Moisés
P. Ramírez (ideas
esenciales, estructura, ajustes editoriales y selección de fotos)
Claude Sonnet 4.5 (textos, referencias y prompt para imagen) / ChatGPT
5.1 (imagen)
Encontrar
que un médico o un ingeniero muestre devoción religiosa, siempre me ha parecido
como inapropiado; excepto cuando la persona es un amigo querido, un hermano del
alma. Mi amigo Ronald F. es ingeniero y a la vez muy comprometido con lo
sagrado. Sin ánimo de querer evangelizarme me envía un texto que encontró en su
viaje reciente a España. Hizo el Camino de Santiago sin perderse de entrar en
todas y cada una de las iglesias y capillas que encontró. Escogió hacerlo por la
ruta “Del Norte” que comienza en Irún. Atravesando San Sebastián, curioseó una
tienda de antigüedades, en la que pudo revisar incunables, muchos de ellos de
temática religiosa. Allí se topa con ese texto arriba referido. Lo hojea. Se acordó
de mí y decidió adquirirlo para su colección de “objetos históricos” que
celosamente alberga en un cuarto climatizado de su mansión, en la zona
residencial que se conoce como Punta Pacífica, Ciudad de Panamá. Al regresar a
casa lo envió a escanear con un especialista para que su nueva y valiosa
adquisición no sufriera ningún daño. Me envió el PDF y luego de agradecérselo
con un delivery de carimañolas que tanto le gustan, he decidido compartir con
ustedes esta maravilla escrita en 1687 (la presencia de referencias al Antiguo
Egipto se entiende al leer la nota del autor ubicada al final de este tratado).
Theoria
del Yerro: Lo Inevitable es Explicable y Provechoso
I. De la
Naturaleza del Yerro
Difínese el
yerro como aquello que un agente haze o dexa de hazer con consciencia y buena
fe, sin intención de causar daño alguno, mas que produce mal funcionamiento en
las cosas o maliestar en los seres vivientes. Esta difinición distingue el
yerro de la malicia deliberada, pues el yerro nace de nuestras limitaciones
como criaturas finitas y no de perversidad del coraçón. El yerro es, por tanto,
inherente a la condición del hombre después de la Caída, y no puede ser
eliminado completamente en esta vida mortal, aunque sí puede ser entendido y,
en cierta medida, atenuado mediante el coñocimiento y la prudencia.
El yerro surge de la discrepancia entre nuestra capacidad limitada de coñocer y la complejidad casi infinita del universo que Dios Nuestro Señor ha criado. Los mortales no podemos prever todas las consequencias de nuestras acciones, por muy cuidadosos que seamos en nuestras deliberaciones y por mucho que consultemos con varones sabios. Esta impossibilidad no nos excusa de responsabilidad ante Dios y ante los hombres, mas sí nos recuerda que somos seres que obran en la escuridad parcial, guiados por luzes que no siempre alcanzan a iluminar todos los caminos que nuestros actos abren. Cuéntase de los antiguos architectos del Pharaón Cheops que, al calcular la inclinación de las piedras para la grande Pirámide, yerraron en pequeña medida al principio, mas este yerro, multiplicándose en cada hilera que se alzava, causó que la cumbre no quedase perfectamente centrada, aunque la falta era tan leve que solo los medidores más diligentes pudieron después descubrirla.
Por ello,
el sabio reconoce dos verdades que ha de tener siempre presentes: primera, que
el yerro es inevitable dada nuestra naturaleza caída; segunda, que esta
inevitabilidad no nos condena a la pasividad ni al desaliento, sino que nos
llama a la prudencia y a la vigilancia. El coñocimiento de nuestra falibilidad
es el primer passo hazia la sabiduría, pues quien se sabe falible procede con
mayor cuidado y humildad que quien se cree infalible y perfecto. Assí, la
theoria del yerro no es doctrina del pessimismo que desespera, sino del
realismo christiano que coñoce los límites del hombre y por ello busca en Dios
la luz que le falta.
II. Del
Sufrimiento y del Dolor
Es menester
hazer distinción entre el dolor y el sufrimiento, pues aunque relacionados y
muchas vezes confundidos en el hablar vulgar, no son lo mesmo en su naturaleza
ni en sus remedios. El dolor es aquella afección que tiene causas observables y
soluciones que pueden venir de fuera mediante el arte de los phísicos y
boticarios, o de dentro mediante los processos naturales de sanación que Dios
puso en nuestros cuerpos. El sufrimiento, empero, es interpretativo y pertenece
al ánima, de suerte que solo quien lo padece puede resolverlo, pues persiste
aun quando el dolor del cuerpo ha cessado, y nace de cómo el paciente
interpreta su experiencia y le da significación.
