Si en otros países quieren saber cómo nos sentimos los venezolanos cotidianamente, observen cómo se sienten cuando un árbitro de la FIFA pita un penalty que no lo era, o deja de pitar uno que sí lo era de anteojito.
Siempre he creído que la función clave del gobierno y más aún del Estado es la de ser árbitro. Esto es: conocer las reglas del juego y hacerlas respetar. Pero imagínate un árbitro que no sólo no las hace respetar, sino que las viola directamente y las cambia cada vez que quiere.
Por ejemplo la regla Duración del Juego: el árbitro decide extender varios días al mismo partido para que su equipo favorito (quizás hasta haya apostado a favor de ese equipo) gane. En Venezuela, miembros del Consejo Nacional Electoral (CNE) continúan en el "juego" tras habérseles terminado su período hace más de un año; también concejales continuaron en sus cargos varios años adicionales a su período porque ese CNE decidía postergar las elecciones correspondientes.
Por ejemplo, está prohibido usar zapatillas con tacos de metal, tipo atletismo, en el fútbol. En Venezuela está legalmente prohibido usar recursos públicos en campañas electorales, pero el árbitro le permite a su equipo favorito violar esa norma para que gane con la ventaja de su capacidad agresiva en materia de publicidad y logística. Y además saca "tarjetas rojas" a jugadores del equipo de la oposición (como Leopoldo López), procesándolos penalmente y apresándolos sin haber cometido ninguna falta.
Por ejemplo, no existen equipos de puros árbitros, con uniformes de árbitros, pitos y tarjetas. Pero en Venezuela el PSUV pretende junto a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo (que sería como una instancia central de FIFA) que la Fuerza Armada Venezolana (un sector que en todo caso es parte del arbitraje) juegue políticamente junto al gobierno, contra la oposición...
En fútbol sería absurdo todo éso y el planeta estaría indignado por un comportamiento así de árbitros y de FIFA. En cambio, a pesar de que algo así pasa en Venezuela, la OEA, la ONU, Mercosur y muchos gobiernos democráticos, parecen aceptar con su silencio que semejantes irregularidades ocurran. La mitad o más de los venezolanos rechazamos tanto abuso de poder y queremos que esas autoridades renuncien o sean expulsadas porque así no puede haber juego democrático, ni económico.
Son extremadamente corruptos y abusadores. Y un juego así es demasiado aburrido. Mucha gente se ha ido del estadio (que es su patria).
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