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Escribo sobre temas que me interesan, me afectan, me gustan, me intrigan: algo bastante sobre política, pero también hay de urbanismo, diseño y temas diversos.

14.4.21

Internet y desorientación

 

      Ilustración: NY Times.

Fenómenos como la Covid-19 retan los límites de la globalización. Pensar globalmente y actuar localmente fue una consigna smart que sonó muy bien por lo que tiene de flexible, pero que se saltó el puente necesario para poder conectar pensar con actuar. Ese puente es decidir y esa habilidad tiene sus secretos y, como tales, son conocidos por poca gente.

Voy a compartir con usted por lo menos 3 secretos para poder decidir eficazmente: disponer de información; tener objetivos claros; y hacerse responsable de posibles consecuencias de tomar las decisiones (o no) oportunamente. 

Toneladas de información
Desde hace unos años, Internet se ha ido convirtiendo en una realidad global, con un enorme potencial para mejorar nuestra capacidad para tomar decisiones; pero a la vez, con potentes efectos colaterales que afectan negativamente esa capacidad. La gran cantidad y variedad de información en Internet es una ventaja, incluso por lo fresca que usualmente es; sin embargo, eso mismo puede convertirse y, de hecho, se ha convertido en una fuente de confusión y desorientación.

Por ejemplo, en el caso de las vacunas contra la Covid-19, la divulgación de problemas de salud que unas decenas de personas presentaron entre millones de vacunados ha conducido a una alarma generalizada y a una innecesaria suspensión en el uso de un par de vacunas que en un 99,9999% de los casos están beneficiando a quienes son vacunados. En cierto modo, el pensar la vacuna con base en las toneladas de información que llegan por Internet ha hecho que emerja el mito de la vacuna perfecta, una vacuna sin ningún efecto colateral grave, una obra que solo un dios podría crear a diferencia de los equipos humanos competentes que de verdad se dedican a ello. Pensar globalmente la vacuna de esa manera ha llevado a decisiones localmente inconvenientes.

Objetivos claritos
Una parte muy significativa de conectarse por Internet es la interacción a través de redes sociales. Con esa interacción se pasa, generalmente sin darnos cuenta, del mundo de la información al mundo de la opinión, con el agravante de que muchos confunden lo segundo con lo primero. La gente escribe o repite lo que otros escriben o repiten, dicen lo que sea que se les ocurre, dicen lo que sus creencias y, sobre todo, sus miedos y resentimientos los motivan a comunicar.

Por ejemplo, el objetivo que todo programa de vacunación tiene es salvar vidas, y ese objetivo se pierde en un océano de dudas, especialmente alimentadas por las atractivas teorías conspirativas que no son otra cosa que inyectarle objetivos distintos a lo que debería tener clarito todo el mundo: vacunas para convertir a la gente en zombies y dominarlos; vacunas para que los más ricos se vuelvan más ricos; vacunas para que se reduzca la fertilidad en jóvenes, etc. En fin, vacunas para todo menos para lo que son: evitar que la gente desarrolle un cuadro complicado que la lleve a una hospitalización y de allí, en muchos casos, a la muerte. Pensar o imaginar objetivos distintos al real, frena la decisión de vacunarse y, siempre, el no tomar una decisión termina también siendo una decisión.

¿Responsable yo?
Decidir, una de las formas más claras de ejercer la responsabilidad en cualquier asunto, sea cotidiano o extraordinario, es ser agente, agenciar, decidir actuar... a diferencia de dejar que otros decidan por uno o de clonar decisiones de otros (quizás para sentirnos parte de "algo" con lo que nos identifiquemos). Pero imaginar consecuencias de decisiones es lo que nos puede hacer darnos cuenta de lo que significa ser responsable. Lamentablemente, pocos asocian pensar con imaginar y la mayoría prefiere creerse víctima de decisiones de otros, antes de hacer un esfuerzo extra de tomar en cuenta las consecuencias de lo que decidan o dejen de decidir.

Las medidas para evitar el contagio de la Covid-19 han sido divulgadas incesantemente. Sin embargo, algunos lo toman como una imposición, otros las consideran inútiles y otros, a pesar de estar de acuerdo, simplemente las olvidan. Los niveles actuales de contagio son consecuencia de los descuidos preventivos, especialmente después de 1 año de haberse declarado la pandemia. Cada cual es responsable de no contagiarse y de no contagiar a otros, así como de mantener su sistema inmunológico en la mejor forma posible. Creer que eso es un asunto fuera del ámbito de la responsabilidad individual y atribuirlo solo a los gobiernos, indica otra vez que es la desorientación lo que se puede haber producido por el exceso de información confusa y crecientemente divulgada.

Obviamente que hace falta que gobiernos actúen y que la sola precaución individual es insuficiente. Pero cuando no sabemos que no conocemos estos "secretos" sobre cómo tomar decisiones eficaces; y, además, casi que solo nos disponemos a hacer lo que la "manada" a la que pertenecemos hace, el resultado es paradójico: con tanta información disponible y pudiendo lograr el objetivo que nos conviene, insistimos en meter la pata de alguna manera.

Mucha desorientación por no haber aprendido todavía a usar bien la "brújula" que es Internet.

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