El dolor
puede ser causado por yerros que afectan el cuerpo o las circunstancias
externas de una persona, y admite remedios proporcionados a sus causas
materiales, así como el médico cura la herida y el emplasto alivia la
quemadura. El sufrimiento, en cambio, se produce quando la persona construye
significaciones sobre su dolor, diziendo en su coraçón: "esto prueba que
soy indigno y merezco castigo", o "esto significa que el mundo es
injusto y que no hay orden ni razón", o "agora mi vida nunca será la
mesma y he perdido para siempre mi felicidad". Estas interpretaciones, que
son como narraciones que el ánima compone sobre sus experiencias, convierten el
dolor transitorio en sufrimiento que puede perpetuarse indefinidamente, independiente de que la causa original haya
sido removida.
Refiérese en las crónicas de Egypto que cierto escriba del Pharaón Ramsés, aviendo perdido su mano derecha en un accidente durante la construcción de un obelisco, sanó de la herida en pocas semanas; mas el sufrimiento de su ánima, por creer que sin su mano no era digno de su oficio y que los dioses le havían castigado, perduró hasta su muerte, aunque havía otros escribas mancos que continuavan sirviendo con la mano que les quedaba.
Esta
distinción es crucial para entender cómo los yerros se propagan en cadenas
hazia la tragedia, pues actúa de la siguiente manera. Un yerro inicial causa
dolor a alguien; esse dolor, convertido en sufrimiento, degrada las capacidades
de juizio y menoscaba el entendimiento; essa degradación facilita que ocurran
nuevos yerros que causan dolor y quizás también sufrimiento a otros; y assí la
cadena continúa su curso fatal. Por tanto, parte de interrumpir las cadenas
trágicas consiste en aprender a no convertir todo dolor en sufrimiento, tarea
que requiere sabiduría para interpretar nuestras aflictiones y cómo damos
significación a nuestros males, virtud que los Santos llaman resignación
christiana y aceptación de la voluntad divina.
III. De
las Creencias y de las Passiones
Las
creencias son sistemas de interpretación que determinan qué reconocemos como
amenaza a nuestro ser, qué respuesta consideramos apropriada y proporcionada, y
qué consequencias somos capaces de prever o que permanecen ocultas a nuestro
entendimiento. Estas creencias no son neutras ni casuales, como piensa el vulgo
ignorante, sino que filtran nuestra percepción del mundo y guían nuestras
reacciones ante los sucessos. Muchas creencias permanecen implícitas en el
fondo del ánima, operando sin que nos apercibamos de su influencia sobre
nuestros juizios y acciones, assí como el ayre que respiramos obra en nuestro
cuerpo sin que lo sintamos.
Las
passiones, y especialmente el miedo que es la más poderosa dellas en lo tocante
a nuestra conservación, interactúan con las creencias de manera complicada y
muchas vezes peligrosa. El miedo es verdadero como experiencia y afección del
ánima: quien teme realmente experimenta la urgencia de protegerse y su cuerpo
responde con mudanças que lo preparan para huir o pelear, según los philósophos
naturales han observado. Sin embargo, el miedo puede mentir acerca de aquello a
lo qual responde, confundiendo amenazas symbólicas (a nuestra dignidad, nuestro
honor, nuestra posición entre los hombres) con amenazas phísicas (a nuestra
vida corporal y subsistencia). Esta confusión lleva a respuestas desmesuradas y
desproporcionadas: quien se siente amenazado en su honor puede reaccionar con
violencia mortal, como si su vida biológica estuviese en peligro cierto.
Cuéntase en los anales de Egypto que un noble de la corte del Pharaón
Amenhotep, sintiendo que otro cortesano le havia desayrado delante de la asamblea, ordenó que le matassen aquella mesma
noche, causando con esa dessmessuura no solo un homicidio, sino una enemistad
entre familias que duró tres generaciones.
La combinación de creencias inservibles y passiones reactivas cría las condiciones propicias para que pequeños yerros escalen hazia grandes catástrophes. Una creencia falsa sobre qué constituye amenaza mortal, combinada con miedo intenso que ciega el entendimiento, produce respuestas automáticas que no dexan espacio para la deliberación ni para el consejo de varones prudentes. Por ello, el cultivo de creencias más exactas y conformes a la verdad sobre la naturaleza de las amenazas, juntamente con el aprendizaje de cómo reconocer nuestras passiones sin ser dominados por ellas ni arrastrados a su capricho, son prácticas que reducen la posibilidad de yerros graves, y pertenecen al oficio de la educación christiana que busca formar hombres templados y prudentes.
IV. De
la Propagación de los Yerros
Los yerros
no ocurren aislados como successos singulares sin conexión, sino que se
encadenan unos con otros formando una sucessión de causas y efectos: un yerro
inicial produce mal funcionamiento o malistar, este resultado causa que alguien
intente corregirlo con buena intención, mas ese intento de corrección (hecho
también de buena fe mas con entendimiento imperfecto) produce un nuevo yerro, y
assí sucessivamente va creciendo la cadena. Esta propagación ocurre porque el
sufrimiento causado por el primer yerro degrada las capacidades de quien lo
sufre: su percepción se estrecha como si mirara por una rendija, su juizio se
nubla como cielo cubierto de nubes espessas, sus passiones se intensifican
hasta ofuscar la razón. En este estado degradado y menoscabado, es más probable
que cometa yerros en sus intentos de remediar la situación que le aflige.
