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Escribo sobre temas que me interesan, me afectan, me gustan, me intrigan: algo bastante sobre política, pero también hay de urbanismo, diseño y temas diversos.

8.2.19

Plaza Maduro

Caracas, 12 de febrero de 2021. El joven Gerardo le escribe vía HeyDude (aplicación que desplazó al WhatsApp) a Mónica:
< ¿Mónica, nos vemos en un rato?
A lo que la linda chica le responde:
> ¡Claro! pero ¿dónde?
Y Gerardo, en este pasado en el que estás leyendo ese futuro posible, insólitamente responde:
< En Plaza Maduro
> Okis
No es lo que parece.

Plaza Maduro es un nuevo tipo de plaza, distinto a las que tradicionalmente hay en todas las ciudades del mundo. Es la primera que responde a este nuevo concepto: el evitar repetir.

El concepto tradicional de la gran mayoría de las plazas es justamente lo opuesto: el volver a repetir. La utilización del espacio público para rendirle culto o simplemente adular a determinadas personalidades es una práctica que se ha aceptado de un modo muy poco crítico. Quien se imponga luego de un conflicto militar, político, religioso, económico, o hasta artístico, cae típicamente en la tentación de presentarse como modelo a seguir.

El énfasis se pone en la repetición, en hacer perdurar esa dominación, en obedecer tácitamente a ese "prócer" y a sus oficiantes, en manipular a la gente con esa referencia para supuestamente alcanzar la cohesión social en la realización de un "destino glorioso."

El futuro es lo que menos le importa a quienes erigen estatuas y mucho menos lo social. El interés es la sumisión a través del culto a la personalidad de quienes se presten gustosos a un narcisismo colectivo. Espacio público dedicado a volver a repetir supuestos heroísmos y que, inadvertidamente, condena la experimentación y el aprendizaje a espacios menos accesibles.

Veinte años de desastre, si de algo sirvieron, fue para valorar el aprendizaje tanto individual como social. Por eso los venezolanos se replantearon el concepto de plaza y comenzaron a aparecer nombres que nadie se esperaba: Plaza Diosdado, Plaza Iris, Plaza Jorgito, Plaza Delcy, Plaza Maduro, Plaza Escarrá, etc., y, por supuesto, también Plaza Capriles, Plaza Rosales, Plaza Ramos Allup, etc. En esas plazas lo importante son dos cosas: reafirmar que las metidas de pata brindan oportunidades para el aprendizaje; y comunicar de acuerdo a cada caso, lo que se quiere específicamente evitar repetir como sociedad, como país.

El wi-fi gratuito en cada plaza, sirve para que ambos mensajes lleguen a muchas personas. Venezuela se ha ido convirtiendo en un país abierto y competitivo para la creatividad y la innovación. Aquí se estimula, sin pretenciones heroicas, la experimentación, la curiosidad para explorar nuevos caminos e iniciativas, el aprender a aprender; y, también se recuerda a la gente que lo que esos personajes de cada plaza hicieron, se debe evitar repetir. Es mejor contar con una lista de prácticas a evitar como hipertrofiar el tamaño del Estado, imponer controles de cambio y precios, tener narcotraficantes como funcionarios públicos, etc.; que tener una lista de lo que supuestamente se debe hacer siempre, de lo políticamente correcto, de lo que va a funcionar porque "está probao" y, además, lo manda una vocesita que te susurra: "no invente, mijo."

Desde ese futuro entendimos que la manera como Juan Guaidó comenzó hace 2 años a hacer las cosas, nos trajo a este cambio en ver las plazas de manera radicalmente diferente. A Gerardo y a Mónica les fue bien en su encuentro de hoy en Plaza Maduro, los selfies que subieron a Coffeecake (página que desplazó a Facebook) lo comprueban.

A nadie se le ha ocurrido proponer hacer una Plaza Guaidó.



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