En una conversación con mi hijo apareció el tema del fastidio, el sentirse fastidiado con lo que uno hace o con lo que sucede. Eso nos pasa a todos en algunos momentos. Al respecto Sam Harris, importante pensador norteamericano contemporáneo, tiene una teoría: el fastidio aparece cuando no somos capaces de prestar atención a lo que hacemos o a lo que sucede(1).
Y poner atención es lo que debemos hacer para darnos cuenta (to be aware) de nuestros pensamientos, emociones, sensaciones o recuerdos, que son el tipo de cosas que aparecen en nuestra consciencia. A medida en que avanzamos en nuestra conversación, recordé que los humanos tenemos la capacidad para darnos cuenta de que nos damos cuenta. Esto podría considerarse como la aplicación recursiva del darse cuenta sobre sí mismo.
Reconociendo que esto no es fácil de entender, ni de practicar, exploremos las cuatro situaciones que emergen al cruzar el darse cuenta con, justamente, darse cuenta.
Cuando uno se da cuenta de que no se dio cuenta de algo, es una buena señal que indica que vamos por buen camino, dirigiéndonos a corregir algún error. Es un ejercicio del darse cuenta y, aunque parezca contradictorio por referirse a un no darse cuenta, es posible de entender para nosotros los humanos. Todavía no me atrevo a afirmar si reflejos condicionados de animales no humanos o el machine learning de computadores, sean clasificables bajo esta categoría; pero en todo caso podría ser una posibilidad no descartable. En el caso humano, esa capacidad indudablemente nos ha ayudado a sobrevivir como especie.2. Darse Cuenta de Darse Cuenta (Sweet-Spot Humano)
Esta recursión positiva del darse cuenta es un logro magnífico de los seres humanos. Los humanos sabemos, aunque no podamos ponerlo en palabras, cómo estar conscientes y qué es estar conscientes. Es la paradoja de M. Polanyi, referida al conocimiento implícito, aplicada al tema de la consciencia(2). Tanto el punto 1 como este punto 2 tienen el poder de impedir que nos sintamos fastidiados. Tenemos todo lo necesario para poner en práctica la atención y darnos cuenta de lo que pensemos, sintamos, recordemos y hagamos, en cualquier lugar y en cualquier momento, sin nadie alrededor o rodeados de personas. Es nuestra responsabilidad si practicamos o no el darse cuenta. Fastidiarnos o no, es, por lo tanto, también nuestra responsabilidad.
Las otras especies de animales y quizás también las plantas, junto a otros entes con capacidades cognitivas como los modelos de Inteligencia Artificial, dan muestras irrefutables de que se dan cuenta de lo que les sucede y lo que sucede en su entorno. Algunos humanos también escogen vivir de esa manera, echando a un lado la capacidad que también tienen de aplicar recursivamente el darse cuenta. Las consecuencias de ese rechazo para humanos podrían ser tanto buenas como malas: por un lado alivian la carga de sentirse responsables de lo que les sucede; y por el otro, pierden fuerza de voluntad al sentirse más como víctimas y menos como agentes de su propio destino.
Si no se está ya muerto, o apagado, alguien o algo que no pueda darse cuenta de sus interacciones con el entorno y consigo mismo, sería incapaz de prolongar lo más posible el final de su existencia, el cual inevitablemente llegará. Pero la supervivencia (de las entidades vivas) quizás sea la condición básica que dio origen al poner atención, al darse cuenta y a la consciencia. La existencia de entidades sin consciencia, probablemente consideradas no vivas, depende totalmente de factores externos y estas existen mientras puedan permanecer "orbitando" sin chocar con nada. Otras, consideradas vivas, estarían entonces también "orbitando" totalmente a merced de su entorno.
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