La transmissión del yerro entre personas sigue un patrón que puede identificarse mediante observación diligente. El agente A comete un yerro que causa sufrimiento a la víctima B; B, sufriendo y con su juizio turbado, intenta responder mas su respuesta (mal calibrada por su estado de perturbación) causa sufrimiento a C; C responde a su vez y afecta a D, y assí la cadena se extiende de persona en persona como pestilencia que se contagia. Cada eslabón involucra personas que obran de buena fe según sus limitadas capacidades y coñocimiento del momento presente, mas el todo en su conjunto se mueve hazia mayor desorden y mayor sufrimiento colectivo, assí como nave que ha perdido el timón. Refieren las historias que durante el reynado del Pharaón Akhenaton, aviendo este mudado la religión del reino y prohibido el culto a los dioses antiguos, un sacerdote del viejo culto, queriendo preservar ciertas imágenes sagradas, las escondió en un templo; mas otro sacerdote, temiendo que el Pharaón descubriera el sacrilegio y castigara a todos, denunció al primero; el primero, sintiéndose traicionado, acusó al segundo de otros delitos; y assí el miedo y la desconfiança se propagaron entre los sacerdotes. Muchos terminaron muertos violentamente y los templos quedaron desolados.
La
velocidad de la propagación es variable según las circunstancias: hay cadenas
de cocción rápida que llevan a la catástrophe en breve tiempo, como quando el
fuego prende en casa de madera seca; y cadenas de cocción lenta que se
dessarrollan durante generaciones enteras de hombres. Las cadenas rápidas dexan
poco tiempo para corrección y están dominadas por respuestas emocionales
automáticas que no admiten deliberación; las cadenas lentas permiten más
oportunidades de intervención y enmienda, mas también más puntos donde pueden
incorporarse nuevos yerros que van acumulándose. Ambos tipos de cadenas son
peligrosos para el bien común, aunque sus dinámicas y movimientos difieren en
aspectos importantes que el sabio governador deve coñocer si ha de guiar a su pueblo
con prudencia.
V. Del
Tipo y Proporción de las Respuestas
Quando un
yerro produce mal funcionamiento o malistar, quien lo padece responde según dos
dimensiones que, aunque relacionadas, son independientes una de otra: el tipo
de la respuesta y la proporción de la respuesta. El tipo se refiere a si la
respuesta es phísica (acción corporal, violencia de manos, reparación de daño
material), symbólica (palabras de reprensión o disculpa, gestos de
reconciliación, actos de reconocimiento), o mixta participando de ambas
naturalezas. La proporción se refiere a si la intensidad y magnitude de la
respuesta se ajusta al tamaño del problema que la originó, o si por el
contrario es desmmesurada, exagerada y excede lo razonable.
Una
respuesta apropriada y conforme a razón es aquella cuyo tipo corresponde a la
naturaleza de la amenaza: phísica ante amenaza phísica que pone en peligro el
cuerpo, symbólica ante amenaza symbólica que afecta el honor o la posición
social. Además, su proporción deve ajustarse a la magnitude del problema sin
excederla: no es justo matar a un hombre por un empujón leve, ni destruir una
hazienda entera por una ofensa menor de palabras. Quando se confunden los tipos
(respondiendo phísicamente a lo que era amenaza symbólica) o se yerra en la
proporción (respondiendo con violencia extrema a provocación pequeña), el yerro
se amplifica grandemente y la cadena se acelera
hazia la tragedia como piedra que rueda cuesta abaxo. Cuéntase que en tiempos
del Pharaón Pepi II, un architecto que dirigía la construcción de un canal para
las aguas del Nilo, aviendo recibido crítica de un inspector sobre pequeños
defectos en el traçado, respondió ordenando cambios tan extremos que el canal
quedó inservible para su propósito, causando pérdida de cosechas y hambre en
varios nomos del reino.
La dificultad surge porque baxo sufrimiento o miedo intenso, perdemos la capacidad de distinguir bien entre tipos de amenaza, assí como el enfermo con calentura no distingue bien los colores ni los sonidos. Lo symbólico se siente tan urgente y terrible como lo phísico; la ofensa al honor duele en el ánima tanto o más que una herida duele en el cuerpo. Esta confusión perceptiva, natural a nuestra condición de criaturas passionales, es una de las principales fuentes de respuestas desproporcionadas que engendran males mayores que los que pretendían remediar. Por tanto, cultivar la capacidad de distinguir entre tipos de amenaza y calibrar con tiento las proporciones de respuesta es parte essencial de aquella prudencia práctica que los antiguos llamavan phronesis y que nosotros llamamos discreción christiana, virtud que los Santos recomiendan y que previene el escalamiento trágico.
