Las diferencias entre tipos de sistemas de gobierno en pugna en la actualidad, como son los autoritarismos y las democracias, son demasiado importantes como para que se las dejemos exclusivamente a especialistas en Ciencias Políticas. Por ello, me atrevo a proponer como una de las diferencias más importantes el que los primeros están asociados a la lealtad, en cambio los segundos a la confianza. Es probable que aprender a diferenciar estas dos actitudes, sirva para poder interpretar con más claridad el confuso escenario político en el que se ubica Venezuela y muchos otros países.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua relaciona ambos términos, es decir, de alguna manera los confunde. Al buscar el significado de "lealtad" indica que es la cualidad de ser "leal;" y al buscar "leal" indica que equivale a que alguien guarda la debida "fidelidad," la que a su vez es la cualidad de ser "fiel;" y esta palabra sirve para indicar que es alguien que no defrauda la "confianza" depositada en él. En resumen, ser "leal" es como ser "confiable."
Sin embargo, los sinónimos siempre me han parecido trampas de significado. Cada palabra tiene una energía propia, única, especial. Y creo que la energía de "lealtad" es diferente a la de "confianza." Lealtad es para mí un acto de subordinación, una relación asimétrica entre alguien con poder y unos "súbditos leales." Por el contrario, la confianza la asocio con una relación simétrica, entre iguales, entre ciudadanos.
Cuando en la Bolsa de Valores de Nueva York, alguien indica con un gesto que quiere comprar una acción o un bono (sea hecho este gesto con el cuerpo o digitalmente), eso indica un compromiso entre comprador y vendedor, un acto de confianza. Si uno de estos falta a ese compromiso, es penalizado y pierde la confianza de los demás en él. El capitalismo es entonces un sistema basado en la confianza y para funcionar bien requiere de un Estado de Derecho que la considere uno de sus pilares fundamentales.
Pero el socialismo y otros tipos de dictaduras hacen énfasis en la lealtad de los individuos hacia los poderosos que conducen el Estado. Estas autoridades dan órdenes y esperan que el pueblo (supuestamente siempre leal a sus jefes revolucionarios) las cumplan por las buenas. No hay negociaciones, sino decisiones tomadas. Si no las obedecen por las buenas, los jefes buscarán la forma de que obedezcan y permanezcan leales.
Los regímenes autoritarios exigen lealtad. El uso de este término debe ser mucho más frecuente en el discurso de los dictadores y sus sicofantes, que en los de los demócratas. Pero, gracias a la poca claridad del DRAE, esos discursos podrían hacer alusión a la confianza pero considerada como sinónimo de lealtad. A su vez, autodenominados demócratas podrían ayudar a detectar sus verdaderos propósitos autoritarios, si en sus discursos abundan referencias a una supuestamente necesaria lealtad a favor de ellos.
La confianza toma tiempo en consolidarse y se puede perder en un instante. Mucha gente que le perdió confianza a la democracia como sistema, se volvió presa fácil para los que se presentan demagógicamente como los elegidos para usar el poder a favor de quienes les sean leales. El rescate de la democracia pasa por dos acciones claves: uno, detectar con claridad a quienes exigen lealtad, para rechazarlos; y, dos, construir confianza entre los ciudadanos que preferimos el sistema democrático, propio de la Modernidad.
Very good analysis. The conclusion, in my opinion, is applicable to all democracies and it would be particularly useful to those countries that recently have become infested by pseudo-democratic populist leaders in the American and European continents.
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