Desde principios de este año la posibilidad de contagiarse, vía contacto entre humanos, de una enfermedad nueva sin cura efectiva y sin vacuna para la prevención, ha puesto en alarma al planeta. De lo que se va conociendo sobre la Covid19, se tiene que:
- Puede afectar a cualquier persona; unos desarrollan síntomas, otros no.
- Sobre el origen de la misma está claro que comenzó en Wuhan, China. Pero existen al menos dos hipótesis sobre el paciente cero: 1. Alguien que comió algo extravagante (una sopa de murciélago, o algo de otro animal no-domesticado); 2. Alguien de un laboratorio de virología que se contagió, por algún descuido, y luego salió a la calle.
- Si se mantiene distancia física entre personas, si se evita tocarse la cara luego de haber tocado superficies en lugares públicos y si se lavan las manos con jabón y de forma prolífica, se puede evitar el contagio.
- Países que han declarado cuarentenas tempranas (como Taiwan, Corea del Sur, Singapur, Hong Kong, Nueva Zelanda, Alemania) e instruído a la población sobre cómo evitar el contagio, han logrado contener la proliferación exponencial de casos; los que no, están sufriendo las consecuencias de muertes directa o indirectamente causadas por lo agresivamente contagiosa que es esa enfermedad.
- Los fallecidos tienden a ser en mayor medida personas de la 3a edad y, entre ellas, aquellas que tienen ciertas precondiciones como obesidad, diábetes y deficiencias cardio-vasculares.
- Las cuarentenas van acompañadas de un cierre de actividades económicas no esenciales, permaneciendo activas los servicios de salud y alimentación. Esto está causando problemas de desempleo y reducción de ingresos que presionan a su vez, por un pronto levantamiento de las cuarentenas.
- Es lógico entonces pensar que sea más probable que en los sectores más jóvenes de la población existan más casos asintomáticos, de desarrollo más leve de los síntomas o de mayor tasa de recuperación. Por lo tanto, es probable que la percepción de riesgo mortal en estos sea diferente (por ser menor) a la de sectores de más edad. Adicionalmente, al tener los más jóvenes menos ahorros para soportar semanas de cuarentena, combinado con una percepción de menor riesgo, estos van a presionar porque se levanten las cuarentenas lo antes posible.
Un posible conflicto entre millenials y boomers
Utilizando las etiquetas típicas del mercadeo actual que llaman a los menores de 45 años, millenials (generación Y); y a los mayores de 55 años boomers, quedando como en el medio la llamada generación X que termina asimilándose hacia abajo o hacia arriba, es posible que el conflicto se torne generacional. Los más jóvenes van a presionar por un regreso lo más pronto posible a la "normalidad." Los más viejos van a resistirse hasta que una cura efectiva y/o una vacuna estén disponibles.
Esta discusión sobre el camino a seguir indica que cualquiera de los extremos sería inconveniente, aunque por razones distintas. Por un lado si se impone la posición millenial, la cantidad de fallecidos será exagerada, y podría incluir personas mayores (o no) muy queridas para quienes sean más jóvenes. Y, por otro lado, si los boomers imponen su posición, la cantidad de personas viviendo en la miseria será exagerada, incluyendo a muchas personas jóvenes (o no) muy queridas para quienes sean más viejos.
La situación lleva a un juego peor que el suma cero, porque el resultado en ambos extremos va a resultar en un negativo neto.
El dilema de cambiar de hábitos
Al liberarse del mantener posiciones extremas ambos, millenials y boomers, tienen la oportunidad de coordinar acciones que reduzcan los inconvenientes creados por la Covid19.
Los jóvenes y los no tan jóvenes podrían regresar gradualmente a sus actividades productivas, educativas y de entretenimiento guardando protocolos estrictos de interacción que minimicen la posibilidad de contagiar y ser contagiados. Esto implica adquirir nuevos hábitos y sabemos lo difícil que es abandonar los hábitos pre-existentes. Por ejemplo, tocarse la cara a cada rato puede ser uno de esos hábitos difíciles con los que muchos tendríamos que lidiar y allí nos puede ayudar el uso de la mascarilla. El nuevo hábito de usar la mascarilla ayudará a superar el de tocarse frecuentemente la cara.
Los más viejos podrían voluntariamente guardar cuarentenas que sirvan para reducir su exposición por ser el grupo de mayor riesgo. Esto implica tomar conciencia de esa mayor vulnerabilidad y disponerse a cambiar el hábito de salir a reunirse fuera, por otro de reuniones virtuales utilizando las maravillosas facilidades que brinda Internet.
Una recomendación clásica en relación a cambios de hábitos y creencias es que se hace menos difícil abandonar un hábito inconveniente si simultáneamente se adopta uno nuevo que lo sustituya.
2020
Es obvio que para los esfuerzos de cambiar hábitos de convivencia que las circunstancias nos exigen individualmente a todos, jóvenes y viejos, se requiere del acompañamiento de las instituciones y organizaciones, tanto públicas como privadas. El ejemplo de quienes integran gobiernos y directivas de empresas va a ser clave. La humanidad cuenta con los recursos médicos y tecnológicos para que el impacto de la pandemia sea mucho menos grave de lo que otras pandemias tuvieron en el pasado. 2020 es un año en el que los clásicos conflictos entre generaciones podrían tener al menos una pausa.
Esa pausa nos beneficiará a todos.
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