VI. De
la Tragedia como Acumulación
No todo
yerro conduce a tragedia ni toda desventura merece esse nombre terrible; haze
falta una massa crítica de yerros acumulados para que algo escale al nivel
trágico que mueve a horror y piedad. Un solo episodio de yerro, dolor y
respuesta puede contribuir a que ocurran nuevos episodios, mas si se detiene
allí y no passa adelante no alcança la densidad necessaria para ser tenido por
tragedia en sentido propio. La tragedia implica acumulación suficiente de males
que producen desenlaces de magnitude desproporcionada: muertes prematuras e
injustas, destrucciones irreparables de aquello que dava sentido a la vida,
pérdidas de tales que mudan enteramente el curso de una familia o de un pueblo.
La densidad crítica se alcança quando se combinan varios factores en concurso funesto: número suficiente de yerros encadenados unos tras otros, sufrimientos que generan nuevos yerros en retroalimentación continua como rueda que gira sobre sí mesma, y tiempo suficiente para que el ciclo se refuerçe a sí mesmo mas insuficiente para que pueda ser corregido por la prudencia. El resultado es un desenlace cuya magnitude y horror no corresponden a la culpa inicial que dio principio a todo: personas que obraron de buena fe terminan destruidas, familias enteras quedan deshechas, comunidades se fragmentan en bandos enemigos. La injusticia de la proporción entre yerros iniciales (que muchas vezes fueron pequeños y veniales) y consequencias finales (que son gravíssimas e irreparables) es marca distintiva de lo trágico que mueve a compassión. Refieren las crónicas de Egypto que en tiempos del Pharaón Tuthmosis, una disputa entre dos familias nobles sobre los límites de sus tierras, que comenzó con un yerro en las mediciones hechas por los agrimensores reales, escaló durante tres generaciones hasta que en una emboscada perecieron los varones principales de ambas cassas, quedando viudas e huérfanos sin amparo y perdiéndose las tierras que ambos disputavan, las quales passaron al patrimonio real.
Por ello,
la tragedia no es simplemente mala fortuna ni sufrimiento ordinario que aflige
a los mortales, sino un processo específico de acumulación que transforma
yerros manejables y corregibles, en catástrophes que exceden toda medida. La
muerte natural en su tiempo, quando el hombre ha vivido sus días y llega al
término que Dios le señaló, no es trágica aunque sea dolorosa, pues es
inevitable y parte del orden de la naturaleza caída. La tragedia ocurre quando
la cadena de yerros acelera injustamente la muerte o produce destrucciones
equivalentes a ella: locura que priva al hombre de su razón (que es su bien más
precioso), exilio perpetuo que le arranca de su patria y familia, pérdida total
de identidad o sentido que haze su vida más penosa que la muerte mesma. Esta
aceleración injusta de lo inevitable, esta precipitación de males que no
correspondían al tiempo ni a la culpa, es lo que haze trágico un desenlace y
mueve el ánimo de quien lo contempla a horror y piedad.
VII. De
lo Contingente y lo Inevitable
Aquí reside
una de las paradoxas más profundas de la theoria del yerro, la qual ha de ser
bien entendida para no caer en desespero ni en presumpción: lo contingente es
inevitable por lo impredecible. Pero esto no significa que retrospectivamente, después
de que la tragedia ha tenido lugar, no podamos ver con claridad meridiana lo que
explique lo sucedido. Mirando desde el momento en que los agentes obrarvan y
tomavan sus decisiones, dado el estado de sus entendimientos limitados, su
coñocimiento parcial de las circunstancias, sus creencias (algunas inconvenientes),
y el estado de sus passiones que turbavan su juicio; se comprende lo sucedido y
por lo tanto, en situaciones parecidas algo podemos hazer para evitar que la
tragedia se genere.
Esta doble naturaleza de la tragedia—contingente en quanto fue ineviitable dadas las circunstancias en quanto pudo no aver sido, mas explicable—haze qué su estudio sea útil y provechoso, aunque no se pueda prevenir una tragedia específica ya acaecida. No podemos mudar el passado que ya está escrito en el libro de los tiempos, ni podemos aver prevenido aquello que ya sucedió, pues para los agentes en su momento era inevitable dadas sus circunstancias y limitaciones. Mas podemos aprender la estructura de cómo cada tragedia particular se dessarrolla: qué creencias filtraron las percepciones de los agentes, qué passiones aceleraron sus respuestas sin dexar lugar a la prudencia, qué confusiones de tipo o proporción amplificaron los yerros hasta hazerlos fatales. Refieren los sabios de Egypto que durante el reynado de la Reyna Hatshepsut, quando se construía su grande templo en Deir el-Bahari, un error en los cálculos de los ingenieros causó el colapso de una columna que mató a varios obreros. Los ingenieros sobrevivientes estudiaron con diligencia qué havia fallado, no para ressucitar a los muertos (lo qual es impossible a los hombres) mas sí para asegurar que en las demás columnas no se repitiesse el mesmo yerro, salvando assí muchas vidas futuras.
