Adicción, en términos amplios, se refiere a conductas compulsivas que convierten algo que nos gusta en un hábito que nos hará mucho daño. La imagen más típica es la relacionada con consumo de drogas, alcohol o cigarrillos. Sin embargo, la adicción puede presentarse en muchas personas, en distintos aspectos de sus vidas.
¿Podría ocurrir que toda una sociedad se vuelva adicta a algo? No existe mucha literatura al respecto o, en todo caso, existen referencias a grandes cantidades de individuos experimentando simultáneamente conductas típicas de adictos. Por ejemplo, en la región india de Gadchiroli se presentó en los 80s, entre los hombres, un episodio de adicción colectiva al alcohol. Era tan masivo el fenómeno que llegó a impactar negativamente las oportunidades de desarrollo económico, convirtiéndose en el principal obstáculo para superar la pobreza (Taylor, D., Taylor, C. 'Just and Lasting Change: When Communities Own Their Futures').
Quizás en Venezuela estamos ante un caso de adicción social, colectiva, de toda la sociedad. Pero, ¿a qué estamos adictos? No creo que sea a una sola cosa. Creo que estamos adictos a la gasolina regalada; a subsidios de distintos bienes o servicios como harina, azúcar, electricidad, etc.; a la impunidad especialmente en materia de seguridad vial; a la violencia y al pillaje...
¿Cuál es la fuente de poder de los carteles de la droga? Nadie cree que su poder venga de su propia adicción al poder. ¡Por supuesto que les gusta ser poderosos! Pero esa aparente adicción al poder, no es lo que les proporciona poder. Su vasto poder financiero, paramilitar y hasta político viene de los adictos que consumen lo que estas organizaciones delictivas ofrecen.
Sin embargo, a la hora de diagnosticar políticamente el desastre que sucede en Venezuela la explicación que más se repite es que al régimen sólo le interesa mantenerse en el poder. Esto implicaría que su poder provendría de su propia adicción al poder y eso me luce desacertado. La hipótesis que me permito lanzar es que el poder del actual régimen proviene, al igual que el de los carteles, de una sociedad adicta (a las distintas 'drogas' arriba mencionadas), la cual consume lo que el régimen le ofrece.
Con la caída de precios petroleros, el suministro de 'drogas' por parte del régimen va a reducirse. Las protestas pueden corresponder al llamado síndrome de abstinencia: el adicto se retuerce por faltarle el placer que le brinda la droga y se torna violento. Si resiste, si tiene el acompañamiento apropiado y si se compromete a rehabilitarse, el adicto recuperará su estatus de persona sana. No es un proceso fácil.
El suministro de placer artificial que producen subsidios e impunidad, financiado por altos precios petroleros, colocó a la sociedad venezolana al borde del colapso. Tal desorden nos impidió aprovechar el potencial de seguir desarrollando el país y nos enfermó socialmente, mientras los traficantes de subsidios se enriquecían y se hacían cada vez más poderosos. La sociedad venezolana es hoy un paciente en estado crítico que no puede seguir en manos de quienes han contribuido a enfermarlo y, para colmo, beneficiándose.
Por ello, Venezuela necesita urgentemente un nuevo gobierno. Este deberá estar integrado por quienes propicien la recuperación de la salud social, con un modelo socio-económico distinto, basado en sanos valores democráticos y liberales. La integridad del país depende de ello.
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