Como reacción ante un reciente artículo de Julio Castillo S., titulado "JUGAR CON Y SIN EL BALON," se me disparó la siguiente reflexión:
Cada quién escoge una metáfora como cristal por el que se mira al escenario político. La metáfora del juego (fútbol, ajedrez, dominó, etc.) es una de las más usadas. Con esa metáfora el régimen queda definido como adversario. En unas elecciones también pueden verse como que hay rines donde los boxeadores se montan a pelear y hay unos que ganan, mientras otros pierden. Al terminar las peleas, los adversarios se saludan y se retiran para prepararse para nuevos encuentros.
En cambio la metáfora de la guerra implica enemigos. Enemigo es distinto a adversario. Los encuentros son batallas y los riesgos que se corren son mucho más fuertes que los juegos o el deporte. El régimen usa esa metáfora. Ve cada situación con ese cristal y actúa en consecuencia. Es capaz de matar (lo ha demostrado) y se empeña en debilitar a su enemigo (la oposición) cada vez que puede.
Me parece un sin sentido mantener como guía una metáfora distinta a la del oponente, cuando esta supone premisas que el oponente no respeta. Cuando es juego vs guerra, la de juego es papel y la de guerra es tijera. La esperanza de que el oponente abandone la tijera y pase a piedra es, en todo caso, irracional, sobretodo si éste lleva años en modo tijera, lo cual lo ha ayudado a ganar y ganar y ganar...
Las sanciones han sido de lo poco que es más parecido a tijera que han aplicado los aliados de la oposición. Es una respuesta a la increíble impunidad de la que goza el régimen y es una respuesta en clave de guerra. Las sanciones han llevado al régimen a sentarse a negociar, pero siguen teniendo claro que la metáfora que les ha funcionado bien es la de la guerra. Es posible que algunos que se consideraban de oposición hayan confundido tijera con piedra, cuando aupaba a chamos a enfrentarse a los represores. En esa ocasión, el régimen jugaba a ser la víctima de los supuestos "violentos," convirtiéndose así provisionalmente en papel para envolver la piedra y seguir ganando.
Es difícil reconocer que las metáforas son parte de la realidad y no un simple ejercicio retórico de poca trascendencia. El tener un discurso político poco imaginativo, o que asuma que lo dicho es una descripción real de lo que pasa, se convierte fácilmente en una desventaja estratégica. Peor todavía es cuando desde la oposición se ríen de las metáforas de quienes los derrotan, como si creyeran que perder fuese ganar porque "les asiste la razón."
Los enemigos no tienen que ser para siempre enemigos. Después de ganarles se puede coexistir con ellos. Sin embargo, cuando se trata de una guerra híbrida como la planteada por quienes pisan con sus botas militares o con las Frazzani a Venezuela, los militaristas no tienen límite para exterminar a la oposición democrática porque la consideran un enemigo de clase, ya que se basan en proclamas comunistas típicas que en la práctica no son distintas a un fascismo más.
Las negociaciones, las elecciones o cómo se hacen análisis sobre lo que sucede, están inevitablemente conectados a metáforas que nos hacen ver las cosas de una determinada manera.
Estoy en desacuerdo con la metáfora que sirvió de base al artículo, pero quizás tampoco haya todavía explicado bien lo que me lleva a rechazar lo planteado en él por Julio Castillo S.
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