Este aprendizaje sirve para situaciones estructuralmente análogas que puedan presentarse en el porvenir, aunque no sean idénticas en sus accidentes particulares. Quando enfrentemos circunstancias que comparten la mesma estructura causal que una tragedia passada, podemos reconocer los patrones y señales que anuncian peligro, y obrar differentemente guiados por la memoria de lo sucedido. Assí, el estudio de tragedias passadas no es exercicio de vana curiosidad ni entretenimiento ocioso, sino technología de aprendizaje colectivo (si es lícito usar tal término): cada tragedia explicada y entendida es una lección sobre nuestra falibilidad que, si se toma en serio y se guarda en la memoria de los pueblos, puede evitar que tragedias similares se repitan en otras circunstancias y otros tiempos, aunque no hemos de esperar eliminar la tragedia del mundo enteramente, porque siempre sucederán nuevas circunstancias para las quales no se dispone referencia o patrón que valga, excepto la fe en Nuestro Señor.
VIII.
Del Testigo y la Explicación
Toda
tragedia requiere de un testigo que observe y construya la cadena de causa y
efecto, haziendo visible lo que de otra manera permanecería oculto e
incomprensible. Este testigo puede ser interno (un sobreviviente que narra lo
sucedido aviendo sido parte de los acontecimientos) o externo (un investigador,
un chronista, un poeta trágico) que reconstruye retrospectivamente cómo los
sucessos se encadenaron desde el principio hasta el fin. Sin esta
reconstrucción narrativa que da orden y sentido, la tragedia permanece como
chaos incomprensible: una sequencia de desgracias sin connexión apparente, como
cuentas de rosario esparzidas que han perdido el hilo que las ordenava.
La función del testigo es identificar las causas y consequencias, mostrando cómo el Yerro primero produjo Malistar, que llevó a Respuesta primera, que contenía en su seno Yerro segundo, que también produjo Malistar, y assí sucessivamente hasta el desenlace fatal que cierra la cadena. Esta explicación no muda lo ocurrido (pues lo passado ni Dios lo puede hazer no-passado, como dizen los philósophos), mas transforma su significación: de evento incomprensible que parece obra del hado ciego o de la fortuna caprichosa, passa a ser sequencia comprensible de causas y efectos naturales. La capacidad de explicar es lo que distingue tragedia de mero azar: el azar puro no puede explicarse (pues no hay cadena causal identificable sino solo coincidencia fortuita), mas la tragedia sí puede y deve explicarse si ha de servir de enseñança. Cuéntase que después de la grande inundación que en tiempos del Pharaón Amenemhat destruyó varios pueblos a orillas del Nilo, los escribas reales estudiaron con diligencia todos los reportes y testimonios para entender qué havia causado tal catástrophe: si havia sido solo el capricho de los dioses o si ciertos errores en la construcción de diques y en la planificación de las siembras havían contribuido al desastre; y de su estudio resultaron nuevas ordenanças para la construcción de diques que salvaron a muchos de inundaciones futuras.
Por tanto,
cultivar la capacidad de ser testigos atentos—de nosotros mesmos y de nuestras
comunidades—es parte de la sabiduría práctica que todo christiano deve buscar.
Quien puede reconstruir honestamente cómo sus propios yerros se encadenaron,
sin caer en auto-flagelación estéril, ni en negación cobarde de su culpa, esse
ha dado el primer passo para no repetir la mesma cadena fatal en el futuro. Y
quien puede ayudar a otros a ver las cadenas causales en sus tragedias, sin
juizio condenatorio mas con espíritu investigativo y caritativo, esse cumple
función de genuina caridad intelectual y obra de misericordia spiritual, pues
ayuda al próximo a entender sus males y assí a enmendarse, lo qual es obra
grata a Dios que desea no la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.
IX. Del
Aprendizaje que Previene
Del estudio
profundo de los yerros y su propagación hazia tragedias emergen dos géneros de
aprendizaje que, aunque relacionados, difieren en su naturaleza y su fin
último. El primero es práctico y mecánico: mejoramos procedimientos y reglas,
corregimos fallas en nuestros artificios, perfeccionamos sistemas y
ordenamientos para que funcionen con menor probabilidad de yerro, assí como el
artífice que lima las imperfecciones de su obra. El segundo es existencial y
contemplativo: comprendemos mejor la condición humana en su fragilidad,
reconocemos nuestros límites como criaturas, dessarrollamos humildad para lo
que coñocemos sobre la complejidad del mundo que Dios ha criado, y aprendemos a
no confiar en nuestras propias fuerças sino en la Divina Providencia que todo
lo governa.
