smartphones, recalculan rutas. Se parecen a
los Trisolarianos en sus eras caóticas, pero podrían tener acceso a una
diferencia crucial: esperar con gracia, encontrar belleza en la
impredecibilidad, conversar con extraños mientras el caos se resuelve
temporalmente en un nuevo orden, que también será temporal.
Un músico
empieza a tocar acordeón en el andén. Su melodía rebota en las paredes de
azulejo victoriano, interfiriendo consigo misma crea ecos y armonías no
planeadas. Algunos pasajeros le dan monedas. El tren finalmente llega. Las
puertas se abren con ese característico "Mind the gap". Entramos en
este cilindro de metal que nos llevará a través de túneles de 150 años hacia
destinos que creemos predecibles pero que, en realidad, están sujetos a las
infinitas perturbaciones de millones de decisiones individuales, señales
defectuosas y la ocasional epifanía de un matemático que ve problemas de tres
cuerpos en todas partes.
Los
Trisolarianos vienen hacia acá, huyendo del caos hacia lo que creen que es
orden. Qué sorpresa les espera en esta ciudad donde tres líneas de metro
convergiendo pueden paralizar a millones. Qué hermosa, terrible, musical
sorpresa.
Así que
ahí lo tienes, amigo. No he podido dejar de ver estos patrones desde entonces.
¿Será locura matemática o iluminación? Tal vez ambas, como un problema de tres
cuerpos epistemológico.
Tuyo
desde el caos londinense, Benjamin.
Referencias
bibliográficas
Barrow-Green,
June. Poincaré and the Three Body Problem. American Mathematical
Society, 1997.
Gleick, James. Chaos: Making a New Science. Viking
Penguin, 1987.
Hofstadter, Douglas. Gödel, Escher, Bach: An Eternal
Golden Braid. Basic Books, 1979.
Liu, Cixin. The Three-Body Problem. Traducido por Ken
Liu. Tor Books, 2014.
Montesquieu,
Charles de Secondat. The Spirit of Laws [1748]. Cambridge
University Press, 1989.
Poincaré, Henri.
"Sur le problème des trois corps et les équations de la dynamique." Acta
Mathematica, vol. 13, 1890, pp. 1-270.
Prigogine, Ilya y Isabelle Stengers. Order Out of Chaos:
Man's New Dialogue with Nature. Bantam Books, 1984.
Stewart, Ian. Does God Play Dice? The New Mathematics of
Chaos. Blackwell Publishing, 2002.
Strogatz, Steven. Nonlinear Dynamics and Chaos.
Perseus Books, 1994.
Tarski, Alfred. "The Semantic Conception of Truth and
the Foundations of Semantics." Philosophy and Phenomenological Research,
vol. 4, no. 3, 1944, pp. 341-376.
Watts, Alan. The Way of Zen. Pantheon Books, 1957.
Wolfram, Stephen. A New Kind of Science. Wolfram Media, 2002.
[1] RSA es un sistema criptográfico de
clave pública desarrollado en 1977 por Rivest, Shamir y Adleman. Su seguridad
se basa en la dificultad computacional de factorizar el producto de dos números
primos grandes. Por ejemplo, mientras multiplicar dos primos de 100 dígitos
toma microsegundos, factorizar su producto podría tomar millones de años con la
tecnología actual.













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