El respeto de los derechos humanos de todas las personas es aquello que distingue a un país moderno de otro que no lo es. Se trata de respeto a "todas las personas" porque deben estar incluídos todos los seres humanos, abarcando a quienes hacen daño y que, por reacción natural, normalmente son rechazados. Entre quienes pertenecen a ese grupo (asesinos, ladrones, infractores de normas, etc.), llama la atención el caso de los malos gobernantes, específicamente los que incurren en actos de corrupción para mantenerse en el poder.
Por ejemplo, retrasos indebidos en responder a las gestiones del proceso revocatorio de Maduro, son demostraciones de corrupción ante las cuales muchos reaccionan contra las rectoras como personas, lanzándoles insultos o frases que denotan tratos indignos. En la pre-modernidad, la violación de una norma era castigada en muchos casos con la eliminación física del violador. Esas experiencias han dejado trazas culturales que se pueden disparar facilmente cuando los actos de corrupción son demasiado evidentes.
Si consideramos válida le resignificación de la Modernidad como aquél conjunto de valores culturales que nos exige respetar la dignidad de cada ser humano, independientemente de sus características y de lo que haga, la sociedad venezolana en su conjunto se encuentra lejos de ser moderna. Por un lado, el gobierno chavista es particularmente proclive a la pre-modernidad, no sólo por su inspiración ideológica marxista (que considera la lucha de clases y el uso de categorías colectivas tipo "pueblo" como válidas y superiores al trato digno que cada individuo debe recibir), sino también por la práctica cotidiana del insulto y la vejación hacia sus adversarios. Pero, por otro lado también la oposición reacciona de manera similar y allí no solamente opera la reacción simétrica o recíproca ante el insulto cotidiano proveniente del chavismo, sino que además se disparan los "memes" pre-modernos presentes en cualquier ser humano.
De allí que el formidable reto planteado por la Modernidad se encuentra hasta en el propio lenguaje que utilizamos. La sustantivización de los verbos y adjetivos, nos lleva a una economía de las palabras que obtenemos al usar categorías como "corrupto" para apuntar directamente a personas que hayan incurrido en actos de corrupción. La necesidad de trato digno creada por la Modernidad se hace patente cuando los corruptos rechazan que les digan corruptos. En esos casos se manifiesta una confusión entre dignidad y reputación: si bien es cierto que cada ser humano debe recibir un trato digno en todo momento (incluso cuando vaya a ser despedido, revocado o declarado culpable de un delito y llevado a la cárcel), no menos cierto es que no todos los seres humanos van a poder gozar siempre de buena reputación.
Todos somos seres humanos y, como tales, dignos de respeto. Poner esto en práctica nos convierte cada día en un país más moderno. La lucha contra el chavismo es, en el fondo, una lucha para reducir los aspectos negativos de la pre-modernidad que todos tenemos y promover lo positivo de la Modernidad que todos queremos. Lograr el Revocatorio de Maduro es un paso en esa dirección, la que nos lleva al país moderno que todos, incluyendo a los mismos chavistas, deseamos.
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