Ambos
géneros de aprendizaje son valiosos y tienen su lugar en el ordenamiento de las
cosas, mas el segundo es más fundamental porque atañe a cómo entendemos nuestra
naturaleza como criaturas falibles después de la Caída. El aprendizaje práctico
puede volverse presumpción y sobervia si no está acompañado del aprendizaje
existencial: creemos que al perfeccionar nuestros artificios hemos vencido el
yerro y dominado la fortuna, quando en realidad solo hemos reducido su
probabilidad en ciertos dominios limitados, permaneciendo siempre sujetos a
nuestra condición de mortales ignorantes. El aprendizaje existencial nos
mantiene alertas ante la possibilidad permanente del yerro, no con ansiedad
paralizante que impide obrar, sino con prudencia vigilante que es propria del
sabio, assí como el navegante experto que coñoce los peligros del mar mas no
por ello dexa de navegar. Los sacerdotes del antiguo Egypto, que guardavan los
archivos de las inundaciones del Nilo por siglos y siglos, no pretendían
controlar enteramente las aguas (lo qual es impossible a los hombres) mas sí
aprender de cada inundación para prevenir daños en lo possible, reconociendo
siempre que los límites últimos de su coñocimiento y poder dependían de fuerzas
que excedían su comprehensión.
Las
prácticas que reducen la probabilidad de tragedias no son meros protocolos
técnicos que puedan escribirse en ordenanças y mandamientos, sino cultivos
culturales de larga duración que han de arraigarse en las costumbres de los
pueblos. Cultivar buena fe y consciencia en las acciones cotidianas sin dexar
lugar a la negligencia; practicar communicación explorativa y caritativa ante
yerros detectados sin importar cuán pequeños sean, evitando el regaño áspero
que engendra rencor; realizar simulacros y exercicios que familiaricen con
situaciones extraordinarias para que no cunda el pánico quando sobrevenga el
peligro verdadero; revisar periódicamente las creencias implícitas que guían
nuestras interpretaciones del mundo; dessarrollar consciencia de las proprias
passiones y cómo afectan el juizio. Estas prácticas, mantenidas en el tiempo
con constancia y diligencia, crían culturas menos propensas a las cadenas
trágicas que hemos descripto, aunque nunca las eliminarán completamente pues
ello excede las fuerças humanas.
X. De la
Utilidad Final desta Doctrina
El título
deste tratado promete que lo inevitable es explicable y provechoso, y agora,
aviendo recorrido sus principales doctrinas, cumple mostrar por qué assí es.
Hemos mostrado por qué lo inevitable (dado el momento presente y las
circunstancias de los agentes) es explicable (mediante reconstrucción causal
que haze el testigo mirando hazia atrás). Réstanos mostrar por qué es
provechoso y útil: no para deshazer lo ya hecho, que es impossible aun a Dios
según los Doctores de la Iglesia, sino para iluminar el porvenir con las
lecciones del passado, assí como la antorcha ilumina el camino del viajero
nocturno.
La utilidad no consiste en eliminar completamente el yerro de este mundo sublunar, lo qual es impossible dada nuestra naturaleza caída y la corrupción que el Pecado Original introduxo en todas las cosas humanas. La utilidad consiste en reducir la frequencia y severidad de las cadenas trágicas mediante comprehensión más profunda de cómo se forman, se propagan y se acumulan hasta produçir grandes males. Consiste en dessarrollar capacidades colectivas para reconocer quando estamos entrando en dinámicas peligrosas que presagian mal fin, y cómo interrumpir las cadenas antes que alcançen aquella densidad crítica que las haze imparables. Consiste en cultivar sabiduría práctica sobre nuestra falibilidad que no nos paralice con miedo ni nos hunda en desespero, sino que nos guíe en el camino estrecho de la prudencia que evita tanto la presumpción como la pusilanimidad. Cuéntase que los sacerdotes de Thoth en el templo de Hermópolis Magna guardavan en sus archivos no solo las memorias de los éxitos y glorias de los Pharaones, mas también y muy especialmente las memorias de los desastres y tragedias que havían afflicto al reino, juzgando (y con razón) que de los males passados se aprendían lecciones más útiles que de los triumphos, pues el éxito muchas vezes enseña sobervia, mas el fracasso enseña humildad y prudencia.
Colophón
Assí, este
antiguo tratado, salvado por la Divina Providencia del fuego que consumió
tantos saberes en aquella Bibliotheca de Alexandria que fue maravilla del mundo
antiguo, cumple su función si ayuda a quien lo lee a ver con mayor claridad la
estructura del yerro y la tragedia, y a reconocer en su propria vida y en la de
su comunidad los patrones que conducen al mal. No promete perfección ni
invulnerabilidad, pues tales promessas serían falsas e imprudentes, contrarias
a la doctrina christiana que enseña nuestra radical dependencia de la Gracia
divina. Promete solamente lo que es possible en este valle de lágrimas:
comprehensión más profunda de nuestra condición de criaturas falibles que han
de obrar en la escuridad parcial, y con essa comprehensión, possibilidad de
obrar con mayor sabiduría y menor daño ante los inevitables yerros que nuestra
naturaleza finita nos impone. Que esta sea recompensa suficiente para quien ha
tenido paciencia de leer hasta el final, y que Dios Nuestro Señor, en cuya luz
no hay tinieblas ni yerro alguno, nos conceda la Gracia de obrar con prudencia
en este mundo y merecer la Gloria del otro donde no havrá más llanto ni
tragedia.
He
completado este sumario según mis capacidades y según mi comprehensión del
texto latino, que reconozco puede ser imperfecta como toda obra humana después
de la Caída. Muchas noches he passado en vela estudiando este tratado,
consultando con hermanos de nuestra Compañía más doctos que yo en lenguas
antiguas, y rezando para que el Espíritu Santo iluminara mi entendimiento en la
tarea que se me encomendó. He procurado reducir un volumen de más de trezientas
páginas a este breve sumario sin traicionar el sentido original, lo qual no es
empresa pequeña ni fácil, pues como dize el refrán castellano: "lo bueno,
si breve, dos vezes bueno", mas también es verdad que abreviar sin mutilar
requiere grande arte y juizio.
Ofrezco
este trabajo a la consideración de mis superiores en la Compañía de Jesús,
especialmente a nuestro Padre Provincial que me encomendó esta tarea confiando
en mi diligencia más que en mi talento. Ofrézcolo también a todos los varones
doctos que quisieren leerlo con ánimo caritativo, rogándoles que si hallaren en
él algún yerro de traducción o interpretación, lo corrijan con mansedumbre y me
instruyan en lo que devo emendar, pues ningún hombre es tan sabio que no pueda
aprender de otros, ni tan perfecto que no necessite corrección. Y si hallaren
que algo de provecho ay en este trabajo, sea toda la gloria para Dios Nuestro
Señor, de quien viene toda sabiduría verdadera y sin quien nada bueno podemos
hazer.
He puesto
particular cuidado en que esta doctrina del yerro y la tragedia se entienda
dentro del marco de nuestra Santa Fe Cathólica, y no como doctrina separada o
contradictoria a ella. Pues bien es verdad que el tratado original fue escrito
por un philósopho gentil que no coñoció la luz del Evangelio, mas ello no
impide que contenga verdades naturales que, bien entendidas, confirman y
complementan las verdades sobrenaturales que la Revelación nos enseña. La
doctrina del Pecado Original nos enseña que el hombre, después de la Caída,
quedó inclinado al mal y al yerro; esta doctrina antigua sobre la falibilidad
humana no contradize aquella enseñança sino que la ilustra con observaciones
detalladas sobre cómo se maniffiesta nuestra naturaleza caída en lo cotidiano
de nuestras vidas.
Si este
pequeño trabajo puede ser de alguna utilidad para prevenir males y ayudar a los
hombres a vivir con mayor prudencia—especialmente a nuestros hermanos
missioneros que han de gobernar comunidades de neóphitos en tierras remotas, y
a todos aquellos que tienen cargo de almas—entonces todo el esfuerço y los
desvelos havrán valido la pena. Mas si resultare que he yerrado en mi juizio al
juzgar este tratado digno de ser resumido y divulgado, acepto con humildad la
corrección de mis superiores y me someto a su juizio, reconociendo que mi
entendimiento es limitado y que puedo haverme engañado en la apreciación de la
utilidad de esta obra.
Ruego
finalmente a Dios Nuestro Señor que, assí como permitió que este texto se
salvara de las llamas que consumieron la Bibliotheca de Alexandria, assí
también permita que las verdades contenidas en él sirvan para salvar almas del
fuego eterno mediante la práctica de la prudencia y el reconocimiento humilde
de nuestras limitaciones. Que Él, que es Luz Verdadera en la qual no hay
tinieblas ni sombra de mudança, nos guíe en nuestro caminar por este mundo
obscuro hasta que lleguemos a Su presencia donde toda tragedia cessa y todo
llanto es enjugado. Y que la Santíssima Virgen María, Nuestra Señora, interceda
por nosotros ante Su Hijo para que tengamos la Gracia de obrar con sabiduría en
esta vida y merecer la Gloria de la otra.
Acabado en
el Monasterio de San Sebastián, en la fiesta de San Ignacio de Loyola, fundador
de nuestra Compañía, año del Señor de mil y seiscientos y ochenta y siete.
Padre
Ignacio de Gaztelu
De la Compañía de Jesús
Indigno siervo de Nuestro Señor Jesu-Christo
Nota del
Autor-Traductor: Acerca de la Historia deste Documento y las Razones que me
Movieron a su Reducción
Llegó este
singular tratado a mis manos por medio de nuestro Padre Provincial, quien lo
recibiera de un anticuario de conocida probidad y trato honesto con nuestra
Orden. Refirió el mercader que el texto latino había sido trasladado de un
original griego, rescatado por un guarda de aquel espantoso incendio que
consumió la Gran Bibliotheca de Alexandria. Este, siendo iletrado mas no falto
de entendimiento para conocer el valor de los volúmenes, vendió varios textos
salvados del fuego a un mercader syrio que traficaba en el puerto, el qual los
transportó por las aguas del Mare Nostrum hasta la ciudad de Venecia, donde un
docto varón los vertió al latín en tiempos del Dux Enrico Dandolo.
El
manuscrito latino pasó después a la bibliotheca del Monasterio de Cluniacum,
donde permaneció olvidado entre volúmenes de theologia y exposiciones de las
Sagradas Escrituras hasta que un hermano archivista, hombre diligente y
curioso, lo descubrió durante aquella reorganización que el Abad mandara hazer
para mayor gloria de Dios y provecho de los studiosos. Reconociendo el valor
que para la instrucción de muchos pueblos tenía este saber, los monjes encargaron
traslados a la lengua francesa, a la alemana y a la italiana, con esperanza de
que sus enseñanzas pudiesen servir a toda la Christiandad. Mi Superior,
considerando la utilidad deste conocimiento para nuestros hermanos que trabajan
en las missiones de las Indias Occidentales y Orientales, me encomendó componer
este sumario en nuestra lengua, tarea que he cumplido no sin grande trabajo,
procurando la mayor fidelidad possible al sentido que el texto original
encierra.
Aunque el
texto original refiriese a los falsos dioses del Egypto y de Grecia, sus
observaciones sobre cómo los hombres yerran y cómo sus yerros se encadenan
hasta producir grandes males, son verdades universales que no contradicen
nuestra Fe sino que la confirman.
¿Qué es, en
efecto, la doctrina del Pecado Original sino el reconocimiento de que nuestra
naturaleza, después de la Caída de nuestros primeros padres, quedó inclinada al
yerro y a la falta? ¿Qué nos enseñan los Santos Padres de la Iglesia sino que
debemos reconocer nuestra flaqueza y nuestra ignorancia, y no confiar en
nuestras propias fuerças sino en la Gracia divina? Somos criaturas limitadas,
nuestro entendimiento es corto, nuestras passiones nos ciegan, y solo mediante
la humildad y el reconocimiento de nuestros límites podemos aspirar a obrar con
prudencia. Hízelo pensando especialmente en nuestros missioneros que han de
llevar la luz del Evangelio a tierras remotas, donde han de tratar con pueblos
diversos y donde la comprensión de cómo los yerros se propagan entre los
hombres puede ayudarles a prevenir conflictos y desaventuras. Pensé en los
superiores de órdenes religiosas, en los gobernadores de pueblos y ciudades, y
en todos aquellos que tienen a su cargo el gobierno de otros, pues a todos
ellos puede servir de provecho entender cómo pequeños yerros, si no son
conocidos y corregidos a tiempo, pueden crecer hasta convertirse en grandes
tragedias.
Ruego a
Dios Nuestro Señor que, si este pequeño trabajo puede ser de alguna utilidad
para prevenir males y ayudar a los hombres a vivir con mayor prudencia, sea
toda la gloria para Él, pues del hombre no viene sino el yerro, y solo de Dios
viene toda sabiduría verdadera.
Luego de
esta lectura en Castellano cervantino, sentí la necesidad de conectarla con
nuestra contemporaneidad. Para ello recurro a un truco quizás no demasiado
original, pero pertinente: la letra de la canción de los Beatles “Dear
Prudence” y un link a YouTube para quienes no la conozcan ejecutada,
especialmente para los jóvenes que van quedando cada vez más distanciados de
esos faraones del rock, así como la Humanidad fue perdiendo rastro de lo
valioso que haya podido heredar del Antiguo Egipto.
Dear Prudence (1968)
Dear Prudence, won't you come out to play?
Dear Prudence, greet the brand new day
The sun is up, the sky is blue
It's beautiful and so are you
Dear Prudence, won't you come out to play?
Dear Prudence, open up your eyes
Dear Prudence, see the sunny skies
The wind is low, the birds will sing
That you are part of everything
Dear Prudence, won't you open up your eyes?
Look around, round (round, round, round, round, round, round, round)
Look around, round, round (round, round, round, round, round, round, round)
Look around
Dear Prudence, let me see you smile?
Dear Prudence, like a little child
The clouds will be a daisy chain
So let me see you smile again
Dear Prudence, won't you let me see you smile?
Dear Prudence, won't you come out to play?
Dear Prudence, greet the brand new day
The sun is up, the sky is blue
It's beautiful and so are you
Dear Prudence, won't you come out to play?
Compositores: Paul Mccartney / John Lennon. Letra de Dear
Prudence © Sony/atv Tunes Llc, Mpl Communications Inc









